Un estudio reciente mostró que los manuscritos cristianos en arameo siríaco fueron compilaciones complejas, comparables en estructura al Talmud judío.
Un estudio demuestra la complejidad editorial de textos siríacos
Un análisis liderado por Noam Maeir, doctorando de la Universidad Hebrea de Jerusalén, reveló en marzo de 2025 que los manuscritos cristianos escritos en siríaco fueron obras cuidadosamente compiladas. El estudio, publicado en la revista PLOS ONE, examinó cerca de 1.000 documentos de la Biblioteca Británica fechados entre los siglos V y XIX.
Mediante herramientas de inteligencia artificial, Maeir identificó que estos manuscritos no eran simples copias, sino que integraban múltiples fuentes en una sola obra. La métrica desarrollada, denominada Extractos por Manuscrito (EPM), mostró que el 75% de los textos contienen entre uno y veinte extractos, mientras que 27 manuscritos, en su mayoría de los siglos VI al IX, superan los 100.
Los resultados señalan que los editores de estos textos cristianos siríacos seguían procesos comparables a los usados por los Stama, los compiladores del Talmud. El documento más antiguo de la colección, el Codex Sinaiticus Syriacus, fechado en 412 d.C., se cuenta entre los códices más antiguos del mundo y muestra la longevidad de esta tradición editorial.
La utilización de inteligencia artificial permitió analizar simultáneamente miles de manuscritos, lo que superó ampliamente la capacidad de estudios manuales anteriores. Maeir aplicó algoritmos para cuantificar fragmentos y detectar patrones editoriales, lo que evidenció una actividad intelectual intensiva entre los siglos VI y IX.
El uso de IA permitió identificar patrones y estructuras complejas
Entre los hallazgos más destacados figura un manuscrito del siglo VIII conservado en la Biblioteca Británica que incluye 127 extractos. Este contiene pasajes de la Peshitta (Biblia siríaca), homilías de Juan Crisóstomo y anotaciones teológicas sin autor identificado, además de marcas marginales que delatan la participación de varios editores.
Según Maeir, esta forma de compilación colectiva refleja un método editorial semejante al del Talmud, elaborado entre los siglos III y VI por comunidades judías en Mesopotamia. A diferencia del Talmud, del que no se conservan manuscritos originales, los textos siríacos preservan evidencias materiales del proceso editorial.
La colección analizada procede principalmente de monasterios en Irak, Siria y Egipto y fue adquirida en el siglo XIX. Se trata de una de las colecciones siríacas más grandes del mundo, con 1.008 manuscritos, muchos de los cuales muestran estructuras textuales complejas y una composición curada por múltiples manos.
Un informe de 2023 del Endangered Archives Programme estima que existen más de 20.000 manuscritos siríacos en todo el mundo. Entre los centros más relevantes se encuentran el Monasterio de Santa Catalina, la Biblioteca Vaticana y el Monasterio de Mor Gabriel.
Datos clave sobre el impacto de la IA en manuscritos siríacos
- El 75% de los manuscritos analizados contienen entre 1 y 20 extractos.
- Un 2% de los textos, en su mayoría antiguos, incluyen más de 100 fragmentos.
- El manuscrito más antiguo data del año 412 d.C., el Codex Sinaiticus Syriacus.
- Las herramientas de IA identificaron patrones editoriales antes imposibles de rastrear.
- Se han digitalizado más de 3.000 manuscritos desde 2020 gracias al Syriac Manuscript Portal.
Las tecnologías digitales revelan textos borrados y fragmentos perdidos
Investigaciones recientes utilizaron imágenes multiespectrales y modelos de aprendizaje automático para recuperar contenidos ilegibles o dañados. Un ejemplo es un palimpsesto del siglo VI que contenía una traducción perdida de Galeno, redescubierta gracias a estas técnicas.
Los estudios no se limitan al contenido textual. También se han documentado métodos de producción como el uso de tintas ferrosas y el reciclaje de pergaminos. Estas prácticas ofrecen información sobre los recursos y habilidades de los escribas siríacos.
Los manuscritos incluyen traducciones de obras griegas, como los tratados de Aristóteles, junto con textos litúrgicos y hagiográficos. Estas compilaciones reflejan un esfuerzo por preservar y transmitir conocimientos de diversas tradiciones culturales.
El análisis digital ha permitido estudiar manuscritos como objetos culturales, no solo como vehículos de textos. Según un estudio de 2025, los modelos lingüísticos en siríaco facilitan la reconstrucción de estructuras gramaticales y fragmentos incompletos.
Los manuscritos siríacos fueron producto de colaboración cultural
La lengua siríaca, dialecto del arameo, se consolidó como vehículo litúrgico en comunidades cristianas orientales desde el siglo II. Monasterios en ciudades como Edesa, Nisibis y Antioquía produjeron manuscritos con un enfoque editorial activo.
Escribas siríacos trabajaban en entornos colaborativos y añadían correcciones, glosas y fragmentos adicionales, generando manuscritos comparables a “bibliotecas portátiles”. Un documento del siglo IX contiene fragmentos de la Didascália Apostolorum junto con comentarios y textos litúrgicos.
Estos centros monásticos actuaban como nodos de intercambio cultural, integrando elementos griegos, persas y árabes. Así, el siríaco funcionó como puente cultural en la transmisión de saberes durante la Antigüedad Tardía.
Un artículo de 2022 subrayó que el siríaco permitió la traducción y adaptación de textos filosóficos y teológicos, especialmente antes de la expansión islámica, lo que consolidó su papel en la historia intelectual del Cercano Oriente.
Persisten dudas sobre el uso original de los textos siríacos
Aunque muchos manuscritos incluyen comentarios extensos y anotaciones, no se ha determinado con certeza si su uso fue litúrgico, académico o ambos. Estudios recientes han propuesto diversas interpretaciones sin llegar a un consenso definitivo.
Algunos textos presentan señales de uso prolongado, como correcciones, tachaduras y agregados. Estas marcas indican que los manuscritos siríacos fueron objetos dinámicos, usados y modificados por distintas generaciones de lectores y copistas.
Los monasterios orientales no funcionaban como espacios cerrados. Eran centros abiertos donde monjes y laicos colaboraban en la producción de textos. Estos espacios también mantenían conexiones comerciales con regiones lejanas, incluso hasta China.
Informes de instituciones como la Hill Museum & Manuscript Library destacan que los talleres de copia en Mesopotamia y Persia produjeron manuscritos para comunidades locales y redes más amplias, fortaleciendo la circulación del conocimiento.