En los últimos años, Chipre, Grecia e Israel han intensificado considerablemente sus relaciones políticas, energéticas y militares.
Los dirigentes políticos de los tres países se reúnen regularmente. Coordinan sus políticas energéticas, sobre todo en lo que respecta a los yacimientos de gas del Mediterráneo oriental. Además, fundaron el Foro del Gas del Mediterráneo Oriental (EMGF), que incluye a Egipto, Italia, Jordania y la Autoridad Palestina. Esto se convirtió en una plataforma de cooperación regional para el desarrollo de los yacimientos de gas natural en el Mediterráneo.
Además, los tres Estados realizan diversas maniobras militares que perfeccionan sus capacidades. Otras interacciones en otros ámbitos consolidan este alineamiento, que tiene consecuencias políticas y estratégicas. Por ejemplo, contribuyó al cambio de política de Turquía hacia los Acuerdos de Abraham e Israel.
Se necesita una agenda de política exterior común más coherente para aumentar la importancia estratégica de la asociación Atenas-Jerusalén-Nicosia. El primer punto de la agenda es una mejor coordinación en Washington para sensibilizar a Estados Unidos sobre las realidades regionales, ya que este país no parece tener una política coherente sobre esta región.
Washington está obsesionado con los derechos humanos en su acercamiento a Egipto, el Estado árabe más importante. En Libia, se inclina hacia los elementos islamistas. El colmo de la miopía estratégica fue la cancelación del apoyo estadounidense al oleoducto EastMed (por supuestas razones medioambientales) que estaba previsto que comenzara a suministrar energía a Europa unas semanas antes de la guerra entre Rusia y Ucrania, precipitando una crisis energética.
El gobierno de Biden debe centrar su enfoque en la región. Como Estados Unidos dirige su atención a China por razones comprensibles, la región del Mediterráneo oriental recibirá aún menos atención estadounidense. Sin embargo, el aumento de los precios de la energía podría ralentizar la salida estadounidense del gran Oriente Medio.
Este periodo debería aprovecharse para que Estados Unidos comprenda mejor el valor de la alineación trilateral de Chipre, Grecia e Israel. La próxima visita del presidente Joe Biden a Israel es una oportunidad para mejorar esta comprensión.
El segundo punto de la agenda común se refiere a Egipto, miembro del EMGF y rival histórico de Turquía. Grecia y Chipre ya han fomentado las relaciones militares con Egipto ante las amenazas a la seguridad y para defender sus intereses en el Mediterráneo oriental.
Sin embargo, Egipto es reacio a unirse al alineamiento heleno con Israel, a pesar de la importante mejora de las relaciones entre El Cairo y Jerusalén. Es necesario hacer un esfuerzo para integrar a Egipto en la configuración porque la participación egipcia podría ser muy beneficiosa para todas las partes.
La tercera cuestión es Turquía, una potencia revisionista animada por impulsos neo-otomanos e islamistas. Ha moderado su comportamiento por diversas razones, pero mientras Recep Tayyip Erdogan sea su líder, el potencial de travesuras es grande.
Sin embargo, la salida de Estados Unidos de la región y una Rusia debilitada confieren mayor libertad de acción a Turquía (y a otras potencias regionales). La guerra entre Rusia y Ucrania subrayó la importancia estratégica de la ubicación de Turquía. Además, Estados Unidos dudará en presionar a Ankara para no ponerla en manos de Rusia. Estos acontecimientos podrían fomentar el aventurerismo turco. Contener a Turquía seguirá siendo un reto importante.
Una cuarta cuestión está relacionada con la nueva agrupación del Cuadrilátero de Asia Occidental, formada por Estados Unidos, India, Israel y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Nueva Delhi está tratando de construir una alternativa a la iniciativa china del Cinturón y la Ruta uniendo a la India con el Mediterráneo a través de los EAU e Israel.
Tal esfuerzo hará que sus participantes se hagan querer por Washington. Israel, los EAU y las naciones helénicas deberían promover esta alternativa. Además, el establecimiento de esta Cuadrilateral reforzará los Acuerdos de Abraham, que son jóvenes y frágiles. La población del Golfo aún no ha interiorizado las ventajas inherentes al reconocimiento del Estado judío. Además, los Acuerdos de Abraham están supeditados a que Israel cumpla con la expectativa de acabar con la amenaza iraní.
Ucrania nos recordó que la guerra sigue siendo una opción política incluso en Europa, y que el Mediterráneo oriental y Oriente Medio son regiones más belicosas que Europa.
Desgraciadamente, el derecho y las garantías internacionales han demostrado ser ineficaces para impedir la agresión de los Estados depredadores. Esto no es una sorpresa para quienes comprenden la naturaleza esencialmente caótica del sistema internacional, donde no hay un policía internacional que mantenga la ley y el orden.
Esto significa que los Estados pertenecientes al alineamiento Atenas-Jerusalén-Nicosia deben prepararse para la guerra sin hacerse ilusiones. Aunque hay que reforzar las relaciones intraalineamiento, conviene recordar que no se trata de una alianza. Israel debe ser el modelo y su doctrina de autosuficiencia debe ser emulada. Cada Estado debe invertir en defensa y mejorar las capacidades militares y la disuasión. La debilidad siempre invita a la agresión.
La aplicación de esta agenda es un imperativo de seguridad nacional para el alineamiento, y EE.UU. debería promoverla activamente. Además, EE.UU. podría aportar un mínimo de estabilidad en un mal vecindario. Atenas y Jerusalén, los fundadores de la civilización occidental, deberían mostrar el camino al resto del mundo.