Si no has oído hablar de Francesca Albanese, aquí va un consejo: deja de leer esta columna, porque corres el riesgo de descubrir quién es.
¡Oh, por un mundo en el que nunca hubiera conocido a la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre los Territorios Palestinos Ocupados, quien en sus tres años en el cargo se ha erigido como el rostro desdeñoso del israelofobia internacional!
Aun así, hay un lado positivo: solo aquellos que conocen a esta italiana pueden disfrutar la noticia de que Marco Rubio la ha sancionado por sus “esfuerzos ilegítimos y vergonzosos para promover acciones de la Corte Penal Internacional contra funcionarios, empresas y ejecutivos de Estados Unidos e Israel”.
En una publicación contundente en X, el secretario de Estado de Estados Unidos añadió: “No se tolerará más la campaña de guerra política y económica de Albanese contra Estados Unidos e Israel. Siempre respaldaremos a nuestros socios en su derecho a la autodefensa”.
A seis meses del segundo mandato de Donald Trump, es fácil olvidar cuán poco convencional y admirable puede ser su administración. ¿Puedes imaginar a algún otro presidente tomando una medida tan evidente, justificada y largamente esperada como sancionar a una funcionaria de la ONU cuya animadversión parece dirigirse contra Israel, Estados Unidos y Occidente?
¿Puedes imaginar a Sir Keir Starmer haciendo lo mismo en el Reino Unido? ¿A él, que recientemente impuso sanciones de postureo moralista a dos ministros israelíes que, con toda su antipatía, no se comparan con las hordas de malhechores que pululan por la región?
No puedes. ¿Por qué? La respuesta a esa pregunta revela la profunda podredumbre ideológica que durante mucho tiempo ha carcomido a nuestros líderes centristas, sus legiones de funcionarios y toda la cultura de las élites occidentales. En resumen, es la razón por la que estamos en este lío.
Las sanciones de Rubio no podrían haber recaído sobre una candidata más merecedora. Nacida cerca de Nápoles, Albanese se formó en la burbuja de la academia izquierdista con un máster de la cuna del radicalismo, la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres.
Desde entonces, ha cultivado una reputación como provocadora antiisraelí.
Acusa regularmente al Estado judío de mantener un régimen de “apartheid”, al parecer ignorando a los políticos árabes, jueces árabes, soldados árabes, líderes industriales árabes y futbolistas árabes en la selección nacional de Israel. También ha comparado las acciones israelíes con el Holocausto nazi.
En 2014, afirmó que Estados Unidos había sido “subyugado por el lobby judío”. Tras una oleada de indignación, se disculpó, pero aquello marcó la pauta de gran parte de su perspectiva desde entonces.
Y así llegamos al 7 de octubre. En ese día sombrío, publicó que “la violencia de hoy debe ponerse en contexto” —probablemente no se refería al ingenuo intento de Israel de apaciguar a Hamás permitiendo el flujo de dinero a la Franja en los años previos—, pero nunca otorgó la misma consideración a la respuesta militar de Israel, que más tarde calificó, errónea y descontextualizadamente, de “genocidio”.
No fue su único comentario llamativo tras los pogromos. Sorprendentemente, Albanese también argumentó que “las víctimas del 7 de octubre no fueron asesinadas por su judaísmo, sino en respuesta a la opresión de Israel”, esgrimiendo una defensa de Hamás que ni siquiera el propio Hamás sostiene.
Todo esto demuestra cuán depravadas se han vuelto las élites. En un universo sensato, la ONU sería una organización objetiva, confiable y virtuosa que combatiera el mal, defendiera la democracia y promoviera la armonía global.
Sin embargo, tras décadas de propaganda soviética, fundamentalismo centrista autocomplaciente en Occidente y manipulación por parte de nuestros enemigos autoritarios, el mundo que habitamos está lejos de ser sensato. Prueba de ello: es un mundo en el que la ONU se ha convertido en el principal facilitador del yihadismo.
Trump puede ser un instrumento algo tosco, supongo, pero al menos (a menudo) usa su poder contra los objetivos correctos. Albanese es uno de ellos.