La Organización Mundial de la Salud declaró recientemente que la aparición del nuevo coronavirus era una emergencia sanitaria mundial que requería una respuesta mundial. Sin embargo, a un rincón del planeta se le ha negado la oportunidad de contribuir a ese esfuerzo con sus propios conocimientos y de beneficiarse de los conocimientos de otros. A instancias de la República Popular China, Taiwán sigue sin poder acceder a la Organización Mundial de la Salud, la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) y otras organizaciones internacionales que tienen un papel que desempeñar en la contención del virus. La comunidad mundial sigue atendiendo a las exigencias políticas de China, lo que aumenta la probabilidad de que el virus encuentre lagunas en el esfuerzo mundial por contenerlo.
En un hecho particularmente preocupante de los últimos días, la cuenta Twitter de la OACI ha bloqueado a los usuarios, entre ellos muchos expertos en políticas del centro de estudios y las comunidades académicas, que tuiteaban sobre la relación de Taiwán, o la falta de ella, con la organización.
Sin duda, la OACI no es responsable de la exclusión de Taiwán; la culpa de ello recae directamente en China y sus sapos extranjeros. Pero la OACI sí tiene la responsabilidad de explicar si existe un peligro en la Región de Información de Vuelo (RIF) de Taiwán, que en 2018 atendió a 1.75 millones de vuelos y a casi setenta millones de pasajeros, que se encuentra fuera del ámbito de competencia de la OACI y, de ser así, cómo mitiga ese peligro. Sin embargo, en medio de una crisis sanitaria mundial en la que los viajes aéreos desempeñan un papel fundamental, la OACI ha evitado esa responsabilidad.
No está claro si este esfuerzo por cerrar el diálogo sobre la cuestión fue dirigido por el Secretario General de la OACI, Fang Liu, de nacionalidad china, o si fue la labor de un gerente de medios de comunicación social demasiado entusiasta. Pero en cierto modo, también es irrelevante.
Independientemente del proceso por el cual la OACI se encontró en una juerga de bloqueo, la juerga señala el peligro de la creciente influencia de China en las organizaciones internacionales. Contrariamente a las declaraciones al respecto de la OACI y de la oficina del Secretario General de las Naciones Unidas, los expertos en políticas que comentaron la falta de participación significativa de Taiwán no eran “defensores” o “activistas” que difundieran “información errónea” o “tergiversaran” la OACI. Más bien, estaban planteando una cuestión de interés internacional.
Si la primera prioridad de la OACI era la seguridad de los viajes aéreos civiles, entonces acogería con agrado una conversación sobre un FIR con el undécimo aeropuerto más grande del mundo por tráfico de pasajeros y el quinto más grande por carga aérea internacional (a partir de 2018). En cambio, parece más preocupado por hacer la apuesta de China priorizando las prioridades políticas de Beijing sobre una emergencia sanitaria mundial.
La política de los Estados Unidos ha sido durante mucho tiempo apoyar la participación significativa de Taiwán en las organizaciones internacionales. En septiembre de 2019, en una carta bipartidista del Congreso se pedía al Secretario de Estado Mike Pompeo y a la Secretaria de Transporte Elaine Chao que “abogaran firmemente por la participación de Taiwán como observador” en la asamblea anual de la OACI, argumentando que “la seguridad operacional de la aviación no debe ser una cuestión política”. Lamentablemente, se trata precisamente de una cuestión política para la República Popular China, a la que le importa mucho más aislar a Taiwán en la escena internacional que garantizar la seguridad de las decenas de millones de pasajeros que vuelan a través del FIR de Taiwán cada año o detener la propagación mundial de un virus mortal.
Si los Estados Unidos se preocupan realmente por estas cosas, tendrán que darles prioridad en sus tratos con China y los Estados clientes de China. Esto requerirá explicar a Pekín que, de cara al futuro, la administración Trump considerará la exclusión de Taiwán como una amenaza a los intereses de seguridad nacional de los Estados Unidos. Requerirá imponer costos a Beijing por negarse a adoptar un enfoque más flexible a la participación de Taiwán. Además, requerirá un enfoque más agresivo, utilizando tanto zanahorias como palos, para influir en los actuales aliados de China en las organizaciones internacionales para apoyar la participación práctica de Taipei.
En 2018, Beijing anunció unilateralmente nuevas rutas aéreas civiles sobre el Estrecho de Taiwán. No consultó a Taipei, que, alegando problemas de seguridad, no aprueba su uso. La OACI, que exige que las rutas de vuelo se cambien “solo después de que se hayan coordinado con todas las partes interesadas”, no intervino. No hay ningún mundo en el que esta situación pueda considerarse propicia para la seguridad de los viajes aéreos internacionales. No hay ningún mundo en el que la prohibición de Taiwán de recibir actualizaciones directas e inmediatas de la Organización Mundial de la Salud y de la OACI sobre los esfuerzos para contener el coronavirus pueda considerarse propicia para la salud mundial.
Es de esperar que China anteponga sus propios intereses parroquiales a las preocupaciones mundiales. Dicho esto, ya es hora de que el resto del mundo deje de aguantar el enfoque de Pekín, que es tan poco serio y egoísta. Decir que hay vidas en juego no es una exageración. Es hora de un nuevo enfoque.
Por: Michael Mazza