En 2008, la DEA (Agencia Antidrogas) estadounidense con apoyo de 30 agencias de seguridad internacionales inició el Proyecto Cassandra, una de las más grandes investigaciones (valiosísimo para procesos penales) anticriminales y antiterroristas del mundo. Por ocho años se mapeó la próspera fusión entre terrorismo global, narcotráfico y crimen organizado. Con esta cartografía de poder de alcances políticos y delictivos se estableció y confirmó que el grupo terrorista libanés y proiraní Hezbolá controlaba una red criminal mundial centrada en el tráfico de drogas. Como es conocido e incuestionable, Hezbolá tiene a Irán (el CGRI y la Fuerza Quds) como su patrocinador estatal y quien además interactúa estratégica y tácticamente con Hamás en Gaza.
Antes de Cassandra la DEA ejecutó la Operación Titán sobre lavadores de dinero libaneses y colombianos. También la Operación Perseo en torno a sindicatos venezolanos criminalizados. De hecho, las evidencias documentadas sobre las redes ilícitas en el continente americano conectadas al Medio Oriente son abundantes y nada nuevas. ¿Qué se hizo para contrarrestar estas amenazas? Muy poco, en realidad. El Proyecto Cassandra terminó descarrilado en 2016, ya que la administración de Barack Obama no le dio apoyo, desestimando el creciente nexo entre narcos y terroristas; estaba además afanosa en ‘apaciguar’ a Irán (como también lo intentaría infructuosa e ingenuamente con Cuba y Venezuela) y sus planes nucleares armamentistas (J. Mayer, 2017).
Ya en 2008 se calculaba que la oscura red financiera de Hezbolá generaba US$ 1 000 millones anuales. Recursos exportados a las zonas de tensión en otros continentes. América Latina tiene epicentros logísticos (Venezuela y la Triple Frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina, por ejemplo) y de fondos ilegales. Colombia, Perú y Bolivia son los más grandes abastecedores mundiales de cocaína (UNODC). Las rutas y la industria del narcotráfico de estos países nutren —entre otras— las líneas financieras de Hezbolá en conexión con Irán y, por efecto, al enganchado grupo terrorista Hamás. “Los iraníes proporcionan a Hamás y a la Yihad Islámica de Palestina al menos US$ 100 millones al año” (B. Hoffman, 2023).
“En enero de 2021, las agencias de seguridad de Estados Unidos, Brasil y Paraguay desmantelaron uno de los mayores centros de tráfico de cocaína jamás detectados en América Latina, en Ciudad del Este, Paraguay. Según las autoridades estadounidenses, esta red criminal fue encabezada por el ciudadano libanés Nasser Abbas Bahmad, quien tiene vínculos de larga data con Hezbolá y desde entonces permanece fugitivo. El Área de la Triple Frontera de Argentina, Paraguay y Brasil es el epicentro del tráfico mundial de cocaína. (…) Los cargamentos de droga utilizados por la red de Bahmad se transportaban desde la zona central de Colombia y Perú a ‘cocinas’ ubicadas en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, para su purificación. Luego, los envíos cruzaban la frontera prácticamente sin obstáculos para llegar a Ciudad del Este en Paraguay. Desde allí, una parte se trasladaba desde Ciudad del Este a través del Puente de la Amistad hasta Foz do Iguazú en Brasil, con destino final a Sao Paulo” (F. Montaruli, 2021).
Hezbolá es, pues, uno de los mayores grupos de delincuencia organizada transnacional del orbe. Su influjo subterráneo en Latinoamérica y el Caribe (con células activas y durmientes. RiskConflict, 2018) puede ampliar el alcance del conflicto en el que está inmerso junto a Irán y Hamás.
Conocido y comprobado es entonce que Hezbolá extrae dinero del narcotráfico en esta parte del continente. Ello incluye a Perú, que es un gran productor mundial de hoja de coca y de cocaína.
¿En qué medida Irán también se beneficia o participa específicamente de la red de narcotráfico sudamericano?, preguntamos para esta columna al especialista italiano en crimen organizado y terrorismo internacional Emanuele Ottolenghi de la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD, Washington, DC). “Las redes islámicas vinculadas al narcotráfico en Latinoamérica son principalmente de Hezbolá. Irán facilita y apoya las actividades de Hezbolá en la región (y viceversa). Parte importante de los recursos de Hezbolá salen de sus tráficos ilícitos”, dice Ottolenghi.
¿Hezbolá se introducirá con todo en el conflicto entre Israel y Hamás, incluso atacando intereses israelíes u occidentales en otras zonas del mundo (embajadas, etc)? “Hezbolá sigue siendo una arma convencional y no convencional en el arsenal de Irán. Hay que ser cuidadosos. El riesgo mayor, hasta ahora, es que se abra un segundo frente en el norte de Israel, en la frontera con el Líbano, con Hezbolá entrando en el conflicto para apoyar a Hamás. Pero la posibilidad de ataques terroristas existe y como bien sabemos, Hezbolá tiene células y apoyadores en Latinoamérica como en otros lugares”, advierte Ottolenghi.