Japón ejecutó una nueva fase en su estrategia de defensa territorial con el traslado de su flota de aeronaves V-22 Osprey a la base Camp Saga, ubicada en la isla de Kyushu.
El V-22 Osprey, fabricado por Bell y Boeing, integra capacidades de despegue vertical y velocidad equivalente a la de un avión, lo que permite realizar operaciones rápidas en trayectos de larga distancia. Con una velocidad superior a los 500 km/h y un radio de combate mayor a 500 millas náuticas, esta plataforma amplía la capacidad de despliegue de la Brigada Anfibia de Despliegue Rápido, conocida también como las unidades anfibias de Japón.
La flota se estableció inicialmente en Camp Kisarazu, en las proximidades de Tokio, a partir del año 2020. Desde ese momento, se integró en los planes del gobierno japonés para aumentar su capacidad de defensa anfibia. Aunque su historial operativo incluye controversias y accidentes con resultado fatal, como el ocurrido en 2023 con una unidad de la Fuerza Aérea de EE. UU. cerca de Yakushima, los Osprey participaron en múltiples ejercicios conjuntos con las fuerzas estadounidenses.
En comparación con helicópteros convencionales como el CH-47 Chinook, el V-22 presenta ventajas en velocidad, alcance y capacidad de adaptación a operaciones sobre islas. Sin embargo, estas características requieren un mayor nivel logístico y generan costes operativos más altos. A pesar de las críticas relacionadas con su fiabilidad y coste, el sistema de rotor basculante ofrece un rendimiento táctico específico para entornos insulares y costeros.
En el marco de las tensiones regionales con China, especialmente en el mar de China Oriental, la base de Camp Saga cumple una función estratégica. Desde esta instalación, Japón dispone de la capacidad para movilizar sus fuerzas hacia las islas más meridionales, próximas a Taiwán, donde el despliegue militar de China ha aumentado durante los últimos años.
El gobierno japonés declaró que el traslado de los Osprey incrementa la capacidad de respuesta frente a posibles bloqueos o incursiones anfibias y ante emergencias civiles. Además, se amplió la infraestructura de mantenimiento dentro del territorio nacional con el fin de mitigar los riesgos relacionados con la seguridad. Aunque persisten las protestas, las autoridades sostienen que estas aeronaves resultan necesarias para las operaciones de defensa y para misiones humanitarias en zonas de difícil acceso.
Este programa se inscribe en el aumento del presupuesto de defensa de Japón, que en el ejercicio fiscal 2025 superó los 7 billones de yenes. El contrato vigente con la GSDF abarca 17 unidades V-22, y se prevé que las entregas restantes lleguen a Camp Saga a mediados de agosto. Bell-Boeing conserva la responsabilidad de producción y soporte técnico.
El uso del Osprey en Kyushu consolida la interoperabilidad con Estados Unidos, cuyas fuerzas también emplean estos sistemas desde Okinawa. Esta reubicación se integra en la planificación de defensa regional en el Indo-Pacífico y mejora la capacidad de Japón para reaccionar ante escenarios críticos en sus áreas marítimas más sensibles.