Las relaciones económicas entre Japón e Israel alcanzaron nuevos récords en 2021, con empresas japonesas que invirtieron unos 2.900 millones de dólares en 85 acuerdos en empresas israelíes el año pasado, casi el triple que en 2020, según un nuevo estudio publicado el domingo por la consultora Harel-Hertz Investment House.
En 2020, las empresas japonesas invirtieron 1.100 millones de dólares en 63 acuerdos de inversión, frente a los 914 millones de dólares de 2019; en 2015 esta cifra ascendió a solo 87 millones de dólares.
Japón representa ahora el 15,8% de todas las inversiones extranjeras en la industria israelí de alta tecnología, frente a solo el 1,8% en 2016, y el 12% de la inversión total (extranjera e israelí), indicó Elhanan Harel, fundador y presidente de Harel-Hertz y autor del informe.
Sin embargo, en números absolutos, las inversiones japonesas en Israel siguen siendo pequeñas, en comparación con las de los inversores estadounidenses (e israelíes). Según el informe, las sociedades de capital riesgo japonesas y las sociedades de capital riesgo corporativas siguen sin adoptar posiciones de inversores principales y prefieren unirse a las sociedades de capital riesgo israelíes o mundiales en las rondas de financiación.
El total de las inversiones japonesas en Israel desde el año 2000 ascendió a 13.000 millones de dólares en unas 400 operaciones, según el informe de Harel-Hertz.
Desde 2015, las áreas de interés para los inversores japoneses se han diversificado. La gran mayoría de las inversiones de ese año (61%) se centraron en empresas de comunicación y TI, y se redujeron al 13% en 2021, a medida que aumentaban las inversiones en empresas de ciencias de la vida, tecnología alimentaria, ciberseguridad, automoción, tecnología financiera y tecnología limpia.
En 2021, nueve nuevos inversores japoneses hicieron sus primeras incursiones en la industria tecnológica israelí, con dos nuevos fondos y siete corporaciones que se unieron a la comunidad inversora local japonesa. En general, las empresas y marcas japonesas tienen 97 oficinas en Israel en 2021, frente a las 15 de 2015, según el informe.
Los recién llegados más notables fueron el gigante japonés de las telecomunicaciones NTT (Nippon Telegraph and Telephone), que abrió un laboratorio de innovación en Ra’anana el pasado verano, y el conglomerado multinacional Softbank, que en 2021 invirtió la mayor cantidad (algo más de 2.000 millones de dólares del total) en empresas israelíes a través de 24 operaciones. La empresa comercial japonesa Mitsui participó en el mayor número de transacciones: 41 operaciones y 299 millones de dólares en inversiones, según el informe. Las actividades de Mitsui en Israel incluyen las de Magenta Venture Partners, una asociación a partes iguales entre Mitsui y dos profesionales del capital riesgo israelí, y MGI (Mitsui Global Investments), una filial de la corporación.
El año pasado, Softbank compró una participación de 25 millones de dólares en la empresa israelí de crowdfunding OurCrowd, y codirigió una inversión de 400 millones de dólares en la empresa israelí de ciberseguridad Claroty, un fabricante de software para defender fábricas y plantas industriales de ataques de ciberseguridad.
Las operaciones de SoftBank en Israel están dirigidas por el antiguo jefe del Mossad, Yossi Cohen, que dejó el cargo de la agencia de seguridad en junio tras más de cinco años en el puesto.
La multinacional japonesa, con más de 340.000 millones de dólares en activos bajo gestión (AUM), ha invertido en algunas de las mayores empresas del mundo, como Uber, DoorDash, Cruise, Slack, ByteDance (la precursora de TikTok) y -famosa- la empresa israelí cofundada WeWork. También ha realizado una serie de inversiones en otras empresas israelíes, como la empresa de ciberseguridad Cybereason y la compañía de plataformas de comercio social eToro.
El informe de Harel-Hertz señalaba que tanto Softbank como NTT eran “los líderes de la actividad internacional de Japón” y que su actividad en Israel podría provocar “un cambio positivo” en la comunidad empresarial japonesa.
En 2020, los tres inversores más activos fueron la multinacional Mitsubishi Corporation, el gigante del comercio y la inversión Sumitomo y el grupo de servicios financieros SBI Holdings, según los datos de ese año.
Harel dijo el domingo en un comunicado que el crecimiento de las inversiones en 2021 era “impresionante, teniendo en cuenta que todas ellas son “inversiones digitales” llevadas a cabo a través de sesiones de Zoom, procesos de control y examen de Internet, sin visitas ni capacidad de reunión”, que apuntan a la “madurez y credibilidad en las relaciones entre los empresarios japoneses y sus homólogos israelíes”.
Junto al espectacular aumento de las inversiones, el número de adquisiciones de empresas israelíes por parte de los gigantes japoneses es todavía pequeño. En 2021, tres empresas japonesas -Olympus, la empresa de productos químicos Asahi Kasei y el fabricante de semiconductores Renesas- compraron las empresas israelíes de dispositivos médicos Meditate e Itamar Medical, y el fabricante de chips Celeno, respectivamente, por 300, 538 y 315 millones de dólares.
Israel y Japón han visto florecer sus relaciones en los últimos años, después de años de relaciones comerciales mutuas titubeantes que se mantuvieron en su mayoría en secreto.
Los japoneses, muy conservadores, se habían mostrado reacios a abrazar a Israel por el tradicional temor a molestar a los proveedores de petróleo árabes o por las diferencias culturales. Pero desde 2015, tras la visita del ex primer ministro Benjamin Netanyahu a Japón en mayo de 2014 y del primer ministro japonés Abe a Israel en enero de 2015, el número de acuerdos de inversión y su valor se han disparado.
Las dos naciones han firmado acuerdos de inversión y cooperación en materia de seguridad, cibernética y agricultura.
Harel dijo que la escalada de la guerra comercial entre EE.UU. y China en los últimos años ha sido “presente y significativa”, lo que ha llevado a las empresas tecnológicas israelíes “a preferir Japón como centro de negocios en Asia”, ya que reconocen cada vez más su importancia económica y como “centro avanzado para las operaciones en otros países asiáticos”.