La India ha disfrutado de un largo período de primacía en Afganistán, pero el creciente interés de China en este país en guerra está a punto de alterar este delicado acuerdo. Las enconadas disputas fronterizas entre China y la India son un ejemplo de su continua rivalidad estratégica, pero no reflejan adecuadamente la naturaleza de su coexistencia en un tercer país como Afganistán. Invertir en proyectos de desarrollo sobre el aumento de la conectividad y el comercio para estabilizar Afganistán, también para llenar el vacío dado por la potencial de salida de los Estados Unidos, tiene sentido económico y estratégico para ambos países, que tienen sus respectivos objetivos, y también ofrece oportunidades para una cooperación más profunda. A medida que la dinámica competitiva entre China y la India se desarrolla en otros lugares, Afganistán ofrece la oportunidad de que esa dinámica pase de la cooperación a la competencia de manera fluida y sin tropiezos.
La competencia entre China y la India tiene a muchos de los países vecinos más pequeños de la región preocupados por quedar atrapados entre los dos gigantes asiáticos. El enfrentamiento de 2017 en Dolkam fue un ejemplo de la difícil situación en que se encuentran países como Bhután, que se convirtió en el escenario de un conflicto fuera de su control. Incluso en ausencia de una confrontación directa, la India ha sospechado de cualquier presencia china en su vecindad inmediata, como su presencia en Pakistán y Sri Lanka, y, del mismo modo, Beijing ha estado observando atentamente el creciente acercamiento entre la India y Japón a través de proyectos conjuntos y cooperación en materia de defensa. Sin embargo, ha habido un esfuerzo reciente de ambas partes por lograr un tono más cooperativo incluso en medio de la sospecha y la rivalidad mutuas, y Afganistán está bien posicionado para beneficiarse de este sentimiento.
Un área clave para mejorar la cooperación entre China e India es la lucha contra el terrorismo, ya que ambas naciones tratan de reducir la presencia y la eficacia de las células terroristas que operan en Afganistán. A China le preocupa que esta amenaza a la seguridad haga metástasis en la provincia de Xinjiang, propensa a los disturbios, que limita con la provincia afgana de Badakhshan y alberga a una población musulmana descontenta y difamada. A la India le preocupa que un gobierno afgano débil deje margen para que Islamabad intervenga y perturbe el delicado equilibrio estratégico entre el Pakistán y el Afganistán.
Con ese fin, tanto China como la India han trabajado por separado para capacitar a los soldados afganos en la aplicación de tácticas antiterroristas. De hecho, se informa de que China está construyendo una pequeña base militar en Badakhshan para contrarrestar cualquier derrame de la insurgencia. Además de sus actividades de capacitación, la India también ha donado a Afganistán helicópteros Mi-25 y Mi-35, que han demostrado ser inestimables para las operaciones de lucha contra el terrorismo. Esto, junto con el programa recientemente iniciado para capacitar conjuntamente a diplomáticos afganos, da fe de la enorme oportunidad de profundizar la cooperación entre China y la India en la lucha contra el terrorismo y la promoción de la paz, ya que sus objetivos se refuerzan mutuamente.
Por el contrario, cuando se trata de comercio e inversiones, Afganistán debe elegir a menudo una oferta en lugar de otra, lo que puede crear tensión en la región. La larga alianza diplomática de Kabul con Nueva Delhi le ha dado la ventaja de acceder a los mercados de Asia central a través del Afganistán, lo que contribuye al objetivo de Kabul de ampliar su cartera comercial más allá del Pakistán. Un ejemplo de ello es el acuerdo de tránsito trilateral entre la India, el Afganistán y el Irán para utilizar el puerto iraní de Chabahar como centro de comercio regional. El puerto de Chabahar puede rivalizar con el puerto pakistaní de Gwadar, que forma parte del Corredor Económico Chino-Pakistaní y que es un centro de coordinación de la iniciativa de infraestructura que China ha firmado: la Iniciativa del Cinturón y las Ruta de la Seda (BRI). En sus comienzos, se previó que la BRI evitara Afganistán, pero desde entonces China ha incorporado a Afganistán en la elaboración y ejecución de proyectos regionales de BRI.
En los últimos años, las empresas chinas también han aumentado agresivamente su huella económica y han obtenido numerosos contratos para la explotación de importantes minas de cobre y hierro en Afganistán, una tierra rica en depósitos de minerales y elementos de tierras raras. Las inversiones indias siguen de cerca y se han volcado en proyectos sustanciales, como la construcción del edificio del Parlamento afgano y la presa de Salma. Además, la India ha prestado asistencia financiera a Afganistán para que pueda renovar sus principales carreteras y la red eléctrica. Esas mejoras complementan los contratos mineros de larga data en el centro del Afganistán. Hasta la fecha, la competencia por los contratos mineros no ha sido feroz, pero los recursos naturales limitados y las oportunidades de aprovecharlos podrían enfrentar a las empresas chinas e indias.
A medida que la competencia entre China y la India continúa sin disminuir, Afganistán está un tanto aislado de sus preocupaciones de seguridad más delicadas. A diferencia de lo que ocurre en Irán y otros países, donde se hace hincapié en los aspectos competitivos de la relación debido a razones geopolíticas, Afganistán permite a los dos gigantes asiáticos compartimentar cuestiones delicadas y cooperar en intereses comunes como la lucha contra el terrorismo. Si los dos no pueden encontrar una manera de llevarse bien en el Afganistán, donde existen oportunidades de colaboración, es poco probable que lo hagan en cualquier otro lugar.