A pesar de sus diferencias, Joe Biden y Donald Trump han encontrado una cosa en la que están de acuerdo: abandonar Afganistán, y sacrificar 20 años de logros conseguidos con mucho esfuerzo, y las vidas de todos aquellos que han trabajado para llevar la paz a este país del sur de Asia.
Abandonar Afganistán comprometerá la seguridad estadounidense y mundial, alimentará el resurgimiento de los talibanes y los grupos terroristas, y dejará a generaciones de mujeres, demócratas y reformistas en un destino cruel e injusto.
El presidente Biden ha justificado su polémica decisión diciendo que Estados Unidos no puede ser el policía del mundo y que, tras 20 largos años, es hora de que las tropas estadounidenses vuelvan a casa.
Pero no mencionó que apenas quedan tropas en Afganistán, ni que el país presenta un caso muy especial que lo diferencia de otros lugares donde Estados Unidos no puede albergar tropas.
A principios de este año, la cantidad de tropas que quedaban en Afganistán era de entre 2.500 y 3.500, mucho menos que la cantidad de tropas estadounidenses en Japón, Corea del Sur, Alemania o incluso Italia.
Pero -se podría argumentar- esos otros soldados no están en peligro.
¿Las tropas estadounidenses en Afganistán estuvieron en peligro?
En 2020, solo cuatro soldados estadounidenses murieron en combate. Incluso si nuestra presencia de tropas fuera tan baja como 2.500 durante todo ese período, la tasa de mortalidad sería inferior a 0,20 de todas las tropas estadounidenses en Afganistán.
Sí, cada vida es preciosa, y cada muerte es una tragedia. Pero también debemos analizar lo que esa tasa del 0,20% ha garantizado a Estados Unidos y al pueblo afgano en los últimos años, y lo que se sacrificará al retirarse.
Estados Unidos despliega sus tropas en el extranjero no solo por razones de fuerza, sino también para reforzar a nuestros aliados y servir de baluarte contra las fuerzas antidemocráticas.
Basta con mirar la historia de las tropas estadounidenses en Irak.
Confiando demasiado en la estabilidad de ese país -y decidido a hacer una declaración política-, otro nuevo presidente, Barack Obama, declaró con orgullo que retiraría las tropas estadounidenses de Irak, en contra de la advertencia de innumerables asesores y expertos militares.
Obama cumplió su promesa, y fue entonces cuando las cosas empezaron a desbaratarse.
Los grupos terroristas y las fuerzas insurgentes se envalentonaron, y todos los logros de Estados Unidos en el país comenzaron a desaparecer. Se asesinó a personas inocentes y el país se sumió en luchas sectarias.
Afortunadamente, Obama se dio cuenta de su error y acabó por dar marcha atrás, pero no antes de que se produjera un derramamiento de sangre y una muerte innecesarios.
El presidente Obama también consideró la posibilidad de retirar las tropas estadounidenses de Afganistán, pero decidió no hacerlo; el entonces vicepresidente Biden, al parecer, estaba a favor.
El presidente Biden dice ahora que Estados Unidos debe abandonar Afganistán porque no podemos estar en todos los lugares del mundo en los que queremos estar. Dijo, por ejemplo, que Estados Unidos no puede ir a China y proteger a los uigures.
Pero Afganistán es una situación muy diferente.
En primer lugar, Estados Unidos tiene una responsabilidad especial allí, dada nuestra historia militar en el país. En segundo lugar, las fuerzas estadounidenses ya están en Afganistán. En tercer lugar, el compromiso de las tropas estadounidenses es minúsculo en comparación con los beneficios que obtenemos al estar allí.
Estados Unidos no puede -y no debe- olvidar por qué entramos en Afganistán en primer lugar.
Cuando los talibanes llegaron al poder en la década de 1990, Estados Unidos miró hacia otro lado; “no es nuestro problema”, nos dijimos.
Pero en un mundo global e interconectado, esa justificación barata e inmoral ni siquiera es cierta. Las fuerzas antidemocráticas suelen dar cobijo a otros grupos antidemocráticos, y los talibanes pronto dieron cobijo a Al Qaeda y otros terroristas.
Tras los atentados en todo Oriente Medio, y finalmente el 11 de septiembre de 2001, vimos que lo que ocurre en medio mundo es nuestro problema.
La mínima presencia estadunidense en Afganistán ha actuado como un fuerte elemento disuasorio para los talibanes. Una vez que se retiren, esa disuasión desaparecerá. Sí, los heroicos afganos lucharán; pero sin el respaldo de las fuerzas estadounidenses, podrían no prevalecer.
Si Estados Unidos se retira ahora, pronto verá las consecuencias de sus acciones en sus costas o cerca de ellas.
Y lo que es más importante, no podemos abandonar a los valientes afganos que luchan por su libertad a un destino cruel e injusto.
Por ejemplo, Zarifa Ghafari. A sus 29 años, es una de las primeras y únicas alcaldesas de Afganistán. Ha sobrevivido a múltiples intentos de asesinato y su padre fue asesinado el pasado otoño, todo por el mismo delito: exigir la libertad y los derechos de las mujeres y las niñas.
Zarifa no se ha dejado amilanar por la muerte de su padre, sino todo lo contrario; ha dicho que está dispuesta a dar su vida para construir un futuro mejor para su país. Incluso cita a Estados Unidos como inspiración, diciendo que Estados Unidos solo llegó a ser lo que fue porque otros estuvieron dispuestos a sacrificarse por él, y eso es lo que ella hará por Afganistán.
¿Cómo podemos abandonar a Zarifa Ghafari y a todos los demás como ella? ¿Realmente no vale la pena estacionar unos cuantos miles de tropas en Afganistán?
La presidencia de Donald Trump ha estado marcada por la abdicación del liderazgo estadounidense en la escena mundial. El presidente Biden ha hecho algunas mejoras. Pero su decisión sobre Afganistán es un terrible error que dejará a Estados Unidos y al mundo menos seguros.
Los estadounidenses deberían exigirle que lo reconsidere.