Tras la mayor incautación de armas y combustible a grupos terroristas iraníes hasta la fecha, la administración Biden ha guardado silencio.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos anunció el 7 de diciembre de 2021 el decomiso de dos grandes alijos de armas iraníes. Según se informa, las armas incluían armas avanzadas como “171 misiles antitanque guiados, ocho misiles tierra-aire, componentes de misiles de crucero de ataque terrestre, componentes de misiles de crucero antibuque, ópticas de armas térmicas y otros componentes para misiles y vehículos aéreos no tripulados [drones]”. La Armada estadounidense también se incautó de productos petrolíferos iraníes en “cuatro buques cisterna de bandera extranjera en el Mar Arábigo o en sus alrededores mientras se dirigían a Venezuela”. Estas acciones representan las mayores confiscaciones de envíos de combustible y armas de Irán realizadas por el gobierno”.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI) -creado como contrapeso militar al ejército del Sha para promover la Revolución de 1979, y designado como organización terrorista por el Departamento de Estado de Estados Unidos- orquestó estos envíos.
El CGRI es también la columna vertebral del estamento clerical de Irán. Los altos mandos del CGRI y el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, tienen la última palabra en la política interior y exterior de Irán y en el apoyo a sus representantes. El CGRI, además, se dedica a la represión interna de los disidentes; a la supresión de la libertad de expresión, de prensa y de reunión, y a encarcelar a los opositores políticos. La oficina en Washington de un grupo de la oposición iraní, el Consejo Nacional de la Resistencia de Irán (NCRI), ha publicado un libro de 175 páginas, “El ascenso del imperio financiero del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria”, en el que se demuestra que el CGRI controla más de la mitad del PIB de Irán y es propietario de varios grandes centros económicos y dotaciones religiosas, como Astan-e Qods Razavi, en la ciudad nororiental de Mashad. El NCRI también publicó otro libro detallado sobre 15 centros de entrenamiento terrorista iraníes, donde el CGRI proporciona entrenamiento ideológico, militar y táctico a reclutas extranjeros, que luego son enviados a realizar actividades terroristas en Oriente Medio y más allá.
Estos envíos de armas, que se dirigían a los Hutíes en Yemen, es otra violación por parte de Irán de la Resolución 2140 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas:
“Obligación de congelar todos los fondos, otros activos financieros y recursos económicos que sean propiedad o estén bajo el control, directo o indirecto, de las personas o entidades designadas por el Comité, o de personas o entidades que actúen en su nombre o bajo su dirección, o de entidades que sean de su propiedad o estén bajo su control; no se pondrán fondos, activos financieros o recursos económicos a disposición de esas personas o entidades o en su beneficio”.
Lamentablemente, el gobierno de Biden ha guardado silencio, presumiblemente porque no quiere echar por tierra la posibilidad de revivir el endeble y letal acuerdo nuclear de 2015, también conocido como JCPOA, que en realidad es una pista de aterrizaje para que la República Islámica, dentro de unos años, tenga un arsenal nuclear ilimitado.
Mientras tanto, los Hutíes de Yemen han tenido la suerte de contar con Irán como un poderoso aliado en sus intentos de desbancar al Reino de Arabia Saudí, presumiblemente para tomar posesión de los dos lugares más sagrados del islam, La Meca y Medina. Los patrocinadores iraníes de los Hutíes no dejarán que se queden sin munición. El gobierno iraní sigue siendo persistente en el contrabando de armas y tecnología ilícitas en Yemen
Los esfuerzos de Irán por pasar de contrabando estas armas ilícitas a sus milicias y grupos terroristas dan una idea de las tácticas y estrategias a largo plazo de los apoderados armados y entrenados por Irán en todo Oriente Medio. Sus planes y su agenda parecen basarse en cuatro pilares: la desestabilización, el conflicto, el asesinato y el rechazo a cualquier solución que tenga origen suní u occidental. El conflicto de Yemen significa para el régimen iraní algo más que una simple burla a sus rivales del Golfo. Más bien, parece ser una cruzada ideológica para unir al mundo musulmán bajo su propio gobierno islamista, que siempre verá cualquier intento de paz como un mero retraso en el proceso.
El régimen iraní utiliza varios métodos -a través de tierra, mar y vuelos comerciales- para el contrabando de armas. Según el antiguo embajador de Israel ante la ONU, Danny Danon:
“La Fuerza Al-Quds iraní empaqueta armas, municiones y tecnología de misiles para Hezbolá en maletas y las pone en vuelos de Mahan Air… Estos aviones vuelan directamente al aeropuerto de Líbano o Damasco y desde allí las armas se transfieren por tierra a Hezbolá”.
Uno de los principales objetivos de los dirigentes iraníes al potenciar sus milicias y grupos terroristas en otros países es exportar la Revolución de la República Islámica a otras naciones. Esta misión es, de hecho, parte de la Constitución de Irán. La Constitución, dice su preámbulo, “proporciona la base necesaria para asegurar la continuación de la Revolución en el país y en el extranjero”. La Constitución iraní continúa diciendo que el Ejército y la Guardia Revolucionaria de Irán “será responsable no sólo de vigilar y preservar las fronteras del país, sino también de cumplir la misión ideológica de la yihad (chiíta) a la manera de Dios; es decir, extender la soberanía de la ley (chiíta) de Dios por todo el mundo… con la esperanza de que este siglo sea testigo del establecimiento de un gobierno santo universal y de la caída de todos los demás”.
El gobierno de Biden debe abandonar, de una vez por todas, su política de apaciguamiento hacia los mulás gobernantes de Irán. Están a cargo de un régimen depredador que ha sido calificado, sin duda, como el principal Estado patrocinador del terrorismo en el mundo. Sin embargo, la actual administración estadounidense parece empeñada en darles poder.