¿La muerte de Kim Jong Un traería mayor libertad y cambio dentro de Corea del Norte? Esa es ciertamente la esperanza. Sin embargo, el propio ascenso al poder de Kim Jong-un en 2011 tras la muerte de su padre, Kim Jong-il, sugiere que la vida puede primero endurecerse antes de que mejore la situación de los derechos humanos.
La educación temprana de Kim Jong Un en Suiza y su amor por los Bulls de Chicago crearon expectativas de que el líder de la tercera generación podría convertirse en un reformista. En cambio, para consolidar el poder y la legitimidad, el joven Kim gobernó con un puño más cerrado. En sus primeros seis meses, firmó y luego violó el acuerdo nuclear “Año Bisiesto” de 2012 con los Estados Unidos al lanzar un cohete satelital. Kim también endureció los cruces fronterizos ilegales entre Corea del Norte y China, lo que redujo las deserciones norcoreanas a más de la mitad desde su punto máximo en 2011, según las estadísticas del Ministerio de Unificación de Corea del Sur. En 2013, Kim ejecutó a su tío, una vez que fue el cuidador de facto de la transferencia del poder hereditario de Kim. En 2017, ordenó el asesinato de su medio hermano mayor Kim Jong-nam. En resumen, Kim Jong-un resultó ser igual o más despiadado que su padre.
Por supuesto, el joven Kim puso un mayor énfasis en el desarrollo económico, permitiendo que la economía de mercado de Corea del Norte creciera. También abrió la puerta a la diplomacia de alto riesgo con los Estados Unidos (pero solo después de avanzar significativamente en la capacidad nuclear y de misiles de su país). Sin embargo, lamentablemente, la situación de los derechos humanos ha permanecido prácticamente inalterada. Siguen existiendo las prisiones políticas, los arrestos y detenciones arbitrarias, la escasez crónica de alimentos y la falta de libertad de expresión. La falta de información concreta sobre la situación de COVID-19 en Corea del Norte y los rumores que circulan ahora sobre la muerte de Kim Jong Un, atestiguan aún más la ausencia de transparencia informativa y de una prensa libre en Corea del Norte.
Ya sea que un individuo como la hermana menor de Kim, Kim Yo-jong, o un cuerpo colectivo termine llenando el vacío político en un escenario post-Kim Jong Un, el próximo líder(es) tendrá que apuntalar su legitimidad y temple para evitar una potencial inestabilidad doméstica. Para ello, el régimen tendrá que controlar sus mensajes internos aún más estrechamente. Por lo tanto, es poco probable que los dirigentes de Corea del Norte proclamen cambios repentinos de política que permitan a su pueblo acceder a más información o experimentar libertades políticas más amplias.
Impulsadas principalmente por los mercados informales, las fuerzas del cambio social y económico han avanzado durante la era de Kim Jong Un. Si estas tendencias persisten, podemos ver un cambio positivo a largo plazo para los norcoreanos. Sin embargo, hasta que el polvo se asiente completamente después de la transición de liderazgo, los norcoreanos pueden experimentar mayores restricciones y dificultades antes de ver mejoras en sus derechos humanos.