A medida que se intensifica la competencia de grandes potencias entre Estados Unidos y China, especialmente en el ámbito de la tecnología, Israel se encuentra cada vez más entre la espada y la pared. Mientras que Pekín está interesado en ampliar su cooperación con Israel, especialmente en los sectores de infraestructuras y tecnología, Israel también está sometido a una creciente presión por parte de Washington para que limite su compromiso con China, especialmente su colaboración tecnológica.
En medio de los significativos cambios geopolíticos que se están produciendo en Oriente Medio y de las continuas preguntas sobre el futuro de la huella estadounidense en la región, Israel está tratando de navegar entre Estados Unidos, su aliado más importante y garante de la defensa, y China, un socio económico cada vez más importante y un actor regional en ascenso.
Aunque la atención de Israel a las preocupaciones de Estados Unidos ha aumentado en los últimos años, también lo han hecho la presión y las exigencias estadounidenses. Si no se gestiona adecuadamente, la dinámica actual tiene el potencial de afectar no sólo a las relaciones económicas de Israel con China, sino también de dañar la larga relación y la confianza entre Israel y Estados Unidos. Con este telón de fondo, Israel y Estados Unidos deben trabajar juntos para garantizar que su alianza salga ilesa de lo que probablemente sea un camino lleno de baches.
China: De un desafío a una gran amenaza
Para entender las tensiones inherentes al factor China en las relaciones entre Israel y Estados Unidos, es útil recordar los acontecimientos recientes. Cuando el presidente Donald Trump entró en la Casa Blanca en 2017, las relaciones entre China e Israel estaban en su punto álgido tras veinticinco años de lazos diplomáticos formales. El entonces primer ministro Benjamín Netanyahu, que volvió a tomar el poder tras las recientes elecciones israelíes, realizó una visita oficial a China en marzo de 2017, lo que supuso su segunda visita en cuatro años. Cuando Netanyahu se reunió con el presidente Xi Jinping y anunció la forja de una «asociación integral innovadora» entre sus dos países, describió célebremente la relación de Israel y China como un «matrimonio hecho en el cielo.» Aunque en ese momento Trump aún no había lanzado su «guerra comercial» contra China, Estados Unidos ya veía a China como un desafío estratégico y un rival geopolítico, pero no como una amenaza.
Sin embargo, acontecimientos como la aplicación por parte de Pekín de la Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong, su continua presión sobre Taiwán y su falta de transparencia en el tratamiento de la pandemia del Covid-19 hicieron que las relaciones entre Estados Unidos y China se deterioraran rápidamente hasta el punto de que pronto se percibió a China como la principal amenaza para Estados Unidos y la democracia occidental. Cuando el presidente Joe Biden asumió el cargo en 2021, esta tendencia no hizo más que acelerarse, y las fisuras en las relaciones entre Estados Unidos y China se hicieron más amplias en cuestiones como los derechos humanos, la seguridad de Taiwán y, quizá de forma más acusada, los esfuerzos de Estados Unidos por impedir que China obtuviera tecnologías avanzadas y por proteger los intereses económicos y empresariales de Estados Unidos dentro y fuera del país.
Como estrecho aliado de Estados Unidos, estos rápidos acontecimientos geoestratégicos, junto con Covid-19, hicieron mella en las relaciones de Israel con China. Las visitas de Estado y los diálogos oficiales cesaron casi por completo. Este ambiente también creó condiciones menos favorables para que las empresas chinas hicieran negocios en Israel y contribuyó a que la opinión pública israelí tuviera una percepción más negativa de China.
En los últimos años, las críticas a la actividad de China en Israel han ido en aumento. Estados Unidos ha expresado su preocupación por la posibilidad de que China utilice el puerto de Haifa con fines de espionaje, esté implicada en el robo de propiedad intelectual y suponga una amenaza general para la seguridad nacional de Israel. Académicos y funcionarios de ambos países han hecho repetidos llamamientos para que Israel «elija un bando» en la competencia de superpotencias entre Estados Unidos y China.
Sin embargo, estos llamamientos se basan en una falacia. Israel ya ha hecho una clara elección: Estados Unidos, el aliado más cercano e importante de Israel. La relación especial entre Israel y Estados Unidos está arraigada no sólo en valores compartidos, sino también en una cooperación profunda y práctica en casi todos los campos, desde el militar y la seguridad hasta el diplomático y el empresarial. Para Pekín, que es muy consciente del carácter estrecho de la relación entre Estados Unidos e Israel, esto hace a Israel más y menos atractivo como socio.
Por un lado, la creciente presión de Estados Unidos ya está repercutiendo en el alcance de la relación sino-israelí, dificultando el desarrollo de áreas de interés para China. Por otro lado, el hecho de ser un estrecho aliado de Estados Unidos y un líder tecnológico convierte a Israel en un recurso potencialmente importante para Pekín.
Ante un panorama regional y geopolítico en rápida evolución, Israel debe salvaguardar sus relaciones especiales con Estados Unidos, al tiempo que considera sus propios y singulares retos de seguridad nacional y otras cuestiones. La actual brecha entre los aliados es el resultado, al menos en parte, de la rápida velocidad con la que Estados Unidos pasó de percibir a China como un competidor económico a su principal amenaza estratégica.
No es un juego de suma cero
Contrarrestar el avance tecnológico de China se ha convertido en una de las principales prioridades de Estados Unidos. Para Israel, sin embargo, el comercio con China sigue siendo importante. Sin embargo, en contraste con el reciente bombo mediático, las inversiones chinas en Israel han caído drásticamente desde su pico en 2018, pasando del 9 por ciento de todas las inversiones extranjeras en el sector de alta tecnología israelí antes de la pandemia a un estimado 2,5 por ciento en 2021. Esta desaceleración es principalmente el resultado de las regulaciones más estrictas sobre la transferencia de capital fuera de China, pero también ha sido causada por la atmósfera menos positiva para los inversores chinos en Israel.
Aunque las inversiones chinas en Israel han experimentado un descenso, el comercio global entre Israel y China sigue batiendo nuevos récords, y es probable que China se convierta en el segundo socio comercial de Israel este año. Según el embajador chino en Israel, el volumen de comercio mutuo alcanzó casi 23.000 millones de dólares en 2021, y el potencial de crecimiento sigue siendo sustancial dado el acuerdo de libre comercio que se está negociando actualmente entre ambos países.
Sin embargo, con las tensiones de la dinámica actual, hay una serie de medidas que deben tomarse para garantizar que se cumplan los intereses tanto estadounidenses como israelíes.
Un mejor mecanismo de revisión de las inversiones extranjeras
Bajo la presión estadounidense, Israel creó un comité asesor de inversiones extranjeras en 2019. El comité revisa las inversiones extranjeras (no solo las procedentes de China) y hace recomendaciones, pero no son vinculantes. Además, el comité no clasificó a las empresas estatales como un factor de riesgo importante ni exigió que las inversiones en el sector tecnológico se sometieran a un escrutinio más exhaustivo. Y lo que es más importante, las directrices para el escrutinio no estaban claras y el propio proceso era opaco. Teniendo en cuenta algunos de estos problemas, el gobierno israelí anunció recientemente un mecanismo ligeramente mejorado con definiciones y políticas más claras, que permite una mayor transparencia de todos los actores.
Las modificaciones podrían ayudar a promover un mejor entendimiento con los funcionarios estadounidenses, evitar contratiempos de última hora con Pekín tras ofertas chinas infructuosas para proyectos, proporcionar más seguridad a los inversores extranjeros y dirigir las relaciones entre Israel y China hacia sectores que sean beneficiosos para ambos, protegiendo al mismo tiempo los intereses nacionales de Israel. Otros desarrollos, como el recientemente anunciado diálogo tecnológico entre Israel y Estados Unidos, también están diseñados para proporcionar una plataforma para una mayor cooperación tecnológica y limar algunas de las diferencias restantes.
Aunque estos pasos van en la dirección correcta, los recientes acontecimientos geopolíticos y regionales pueden hacerlos pronto irrelevantes.
El panorama general
Soluciones técnicas como el Comité de Revisión de Inversiones pueden ayudar a gestionar algunas fricciones inmediatas, pero el triángulo Israel-Estados Unidos-China debe gestionarse teniendo en cuenta el panorama general. A medida que el panorama geopolítico y regional sigue evolucionando rápidamente y Estados Unidos reevalúa sus prioridades, es necesario que se produzca un nuevo tipo de conversación entre Estados Unidos e Israel.
El alcance y la intensidad de la competencia entre Estados Unidos y China se está ampliando rápidamente. Es probable que esta tendencia continúe a pesar de la voluntad de Estados Unidos de dejar la puerta abierta al diálogo con China. La reciente normativa de control de las exportaciones de Estados Unidos en el sector de los semiconductores podría suponer un cambio en las relaciones entre Estados Unidos y China y poner a muchos aliados de Estados Unidos en una posición difícil. La solución debería ser una cooperación más profunda entre los aliados de Estados Unidos para encontrar un delicado equilibrio entre los intereses de Estados Unidos y los suyos propios.
A nivel regional, Oriente Medio está experimentando cambios sustanciales. La percepción de que Estados Unidos está tratando de minimizar su huella en Oriente Medio es una preocupación constante entre los socios estadounidenses de la región, y los Acuerdos de Abraham están remodelando la posición regional de Israel. Pero también China se está haciendo mucho más visible en la región, sobre todo en lo que respecta a las infraestructuras y la tecnología.
Una nueva visión regional
Las nuevas agrupaciones regionales, como la I2U2 entre India, Israel, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Estados Unidos, ofrecen a Washington la oportunidad de desempeñar un papel positivo y remodelar su posición regional. Aunque Estados Unidos es el convocante del grupo, los demás miembros podrían tomar la iniciativa y crear asociaciones novedosas, flexibles y basadas en temas concretos, añadiendo nuevos miembros como Japón y Corea del Sur.
A nivel interregional, Estados Unidos debería trabajar para ampliar el Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF) para incluir a los EAU, así como a otros países del Golfo Pérsico e Israel. Esto ayudará a aliviar las preocupaciones de los socios estadounidenses en Oriente Medio de que cualquier pivote hacia Asia se produzca a su costa.
Alejarse del juego de suma cero de la competencia entre superpotencias ofrece a Estados Unidos la oportunidad de defender un enfoque más creativo que promueva una agenda internacional positiva y acerque a Asia y Oriente Medio.