Cuando el presidente estadounidense Joe Biden se acerca a los 11 meses en la Casa Blanca, han surgido dos visiones de la política exterior de su administración.
La primera hace hincapié en su visión de llamar la atención del mundo sobre los nuevos retos a los que se enfrenta la humanidad, como la ciberseguridad y la protección del medio ambiente. El segundo es poner fin a muchos de los viejos problemas que heredó de sus predecesores, como el conflicto en Siria, la disputa entre Rusia y Ucrania y otras disputas regionales.
Según las numerosas declaraciones emitidas por los miembros del equipo de política exterior de Biden, la concentración en estas dos vías de la diplomacia ayudará a Estados Unidos a formular políticas exteriores que puedan ayudarle a hacer frente al creciente poder de China, que está socavando la influencia de Estados Unidos en todo el mundo. Hasta ahora, Biden no ha sido capaz de cumplir con las tareas de política exterior que definió como prioritarias.
Como afirmó la revista Politico la semana pasada “El equipo del nuevo presidente ha tratado tenazmente de sacar adelante su agenda: Biden ha realizado un par de viajes a Europa para reforzar los lazos con los aliados y prometer cooperación para combatir el cambio climático. El lunes, la Casa Blanca anunció un boicot diplomático a los próximos Juegos Olímpicos como protesta por los abusos de los derechos humanos en China. Y el presidente lanza el jueves una Cumbre por la Democracia de dos días de duración, destinada a reunir a las naciones libres, que ya ha provocado la ira de Pekín”.
Son muchos los errores que ha cometido la administración Biden y que han dificultado sus posibilidades de éxito en política exterior.
En primer lugar, Biden presentó sus dos objetivos de política exterior como contradictorios. En cambio, debería haber establecido un vínculo entre ellos. Por ejemplo, si está interesado en aumentar la conciencia mundial sobre la salvaguarda del medio ambiente, debería hacerlo junto a China. La exclusión de la nación más poblada del mundo arroja dudas sobre los esfuerzos para proteger el medio ambiente, ya que China emite más dióxido de carbono que cualquier otro país del planeta.
Biden parece incapaz de resolver los numerosos problemas antiguos y nuevos de la política mundial. Por ejemplo, no ha podido librarse de las acusaciones de que podría haber evitado la vuelta al poder de los talibanes en Afganistán. Y no ha persuadido al presidente ruso Vladimir Putin para que ponga fin a los ciberataques de los hackers rusos.
Además, Biden da la impresión de que no es capaz de tratar con Irán en lo que respecta a su programa nuclear. Tiene que concluir las negociaciones en curso con Teherán de forma satisfactoria. De lo contrario, las naciones de todo el mundo percibirán la política exterior estadounidense como demasiado vacilante para enfrentarse a las ambiciones nucleares de Irán, lo que podría ser perjudicial para la seguridad nacional de muchos países árabes, especialmente los del Golfo. Un buen acuerdo nuclear con Irán podría impulsar la credibilidad de la administración Biden y ayudarla a superar un asunto espinoso. Esto le permitiría dedicar más tiempo y recursos a los nuevos objetivos de la política exterior estadounidense.
En cuanto al medio ambiente, debe hacer algo más que recoger algunas buenas sugerencias. Es necesario motivar a más países para que hagan más por atajar el cambio climático. Actualmente, no hay suficientes naciones comprometidas con la protección del medio ambiente.
También hay que admitir con franqueza que hay muchos problemas difíciles de resolver. La gravedad de este tema debería impulsar a otras naciones a no retroceder en la cooperación con Estados Unidos para resolver estos asuntos. Este enfoque de la política exterior puede evitar que se agraven estas disputas.
Ciertamente, es imposible que Estados Unidos resuelva los problemas del mundo por sí solo. El gobierno de Biden debe darse cuenta de que hay limitaciones en lo que puede lograr con su política exterior. Los problemas mundiales suelen durar más que una sola administración presidencial estadounidense.
Y lo que es más importante, Biden no debe exigir que todos los países se atengan a su concepto de democracia. Las naciones aplican los principios de la democracia de diferentes maneras según sus condiciones históricas y circunstancias contemporáneas.
La administración Biden debe trabajar de forma gradual y metódica para cambiar las situaciones que rodean a muchos de estos viejos y nuevos dilemas de política exterior, ya sea deteniendo el daño que Hezbolá está haciendo a Líbano y Siria o redactando tratados regionales y bilaterales que puedan obligar a las naciones a frustrar los ciberataques contra otros estados.
Por último, la administración Biden debe asegurarse de que existe un incentivo para que otros países se unan a Estados Unidos en su desafío a China. ¿Qué pueden ganar con el enfrentamiento entre Washington y Pekín?
Biden ya tiene una tarea muy dura en materia de política exterior estadounidense. Y si los demócratas pierden la mayoría en las dos cámaras del Congreso en las elecciones legislativas del próximo noviembre, Biden probablemente no podrá aprobar ninguna ley nueva relacionada con los retos de la política exterior estadounidense.