El 22 de junio, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammad bin Salman (MBS), realizó su primera visita oficial a Turquía en años. Este viaje correspondía a una visita anterior del presidente turco Recep Tayyip Erdogan a Arabia Saudita a finales de abril y marcó el punto álgido de los esfuerzos de reconciliación entre las dos potencias regionales.
A pesar de formar parte de los esfuerzos de reconciliación regional más amplios, la visita de MBS a Turquía atrajo mucha atención en la región y fuera de ella, especialmente de Irán. El hecho de que la gira del príncipe heredero incluyera a Egipto y Jordania, dos de los aliados regionales de Riad, suscitó grandes sospechas en Teherán, que percibió la medida de MBS como parte del eje antiiraní en la región.
Durante la visita de Erdogan a Arabia Saudita, Irán mostró su descontento con el proceso de reconciliación de Ankara con Riad. Varias figuras y medios de comunicación oficiales, semioficiales e intelectuales iraníes -incluidos los afiliados al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán– reflejaron opiniones negativas sobre la normalización entre Ankara y Riad, citando el posible impacto de dicho proceso en la influencia y los intereses regionales de Teherán.
Tras la visita de MBS a Turquía, Irán mantuvo su opinión desfavorable sobre el estrechamiento de las relaciones entre los dos pesos pesados regionales. La posición hostil de Irán se reflejó en la cobertura bastante mordaz de la visita de MBS en sus medios de comunicación de todo el espectro, a pesar de su afirmación de que se está relacionando positivamente con Riad.
Paralelamente a su retórica mediática antisaudí, los proxys de Teherán han intensificado sus esfuerzos para atacar los puestos militares de Turquía, especialmente en el norte de Irak. Durante la última década, Turquía e Irán se han visto envueltos en una lucha regional por la influencia, especialmente en Irak y Siria, que no muestra signos de moderación hasta el momento.
En Irak se observa una guerra de desgaste de baja intensidad entre las fuerzas turcas estacionadas en bases expedicionarias en el norte de Irak y los proxys y sustitutos chiíes respaldados por Irán, principalmente las Unidades de Movilización Popular (PMU) y las Kata’ib Hezbolá (Brigadas de Hezbollah).
El año pasado, los comentarios de Iraj Masjedi, embajador iraní en Bagdad y antiguo general de la Fuerza Quds del CGRI, críticos con la presencia militar turca en territorio iraquí provocaron una pequeña crisis diplomática entre Ankara y Teherán. La postura de Irán a este respecto sigue reflejándose en las agencias de noticias oficiales y semioficiales iraníes.
Recientemente, las milicias chiíes proiraníes de Irak y Siria han intensificado sus esfuerzos para atacar a las fuerzas turcas que combaten al PKK y a sus afiliados en el norte de Irak y Siria. En varios casos registrados, estas milicias atacaron puestos turcos en Irak en paralelo a la creciente retórica antiturca en los medios de comunicación iraníes.
La rivalidad regional entre Arabia Saudita e Irán no es menos polémica. Ambos Estados rompieron sus relaciones diplomáticas en enero de 2016 tras el asalto a la embajada saudí en Teherán. Y a pesar de los continuos esfuerzos de mediación del primer ministro iraquí, Mustafá al-Kadhimi, no se ha logrado ningún avance para un modus vivendi entre Riad y Teherán tras cinco rondas de conversaciones. Al-Kadhimi visitó Teherán el 26 de junio, tras reunirse con los dirigentes saudíes en Jeddah el día anterior.
Uno de los principales puntos de fricción se refiere a las posiciones incompatibles de Arabia Saudita e Irán sobre la futura formación política de Yemen. Atormentada por la expansión del control houthi sobre el territorio yemení, Arabia Saudita lanzó una intervención militar contra las milicias chiíes alineadas con Irán en el país en marzo de 2015. Las tensiones regionales se intensificaron enormemente en septiembre de 2019, cuando dos importantes instalaciones petroleras dentro de Arabia Saudita sufrieron un ataque patrocinado por Irán y reivindicado por el grupo militante. No hay garantía de que no se produzcan ataques similares en el futuro.
En este contexto geopolítico, la reconciliación entre Turquía y Arabia Saudita y la elevación de las relaciones bilaterales a un nivel estratégico presagian problemas para la política exterior regional de Irán. Junto con las demás iniciativas de normalización en la región, ejemplificadas, por ejemplo, por la visita del emir qatarí a El Cairo el 24 de junio, el acercamiento entre Ankara y Riad seguramente limitará el margen de maniobra que hasta ahora ha tenido Irán en la diplomacia regional.
Tanto Turquía como Arabia Saudita están preocupados por las implicaciones de la reactivación del acuerdo nuclear entre Irán y los países del P5+1. Cualquier acuerdo que carezca de medidas sustanciales que aborden la injerencia iraní en la política regional es insuficiente e inquietante para varios Estados de Oriente Medio.
La injerencia iraní en la política interna de los países de la región sigue provocando problemas en la región. Como ejemplo reciente, los miembros del parlamento iraquí afiliados al bloque político liderado por el clérigo chiíta Muqtada al-Sadr dimitieron el 12 de junio, y al-Sadr culpó a “los apoderados de Irán” de la decisión de retirarse del parlamento iraquí.
A Irán le preocupa que se espere que una convergencia pragmática de las políticas regionales entre Ankara y Riad potencie la influencia diplomática de ambas partes frente a Teherán. En pocas palabras, la posición de Turquía frente a Irán será más fuerte en Siria, la posición de Arabia Saudita será más fuerte en Yemen y las posiciones de ambos Estados serán más fuertes en Irak y Líbano.
La movilización de las capacidades militares y financieras para las políticas coordinadas en la región aumentará la capacidad colectiva de Turquía y Arabia Saudita. Esta contingencia inhibirá gravemente la capacidad de proyección de poder de Irán en la región, especialmente a través de sus clientes y apoderados. La cooperación de la industria de defensa entre Ankara y Riad es especialmente crítica en este sentido.
Además, la normalización turco-saudí tiene el potencial de constituir un pilar importante de un frente unificado en el panorama geopolítico regional. Un realineamiento estratégico entre los estados regionales apoyado por Estados Unidos sería una pesadilla diplomática para Irán. En este sentido, la visita programada de Biden a Arabia Saudita en julio afirmará esta dirección y aumentará la ansiedad en Teherán.
Una posibilidad especialmente desconcertante para los dirigentes iraníes es la participación de Israel en este frente regional unificado. Tras la visita de MBS a Turquía, la agencia iraní Fars News citó a “algunos observadores” que consideraban una de las dimensiones y objetivos de la visita del príncipe heredero en el marco de los esfuerzos saudíes por normalizar las relaciones con Israel. Un experto iraní en asuntos turcos sostuvo en el periódico Ebtekar que Israel había lanzado proyectos en la región contra Irán, y los líderes turcos y saudíes no eran sino uno de los “brazos” de estos proyectos israelíes.
Cabe destacar que mientras Irán tiende a culpar a otros países de su propio comportamiento, las relaciones entre Turquía y Arabia Saudita se han visto muy influenciadas por las políticas de Irán en Oriente Medio, y también influyen en ellas. Las preocupaciones compartidas por Turquía y Arabia Saudita sobre la interferencia iraní en las políticas regionales y la percepción de la intransigencia iraní para acomodar sus intereses son una de las principales causas de la reconciliación entre las dos potencias regionales. Por tanto, el futuro de las relaciones turco-saudíes dependerá en gran medida de las decisiones de los dirigentes iraníes.