El anuncio de un alto el fuego entre Israel y la República Islámica de Irán el 24 de junio de 2025, tras doce días de intenso conflicto, fue ampliamente presentado como un avance diplomático. Mediado por Estados Unidos y Qatar, con la participación directa del presidente Donald Trump, esta pausa fue celebrada como un momento de desescalada. Sin embargo, un análisis detallado del marco legal y la base ideológica de Irán revela que este “alto el fuego” carece de reconocimiento legal o significativo dentro del régimen iraní. Por el contrario, se trata de una pausa estratégica e ideológica, que el régimen aprovechará para consolidar sus fuerzas y prepararse para la próxima etapa.
Vacío legal: no se ha formalizado un alto el fuego
Según el Artículo 110 de la Constitución de Irán, solo el Líder Supremo, Alí Jamenei, tiene la autoridad para declarar la guerra o la paz. Ningún funcionario político o militar, desde el presidente hasta los ministros o comandantes, puede acordar un alto el fuego de manera independiente sin su orden explícita. Los acuerdos de mediación internacional también requerirían la ratificación del parlamento iraní (Majles). Hasta la fecha, ni el Líder Supremo ni el Majles han emitido o respaldado tal decreto. En consecuencia, bajo la propia legislación interna de Irán, no se ha producido un alto el fuego legal. Lo que el mundo exterior percibe como una interrupción de los combates es considerado internamente como una tregua provisional impuesta desde el exterior.
Ideología de invencibilidad: victoria entre ruinas
A pesar de las graves pérdidas de comandantes de alto rango, la devastación de sitios nucleares y militares, y las víctimas civiles, el Líder Supremo Jamenei lo proclamó como una triple victoria sobre Israel, Estados Unidos y Occidente. Dentro del marco ideológico de Irán, los resultados no se evalúan con métricas convencionales, sino mediante una interpretación divina. Los triunfos se consideran manifestaciones de la voluntad de Alá; las adversidades se reformulan como pruebas espirituales o evidencias de la arrogancia global. La noción de derrota simplemente no tiene cabida; el martirio o el sufrimiento en la causa de la ideología se consideran una victoria divina, con promesas de recompensas en el más allá.
La revolución eterna: el fracaso no es una opción
Para Irán, la Revolución Islámica no es un momento histórico; es un proceso continuo. Los reveses políticos, económicos o militares no son obstáculos para los objetivos del régimen de destruir la influencia occidental y allanar el camino para el regreso del Duodécimo Imán, sino que se consideran oportunidades para la reforma y purificación ideológica. La doctrina del “moghavemat” (resistencia) es central: cada desafío se presenta como una validación moral del régimen.
El CGRI: guardianes de la ideología, no de las fronteras
Bajo el Artículo 150 de la Constitución, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) tiene la misión de preservar y exportar la Revolución. A diferencia del ejército convencional, el CGRI no está encargado de defender las fronteras nacionales; su tarea es sostener el régimen y hacer cumplir la visión ideológica del Líder Supremo. Mientras el CGRI mantenga su poder, el marco ideológico del Estado iraní permanecerá intacto. Las declaraciones y acciones del CGRI encarnan las políticas oficiales del régimen.
Uso estratégico de los altos el fuego
La pausa en los combates de junio de 2025 no fue una resolución, sino una reorganización estratégica. Los medios oficiales la calificaron como un “alto el fuego forzado”, una interrupción para reconstruir infraestructura, reforzar el control interno y prepararse para la siguiente fase. Mientras tanto, informes indican que Irán está activando instalaciones nucleares clandestinas y escalando la represión interna, arrestando y ejecutando a disidentes bajo acusaciones de “colaborar con enemigos extranjeros”.
¿Qué viene ahora?
Con la pausa actual, la verdadera pregunta radica en las intenciones del régimen para lo que sigue. Irán nunca ha aceptado formalmente un alto el fuego, ni bajo su legislación interna ni según normas internacionales.
Las declaraciones oficiales del Líder Supremo y los comandantes del CGRI etiquetan repetidamente la pausa como un “alto el fuego forzado” impuesto por Trump. Los medios del régimen resaltan que no fue una rendición, sino una oportunidad para reconstruir y preparar una “dura represalia”.
Estratégicamente, Irán no permaneció inactivo tras los ataques a sitios nucleares conocidos como Natanz, Fordow e Isfahán. Esos sitios han sido conocidos por los servicios de inteligencia occidentales durante años y probablemente nunca fueron el núcleo de sus ambiciones nucleares. Hay evidencia de que esfuerzos nucleares significativos se han trasladado a instalaciones ocultas no reveladas a la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) ni atacadas en los bombardeos. Fuentes internas iraníes han aludido a la existencia de tales sitios secretos. Con acceso a tecnología de enriquecimiento, recursos financieros, compromiso ideológico y décadas de experiencia, Irán puede ahora perseguir sus objetivos nucleares de manera más encubierta y efectiva que nunca.
Al mismo tiempo, el régimen está intensificando amenazas no cinéticas: financiando redes terroristas durmientes en Oriente Medio y Europa, desplegando islamistas radicales en Occidente y llevando a cabo ciberataques contra sistemas democráticos. En el ámbito interno, oleadas de represión, arrestos masivos y ejecuciones justificadas por acusaciones de “colaboración con enemigos” están en marcha.
Un hecho crítico y a menudo ignorado: el régimen iraní no tiene una estrategia de salida. Tras décadas de represión, ejecuciones y torturas, sus líderes comprenden que un colapso implicaría represalias. Saben que no hay un lugar seguro para ellos en el mundo moderno. Por lo tanto, la continuación sin ningún cambio hacia la reforma es el único camino percibido para su supervivencia, porque en su narrativa, la reforma equivale a admitir el fracaso.
Una amenaza persistente y en aumento
Mientras la atención occidental puede haberse relajado tras los ataques a sitios nucleares importantes, la amenaza central persiste: el retorno de Irán a sus ambiciones nucleares, la guerra híbrida y las campañas de influencia ideológica. En los próximos meses y años, la comunidad internacional, especialmente las naciones occidentales, enfrentará un rango más amplio de desafíos: desde ataques terroristas orquestados por grupos afiliados a Irán hasta complejos ciberataques dirigidos a infraestructuras críticas y la subversión ideológica a través de medios y redes religiosas vinculadas a Teherán.
Occidente debe comprender que una pausa temporal en el combate no es la paz, sino el acto inicial de un capítulo más peligroso.
Sobre el autor: Ahmad Batebi