Durante un mes entero, la Jihad Islámica Palestina intentó ejecutar un importante ataque terrorista contra objetivos israelíes o provocar una escalada en la violencia, con el fin de descarrilar cualquier acuerdo a largo plazo entre los terroristas palestinos y el Estado judío.
Después de algunos intentos, finalmente lograron arrastrar a Hamás a esta última ronda de combates en Gaza.
Ahora que el humo se ha disipado, parece que esta pequeña organización se ha convertido en el jugador más importante en Gaza en particular y en la esfera árabe en general.
Los negociadores egipcios ahora están obligados a aceptar la Jihad Islámica como un socio igualitario, representado no solo por su líder Ziad Nahala, sino también por su comandante de campo Bahu Abu al-Ata, quien ahora también tiene un asiento en la mesa.
A pesar del alto precio que pagó la Jihad Islámica en el curso de los combates, y en el acuerdo de alto el fuego resultante, desde una perspectiva a largo plazo, se ha mejorado.
Desde el final de la guerra de Gaza de 2014 (conocida en Israel como Operación Margen Protector), los israelíes confían en el sistema de defensa de la Cúpula de Hierro para proporcionar una cobertura casi perfecta de cohetes y misiles.
Hamás y la Jihad Islámica, tratando de romper esta defensa, dispararon muchos cohetes al mismo objetivo y, al mismo tiempo, calculando, correctamente, que al menos uno podría alcanzar su destino dentro de áreas pobladas y causar bajas civiles.

Los israelíes deberían darse cuenta de que la Cúpula de Hierro ya no puede proporcionar la protección que esperaban, y también deberían entender que esto es una vista previa de cómo podría ser una guerra con Hezbolá.
Han pasado años desde que se usó el asesinato selectivo contra los jefes de terror en Gaza. El asesinato del hombre del dinero esta semana, Hamed Ahmed Khudari, estaba destinado a recordar a las facciones palestinas un momento no hace mucho cuando sus líderes eran regularmente atacados. Golpear a Khudari en medio de una calle concurrida fue una advertencia.
Hemos terminado la octava ronda de violencia este año. Al final de cada ronda, los israelíes se quedan con la sensación de que no se ha logrado nada y que la próxima ronda es inevitable.
Es hora de que los tomadores de decisiones tomen una posición.