El Líbano está al borde del colapso y, según el primer ministro provisional, Hassan Diab, que habló con los embajadores destacados en el país esta semana, “todo podría derrumbarse en cuestión de días”.
Incluso el ex primer ministro Saad Hariri ha renunciado a intentar formar gobierno tras ser rechazado por el presidente Michel Aoun una y otra vez.
Y como no hay un gobierno en Beirut que pueda iniciar las reformas económicas y sociales que saquen al Líbano de las arenas movedizas, su desaparición parece más cercana que nunca.
El escenario en el que el gobierno libanés, enraizado en la corrupción política, pierda su legitimidad para gobernar sería un buen augurio para Hezbolá. Y aunque el líder del grupo terrorista, Hassan Nasrallah, afirma que la organización chiíta es un movimiento patriótico libanés, en la práctica, él y su aliado -Aoun- están haciendo todo lo posible para impedir la creación de un nuevo gobierno libanés.
Hezbolá no busca iniciar una guerra civil. Pero busca una transformación política en el Líbano, cuyo sistema de gobierno no ha cambiado desde la década de 1930.
Por aquel entonces, la comunidad cristiana tenía más protagonismo en el país, y muchos de los altos cargos del gobierno estaban reservados a miembros de esta etnia. Según este sistema, el cargo de primer ministro estaría siempre reservado a un musulmán suní, los cargos de presidente y jefe de gabinete a un cristiano, y solo el de presidente del parlamento a un chiíta.
Sin embargo, con el paso de los años, la minoría chií oprimida y perseguida se convirtió en la voz más poderosa del Líbano, gracias a Hezbolá, que a su vez contaba con el apoyo de Irán.
No cabe duda de que el colapso del gobierno libanés creará un vacío político que Hezbolá e Irán se apresurarán a llenar.
Mientras tanto, también es evidente a estas alturas que, debido al cambio de administración en Washington y a la formación de una nueva coalición en Jerusalén, Moscú está cambiando los planes estratégicos de sus fuerzas de seguridad en Oriente Medio.
La conexión personal entre el ex primer ministro Benjamin Netanyahu y el presidente ruso Vladimir Putin, que permitía una estrecha coordinación de seguridad con Rusia en suelo sirio, ya no es una opción, según varios medios de comunicación árabes.
Incluso citaron a altos funcionarios de seguridad rusos, quienes afirmaron que la defensa aérea militar de Rusia había interceptado recientemente misiles israelíes dirigidos a sitios iraníes.
El colapso del gobierno libanés no solo creará una grave amenaza para la seguridad de Israel, sino que también pondrá fin a un relativo periodo de calma a lo largo de la frontera norte.
Esto podría precipitar la era en la que Irán controla el Líbano y proporciona armas a Hezbolá, que como grupo en el poder, implementará el gobierno de los ayatolás también en Beirut, cuya misión es borrar al Estado judío del planeta.