La defensa marítima en el contexto de la seguridad cotidiana requiere patrullas navales y aéreas, junto con el despliegue de sistemas de defensa costera, con el fin de detectar las amenazas a los objetivos en las aguas económicas de Israel.
Al mismo tiempo, Israel también debe vigilar a los elementos terroristas en los distintos escenarios y, en ocasiones, es necesario actuar contra estas infraestructuras para frustrar sus nefastos planes.
Israel se encuentra en la orilla oriental del Mar Mediterráneo y en el extremo norte del Golfo de Eilat y del Mar Rojo. Este último es inmensamente importante para Israel por razones históricas y de otro tipo, entre ellas el hecho de que el volumen de su comercio terrestre es muy bajo, y el mar es la principal arteria de transporte de mercancías hacia y desde el Estado judío.
Más del 90% de las mercancías exportadas e importadas a Israel viajan por mar, lo que convierte a las vías fluviales en la principal vía comercial de Israel, y que ha cobrado una importancia exponencial tras los estragos que la pandemia de coronavirus ha causado en el comercio mundial.
En los últimos años se ha añadido una nueva dimensión a esta esfera, con el descubrimiento de yacimientos submarinos de gas natural frente a las costas de Israel, lo que obligó a este país a declarar aguas económicas definidas y a llegar a un acuerdo con Chipre. Esto último sólo se pudo suspirar tras los sucesos de la flotilla Marmara de 2010, ya que hasta entonces Israel había optado por no molestar a los turcos, que afirman que Chipre no es un país.
Los hallazgos de gas en alta mar y la declaración de aguas económicas han planteado la necesidad de defender este espacio marítimo, que sin duda alberga más recursos que el simple gas natural.
El reto al que se enfrenta la Marina israelí es, ante todo, la protección de las costas de Israel y su soberanía sobre sus aguas económicas declaradas y los yacimientos de gas que albergan.
En este sentido, las amenazas a las que se enfrenta Israel son multidimensionales.
La amenaza más evidente es la de las fuerzas navales enemigas. Un examen más detallado revela que la Armada siria se ha reducido a casi nada y no representa una amenaza para Israel, como tampoco lo hace la Armada libanesa. Los iraníes, que están muy al este, no tienen una armada capaz de atacar a la marina israelí, lo que deja a las armadas egipcia y turca como las únicas otras dos fuerzas marítimas significativas en el Mediterráneo.
Aunque ambas son fuerzas importantes, no constituyen una amenaza para Israel. El Cairo y Jerusalén mantienen un sólido tratado de paz y, a pesar de las diversas crisis con Turquía, Ankara es miembro de la OTAN y un conflicto en el frente es muy poco probable.
La mayor amenaza, al parecer, es el terrorismo marítimo.
Hamás en Gaza está consolidando constantemente sus capacidades ofensivas navales, utilizando medios submarinos, así como el uso de vehículos no tripulados. Al mismo tiempo, crece la amenaza de los cohetes contra las plataformas de gas.
En el frente norte, Hezbolá está mejorando sus capacidades para infiltrarse en el aparato de seguridad rutinario de la marina como parte de sus esfuerzos por infiltrarse en las costas del norte de Israel. Además, el grupo terrorista chiíta respaldado por Irán está actualmente en posesión de varios misiles -algunos operativamente avanzados- y supone una amenaza para las plataformas de gas israelíes, así como para el tráfico marítimo hacia y desde el Estado judío.
Otro reto al que se enfrenta la Marina israelí es la protección de la libertad de circulación hacia Israel en el Mediterráneo y el Mar Rojo, ante los crecientes intentos de perturbarla.
Aunque ninguna otra flota del Mediterráneo supone una amenaza real para la libertad de navegación, no puede decirse lo mismo del Mar Rojo. La forma de esta masa de agua y el hecho de que seis países de Asia y África -Yemen y Arabia Saudita al este, Egipto al norte y al oeste, Sudán, Eritrea y Yibuti al oeste, y Egipto, Israel, Jordania y Arabia Saudita en el Golfo de Aqaba- salpican sus costas, significa que los barcos israelíes podrían enfrentarse a amenazas de países inestables que podrían volverse hostiles en caso de guerra.
También están las amenazas aéreas en el ámbito marítimo. Los drones suicidas, por ejemplo, pueden apuntar a buques, plataformas petrolíferas y otros activos estratégicos en alta mar, e Irán, por nombrar un actor, está haciendo un uso cada vez mayor de estos vehículos aéreos no tripulados.
La Marina israelí reconoció hace años la potencial amenaza aérea a los activos en alta mar, así como la incapacidad de las Fuerzas Aéreas israelíes para proporcionarles una protección completa contra estas amenazas.
Esta evaluación de la situación ha llevado a la Armada israelí a adquirir algunos de los mejores sistemas de defensa aérea del mundo, que le ayudarán a defender las aguas económicas de Israel y sus infraestructuras críticas en alta mar, así como -en caso necesario- cualquier envío de fuerzas navales a teatros lejanos.
Contrarrestar estas amenazas requiere estrategias tanto ofensivas como defensivas.
En primer lugar, la rutina diaria de defensa debe incluir patrullas navales y aéreas junto con el despliegue de sistemas de defensa en tierra como parte del esfuerzo para frustrar cualquier amenaza.
Al mismo tiempo, se requiere un esfuerzo de recopilación de información para vigilar la evolución y los preparativos de los elementos terroristas en los distintos ámbitos y, de vez en cuando, es necesario actuar contra estas infraestructuras para frustrar sus planes.
Esta combinación de operaciones defensivas y ofensivas permite reducir la capacidad de estos elementos hostiles para atacar los intereses israelíes.
En tiempos de guerra, el concepto de guerra de la marina tendrá que volver a combinar estrategias defensivas y ofensivas, incluida la protección física de las plataformas de gas, y simultáneamente llevar a cabo actividades ofensivas contra objetivos terrestres y marítimos que puedan poner en peligro la libertad de operación de la Marina israelí.