El dictador bielorruso Alexander Lukashenko se encuentra en una encrucijada. Lleva 30 años gobernando una autocracia intacta gracias al respaldo militar de Moscú. Pero la invasión rusa de Ucrania ha cambiado sus perspectivas.
La guerra en Ucrania se ha convertido en una pesadilla para el Kremlin, que contaba con una rápida capitulación ucraniana.
Al darse cuenta de que no disponía de los efectivos necesarios para imponer la anexión y el imperialismo a 44 millones de ucranianos, el presidente ruso Vladimir Putin ha pedido ayuda militar y de personal a otros miembros de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, como Kazajstán, en vano. Tras agotar gran parte de sus arsenales de artillería y misiles, Moscú no ha tenido más remedio que pedir ayuda militar a Estados delincuentes como Irán y Corea del Norte.
Lukashenko ha ayudado a coordinar logísticamente la invasión, pero se ha negado a intervenir formalmente. Tras las grandes protestas que fueron sofocadas con ayuda de Rusia, el dictador bielorruso se encuentra ahora bajo la presión de los mismos que le mantienen en el poder.
Lukashenko colaboró en los planes de guerra de Rusia. En preparación de la invasión rusa, abrió voluntariamente su país a las fuerzas rusas para que montaran un escenario y se prepararan para asaltar Kiev. Tras meses en los que Lukashenko negó que tuviera conocimiento de una invasión o de que Rusia fuera a invadir desde territorio bielorruso, en febrero lo hicieron.
Además de abrir su frontera, Lukashenko se regodeó diciendo que la “operación militar especial” llegaría hasta Transnistria. Permitió que las bases bielorrusas se utilizaran como puntos de escala para los bombardeos rusos. Mientras que otros miembros de la OTSC se negaron a enviar apoyo logístico o militar, Lukashenko pensó que aplacar al Kremlin sacrificando algo de soberanía sería suficiente. A todas luces, no fue así.
En los últimos meses, el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, ha visitado Minsk, y Putin ha hecho alguna que otra aparición. Parece que Moscú está convenciendo ahora a Lukashenko para que intervenga formalmente en Ucrania, le guste o no.
Los problemas logísticos y de personal de Rusia dejan a Moscú con una sensación de urgencia respecto a futuras contraofensivas ucranianas. Se han instalado líneas defensivas en Crimea y en la región de Donbás.
![Putin está pagando un precio enorme por sus errores en la invasión de Ucrania](https://israelnoticias.1eye.us/wp-content/uploads/2022/11/Jefes-640x360.jpg)
Aunque las bajas significativas han reducido la disponibilidad de fuerzas profesionales rusas, Putin ha persistido en la búsqueda de la expansión territorial, con planes que incluyen otro rumoreado empuje hacia Kiev. Para llevar a cabo esta operación, Putin tendría que cortejar o coaccionar por la fuerza a Lukashenko. Esto pone al autócrata en una situación difícil.
El ejército bielorruso es pequeño y no puede acercarse a las capacidades de los rusos para llevar a cabo despliegues. Lukashenko también necesita a los militares para operaciones internas. Como dictador impopular, podría enfrentarse a un levantamiento si la mayor parte de su protección se desplegara en otros lugares.
Lukashenko no sólo es impopular entre los bielorrusos, muchos de los cuales desean relaciones amistosas con sus enemigos geopolíticos como Ucrania y Polonia, sino que la invasión rusa también es impopular. Como Rusia ayudó a aplastar las protestas de Minsk, muchos bielorrusos se han alzado en armas junto a las Fuerzas Armadas ucranianas, formando una Legión Bielorrusa Libre con el objetivo de derrocar a los apoderados del Kremlin.
Cualquier perspectiva de invasión podría provocar un levantamiento, y si se produce una acción militar con grandes bajas en una guerra impopular, Lukashenko también se arriesga a un posible motín de sus propias fuerzas armadas. El propio Putin se perfila como un peligro potencial. Como se ha visto en Georgia, Armenia y Ucrania, el autócrata ruso no se toma a bien los desaires, ni se muestra indulgente con los vasallos que se apartan de su visión.
Confiar en un tirano para consolidar su propia tiranía puede volverse en contra de Lukashenko. Tanto si invade Ucrania como si no, sigue estando en apuros. Un colapso del régimen de Putin abriría una gran oportunidad para que los bielorrusos derrocaran la autocracia de Minsk, pero intervenir abiertamente también podría sellar su destino. Durante 30 años, Alexander Lukashenko se ha considerado intocable. Su grandeza está ahora en un reloj de arena.