Desde que entró en la Casa Blanca, las declaraciones de Biden reflejan claramente la continuación de este patrón ruinoso.
Tres presidentes demócratas han causado daños de proporciones históricas en Oriente Medio: Jimmy Carter, cuando ayudó a deshacerse del Sha de Irán, lo que dio lugar a la Revolución Islámica de 1979; Bill Clinton, cuando no se dio cuenta a tiempo de la amenaza emergente de Al Qaeda; y Barack Obama, cuya política en Irak permitió el resurgimiento del Estado Islámico, y cuya actitud hacia la Primavera Árabe socavó todo Oriente Medio. ¿Seguirán el presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris los pasos de estas destructivas administraciones demócratas?
Desde que entró en la Casa Blanca, las declaraciones de Biden reflejan claramente la continuación de este patrón ruinoso. La sumisa cortesía con los palestinos sin ninguna exigencia política a cambio, las señales placenteras que envía a Irán y a sus aliados, el distanciamiento de los aliados tradicionales de Estados Unidos en Oriente Medio, todo ello apunta a la inevitable caída de Estados Unidos en nuestra región.
En lugar de aprender del éxito de la administración Trump en la ruptura de los axiomas diplomáticos que hasta entonces han definido el conflicto árabe-israelí, la administración Biden está tratando de destruir estos logros a cambio de una doctrina política que no ha beneficiado ni a EEUU ni al mundo.
Durante su primer discurso sobre política exterior, Biden habló de sus aspiraciones de “reparar” las alianzas democráticas, que habían sido destruidas por su predecesor. Podemos entender, basándonos en su discurso, que identifica tres de esas alianzas: los vecinos inmediatos de Estados Unidos -Canadá y México-; los aliados europeos de Washington -Gran Bretaña, Alemania, Francia y la OTAN-; y los aliados de Estados Unidos en Asia -Japón, Corea del Sur y Australia-. Es con estos países con los que Biden pretende “reparar las alianzas democráticas”.
Lo más inquietante es que Biden no consideró oportuno mencionar al único aliado democrático de Estados Unidos en Oriente Medio: Israel. Esto no es una coincidencia: el gobierno de Biden parece decidido a adoptar la actitud que prevaleció durante la presidencia de Obama, es decir, forjar alianzas con Irán y los palestinos, muy probablemente también con la Hermandad Musulmana.
Al hablar de sus planes para combatir el autoritarismo, Biden solo mencionó a China y a Rusia. No mencionó a Irán, ni siquiera a Venezuela, Cuba o Corea del Norte.
En el mismo discurso, Biden habló de la necesidad de unirse para proteger la libertad y defender los derechos universales, pero ignoró a los países que suponen una amenaza directa para la seguridad de Estados Unidos, nada menos que los regímenes de Moscú y Beijing.
Lo peor es que cuando Biden se dirigía al personal del Departamento de Estado de Washington, omitió por completo la cuestión nuclear iraní, como si no existiera. Y lo que es más importante: no pronunció ni una palabra sobre la amenaza iraní a Israel. De hecho, no mencionó a Israel en absoluto.
Esta es la tragedia de Oriente Medio: siempre que surge la esperanza de que el conflicto cese, alguien, surge para quitarla. Durante la administración de Trump, parecía que lo que nos sacaba del camino destructivo al que nos habíamos acostumbrado era la capacidad de pensar de forma diferente. Una iniciativa responsable es la única manera de evitar que esta región vuelva a ese terrible camino.