Recientemente se conmemoró en Chipre el 51.º aniversario de la invasión turca de 1974, que derivó en la división de la isla y continúa siendo una herida nacional para los grecochipriotas. Israel ha abordado históricamente este conflicto como una disputa entre Grecia y Turquía, pero ha llegado el momento de expresarlo con claridad: el norte de Chipre no es solo un problema chipriota o griego, también constituye un problema para Israel.
La consolidación de la presencia turca en el norte de Chipre, iniciada inmediatamente después de la invasión y que provocó miles de muertes y el desplazamiento de cientos de miles de personas, se ha incrementado notablemente en la última década. Este proceso se enmarca en la doctrina de la “Patria Azul”, cuyo objetivo es asegurar el control estratégico del este del mar Mediterráneo, de los pasos marítimos y de las infraestructuras energéticas. En ese contexto, la zona se ha transformado en una base avanzada del ejército turco, que ha desplegado allí armamento sofisticado, sistemas cibernéticos y capacidades de inteligencia capaces de interceptar comunicaciones civiles y militares procedentes de Israel, además de instalaciones secretas vinculadas a organizaciones terroristas apoyadas por Ankara.