El uso frecuente de sanciones a Estados recalcitrantes por no seguir la línea estadounidense en la diplomacia internacional puede, algún día, convertirse en objeto de crítica u oposición en la comunidad de naciones y en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Un aspecto crucial de las relaciones cada vez más enconadas entre el Occidente democrático y las dos superpotencias euroasiáticas, que son miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con derecho a veto, es que la voz de estas últimas suele tener eco en los países descolonizados y en desarrollo.
Los países asiáticos, sea cual sea la forma de gobierno que hayan adoptado, no han visto la inclinación estadounidense por la imposición de sanciones coercitivas como algo propio de la talla de Estados Unidos.
Esta fue la impresión general cuando se impusieron sanciones a Irán no una sino dos veces, y esta es la impresión cuando se impusieron sanciones a Rusia tras su conflicto armado con Ucrania.
La diplomacia de labrar esferas de influencia, como era la costumbre de las potencias coloniales occidentales en los siglos XIX y XX, tiene que ser tomada como un legado prescindible que hay que descartar y olvidar.
Eso fue precisamente lo que la India -la mayor democracia del mundo que se debate entre la democracia al estilo de Westminster y el socialismo de orientación marxista- trató de plantear a EE.UU. y a sus aliados de la UE cuando consideraron la propuesta de imponer sanciones económicas a Rusia tras el conflicto armado con Ucrania.
Ha llegado el momento de que los planificadores políticos occidentales reconsideren la opción obsoleta y quizá contraproducente de imponer sanciones.
El caso del sexto paquete de sanciones contra Rusia, que pretende imponer un embargo a la compra de petróleo ruso o a su transporte a destinos, demuestra que las sanciones pueden ser porosas e incluso pueden frustrar el propio propósito para el que fueron concebidas.
La historia de las exportaciones de petróleo ruso tras la aplicación del sexto paquete es reveladora. Los comerciantes de petróleo que se auto-sancionaron suspendieron el transporte de petróleo ruso en sus buques cisterna a los mercados europeos.
Rusia exportaba su petróleo a los mercados europeos principalmente por medio de petroleros y sólo una pequeña cantidad por oleoductos. Los petroleros transportaban el 75% del petróleo ruso a Europa. La UE no ha prohibido la exportación de petróleo ruso, pero sí el transporte de petróleo ruso en sus buques.
Europa no podía imponer una prohibición al suministro de petróleo ruso porque depende de Rusia para el petróleo. Sin embargo, Grecia quedó exenta del impacto de la sexta fase porque la industria naviera es la columna vertebral de su economía y es miembro de la UE.
La exención resultó ser una ganancia para Grecia. Según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), la cuota de Grecia en el transporte de petróleo ruso a los mercados europeos creció del 35% al 55%.
Así pues, en la práctica, el embargo del suministro de petróleo ruso resultó ineficaz. Sin embargo, la otra obstrucción que contemplaba la UE era la amenaza de imponer sanciones secundarias a las empresas navieras y aseguradoras internacionales para impedir que Rusia enviara petróleo por mar después del 5 de diciembre.
Una vez concedida la exención a Grecia, India acudió en ayuda de Rusia certificando la seguridad de toda la flota rusa.
La certificación india de la aptitud de la flota rusa fue una de las razones por las que el presidente Biden había amenazado con imponer sanciones a India por importar petróleo de Rusia en un momento dado.
Pero muchos congresistas que se oponían a la idea de imponer sanciones por parte de la democracia más fuerte del mundo a la mayor democracia del mundo pensaron que sólo sería ridículo; Biden no fue más allá.
Pero cuando el secretario de Estado Blinken lanzó una insinuación al ministro de Asuntos Exteriores indio, Jaishankar, de que India estaba financiando el terrorismo ruso mediante la compra de petróleo ruso, el hábil diplomático indio le dijo que el dinero que India invertía en petróleo ruso en un mes equivalía a la mitad del dinero que los países europeos invertían en petróleo ruso.
El ministro de Asuntos Exteriores indio no se andaba con chiquitas. Según S&P Global Commodities at Sea, “Rusia solía enviar unos 30 millones de barriles de productos refinados a Europa cada mes, según la actividad del año pasado. De estos volúmenes, unos 20 millones de barriles mensuales se referían a gas/aceite/diesel, lo que equivale a hasta 700.000 barriles diarios (BPD)”.
Rusia dispone de una industria naval bien desarrollada, capaz de suministrar petróleo a los mercados potenciales. Ha construido infraestructuras de astilleros en San Petersburgo, Murmansk y Vladivostok.
Se ha invertido en avanzados rompehielos de propulsión nuclear para mantener la costa norte abierta al movimiento de los petroleros. Rusia planea sacar a flote centrales nucleares, que podrían venderse a determinados países.
Una vez más, la intención de Occidente de imponer a Rusia el plan de precios del petróleo no parece tener perspectivas de éxito porque es probable que China e India, los dos mayores importadores de petróleo ruso, no acepten participar en el plan.