Rusia y China avanzan estratégicamente para hegemonizar el sector petrolero en Irak, desplazando el control Occidental en la región.
Explorando un futuro energéticamente autosuficiente, Rusia y China ascienden en una nueva diplomacia del petróleo en Oriente Medio. Recientes descubrimientos petroleros en Irak apuntan a un cambio geopolítico significativo. Incisivamente, la alianza Ruso-China tiene como objetivo principal el yacimiento Eridu en el Bloque 10, considerado el descubrimiento petrolero más importante de Irak en las dos últimas décadas.
Estudios preliminares identifican entre 7.000 y 10.000 millones de barriles de reservas en Eridu. Aun así, fuentes provenientes de la industria petrolera rusa sugieren que el volumen real podría incrementarse en un 50% este estimado, proyectado como un bien estratégico a considerar.
Rusia y China, ambos con miras a conformar un nuevo eje Irán-Saudí, buscan desplazar a Occidente en los asuntos de energía en Irak. Este empuje estratégico se alinea con su objetivo más amplio: disminuir la dominancia occidental en Oriente Medio.
Clave en este escenario es Lukoil, la petrolera rusa que controla el 60% del Bloc 10, y que podría consolidar la total propiedad del área rica en petróleo, aprovechando la venta de la participación del 40% de Inpex, la principal compañía petrolera de Japón, un aliado estadounidense entrañable.
Desde marzo, Lukoil ha intentado eliminar a Inpex del Bloque 10 y, con ello, minimizar la presencia occidental en Irak. La semana pasada el Ministerio de Petróleo iraquí aprobó la venta y Lukoil ha dejado claro que pretende asumir la propiedad total de la región.
El Bloque 10, localizado en la sureste de Irak y justo al sur de las masivas reservas petroleras de Nassirya, podría producir al menos 250.000 barriles diarios (bpd) hacia el 2027. No obstante, según las mismas fuentes rusas, la producción podría superar los 350.000 bpd si las nuevas estimaciones de reservas son correctas.
Estados Unidos, que formalmente salió de Irak a finales de 2021, está al tanto de las intenciones de Rusia y China. Sin embargo, pese a los comentarios de los funcionarios de Washington acerca de estos movimientos estratégicos, EE. UU. parece haber disminuido su foco en Oriente Medio, trayendo consigo una vasta oportunidad para Rusia y China cuyo expertis geopolítico y energético están dando forma al futuro energético del Medio Oriente.
Parece que el final ha estado cerca en Irak desde el momento en que Rusia logró dominar la industria de petróleo y gas en la región semiautónoma y problemática del Kurdistán, en el norte del país. Este dominio fue consumado a partir de las complejidades que siguieron a la represión de los disturbios kunas tras el referéndum independentista de septiembre de 2017, donde un 93% de los habitantes votaron por la separación total de Irak.
La corporación estatal rusa, Rosnef, aseguró su control sobre el Kurdistán iraquí mediante una variedad de contratos y acuerdos, convirtiendo la región en una pieza de ajedrez en el enfrentamiento con el gobierno central de Irak en Bagdad. Ahora, Rusia y China se mueven para asegurar su dominio sobre el resto de Irak, siendo un ejemplo reciente la retirada de Inpex del yacimiento de Eridu.
El amplio espectro de acuerdos de exploración y desarrollo, junto con numerosos contratos de perfil más bajo, proporcionan el espacio necesario para que estos dos países fortalezcan su presencia geopolítica en todo Irak, e incluso en la infraestructura clave del país. Recientemente, el Consejo de Ministros de Irak decidió respaldar todos los aspectos del “Acuerdo Marco Irak-China” firmado en diciembre de 2021, lo cual tiene un gran parecido en alcance y escala con el ambicioso “Acuerdo de Cooperación Irán-China de 25 años” que ya se encuentra vigente.
Un factor primordial en estos acuerdos es que China tiene prioridad para rechazar todos los proyectos de petróleo, gas y petroquímicos que surjan en Irak durante la vigencia del acuerdo, obteniendo un descuento de al menos un 30% en todas sus compras de petróleo y gas. Este Acuerdo Marco también facilita a Pekín la construcción de fábricas a lo largo de todo Irak, incluyendo conexiones ferroviarias, todo bajo la supervisión de administradores chinos en Irak.
Esto es vital para su “Iniciativa de la Franja y la Ruta”. La infraestructura ferroviaria en Irak estará completa una vez finalizada la red en Irán, comenzando con el contrato de electrificación de la línea férrea principal de 900 kilómetros que conecta Teherán con la ciudad nororiental de Mashhad. Por ende, se planifica establecer una línea de tren de alta velocidad Teherán-Qom-Isfahan y expandir esta red mejorada al noroeste hasta Tabriz. Tabriz es un nodo clave en la Nueva Ruta de la Seda de 2.300 kilómetros que une Urumqi con Teherán, y enlaza Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán y Turkmenistán en ruta, antes de llegar a Europa a través de Turquía.
Además, Rusia y China buscan transformar toda la región sureste de Irak, culminando en la ciudad portuaria de Basora -un centro crucial de exportación de petróleo– en una vasta red de yacimientos petroleros y gasíferos, junto con centros de transporte bajo su control. Un acuerdo destacado de este plan fue la aprobación de Bagdad de cerca de 1 billón de IQD (700 millones de dólares) en proyectos de infraestructura para Al-Zubair, ciudad ubicada al sur de Basora.
Cuando el acuerdo fue cerrado, el gobernador de la ciudad en aquel momento, Abbas Al-Saadi, señaló que la amplia participación de China en los proyectos era parte del “acuerdo de petróleo por reconstrucción e inversión”, un concepto más amplio del “petróleo por proyectos” firmado por Bagdad y Pekín en septiembre de 2019.
Además, después del anuncio de Al-Zubair, Bagdad otorgó otro contrato importante a una compañía china para construir un aeropuerto civil en Dhi Qar, región sureste rica en petróleo. Dhi Qar alberga dos de los yacimientos petrolíferos potencialmente más grandes de Irak —Gharraf y Nassiriya— y la finalización del aeropuerto está prevista para 2024. Esta región se encuentra al norte del gran yacimiento petrolífero de Eridu y al noroeste de Basora. El proyecto de aeropuerto contempla la edificación de varios terminales de carga y carreteras que conectan el aeropuerto con el centro urbano y con otras áreas clave de producción petrolera en el sur de Irak.
En línea con estas iniciativas, surgió otro acuerdo en el que empresas chinas construirán la ciudad de Al-Sadr, cercana a Bagdad, con un costo estimado de entre 7.000 y 8.000 millones de dólares, nuevamente bajo el paraguas del acuerdo “petróleo por reconstrucción e inversión” de 2019.