Después de un período en el que un acuerdo dramático y significativo entre Israel y Hamás parecía ser inminente, tal idea ahora parece una fantasía lejana.
Las conversaciones de reconciliación entre palestinos se estancaron, para empezar, con otra ronda de discusiones en El Cairo entre altos funcionarios de Fatah e inteligencia egipcia sobre el tema que terminó recientemente sin dar resultados. Como en el pasado, las direcciones de Fatah y Hamás han estado intercambiando acusaciones por ese fracaso.
La violencia en la frontera entre Israel y Gaza ha disminuido significativamente, con menos manifestantes que protestaban cerca de la valla fronteriza con Israel el viernes y menos globos incendiarios enviados al territorio israelí.
Otro de los factores que impiden un acuerdo a largo plazo entre Israel y Hamás es la guerra diplomática que se libra entre Qatar y Egipto por el crédito: cuál de ellos será considerado el «padrino» de un período de calma o un trato más sustantivo entre el Estado judío y el grupo terrorista islamista que busca su destrucción.

Pero el problema real es más sustantivo: Doha y El Cairo están tomando dos caminos muy diferentes hacia un futuro más tranquilo, y esos caminos ni siquiera terminan en el mismo destino.
La postura egipcia es que primero se debe llegar a un acuerdo de reconciliación intrapalestino entre Hamás y Fatah, y que solo después de que el gobierno de la Autoridad Palestina dominado por Fatah regrese a la Franja de Gaza se puede negociar un acuerdo más amplio entre Israel y Gaza.
El gran problema con ese enfoque es que la reconciliación intrapalestina depende de la buena voluntad del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, que está estableciendo condiciones que sabe muy bien que el grupo terrorista que gobierna la Franja no tiene intención de conceder: Hamás renuncia a todos los elementos de su gobernar, desarma su ala militar y entrega todas sus armas a la Autoridad Palestina. Como a Abbas le gusta llamarlo: «Una ley, un arma».
Ese es prácticamente el escenario soñado de Israel, aunque por alguna razón hay algunos en Israel que culpan a Abbas por retrasar un acuerdo, en lugar de alentarlo a mantener su posición.

El plan de Qatar es casi al revés. Doha no quiere esperar más a Abbas y ha estado enviando innumerables mensajes de que está dispuesto a invertir masivamente en la Franja de Gaza, incluyendo la construcción de un aeropuerto para los habitantes de Gaza cerca de Eilat en el sur de Israel, con supervisión de seguridad israelí, desde donde se realizan vuelos a Qatar y Turquía.
Además, a los qataríes les gustaría crear una ruta marítima desde Gaza a Chipre, con un puerto en Chipre que transfiera mercancías hacia y desde la Franja, nuevamente bajo la supervisión de la seguridad israelí.
Esa posibilidad ha alarmado a Abbas, cuyos socios han dejado en claro que si Hamás acepta esos términos y firma un acuerdo así, significaría que Gaza se está desconectando permanentemente de Judea y Samaria, por lo tanto, la Autoridad Palestina detendrá todos sus pagos a Gaza. Ese financiamiento es significativo, por un total de $ 95 millones por mes.
Egipto también se opone firmemente a esas ideas, ya que su rival, Qatar, obtendría todo el crédito, y dado que la dependencia de Gaza en El Cairo disminuiría significativamente. Si bien a los egipcios no les gustaría ver a los dos millones de habitantes de Gaza dependientes de El Cairo, tampoco les gustaría que se los excluya por completo.
Resultado final, como tantas veces antes: un punto muerto.