Han pasado más de siete meses desde que el presidente ruso Vladimir Putin decidió invadir Ucrania. Rusia supuso que podría entrar en picado, tomar la capital y tener un estado títere, todo ello antes de la hora de la cena. En cambio, sorprendido por la voluntad del pueblo ucraniano y los errores de sus hombres, Putin se ha colocado en una guerra de desgaste. Si su objetivo era una muestra de dominio global, ha fracasado estrepitosamente.
La invasión de Ucrania presentó una oportunidad para que Europa se enfrentara a su excesiva dependencia de la energía rusa. Las naciones de la Unión Europea se han alejado de la independencia energética durante años, arrastrándose a proyectos como Nord Stream 1 y Nord Stream 2. Estos gasoductos no hicieron más que enriquecer a Rusia mientras Europa cerraba centrales nucleares y recurría a más carbón, todo ello en nombre de una absurda definición de energía limpia.
En lugar de desvincularse de Rusia, por ejemplo, Bélgica ha seguido avanzando hacia el cierre programado de instalaciones nucleares. Alemania opta por poner topes a los precios, ignorando la raíz de sus problemas de costes. Por último, en un alarde de absoluta sordera, la UE pasó a regular los cargadores de teléfonos en toda la coalición.
Rusia no oculta sus intenciones y está llevando a cabo un completo rediseño cultural y étnico de las tierras incautadas. Celebrando elecciones falsas, exigiendo el uso del rublo, sustituyendo todas las muestras de la lengua ucraniana y entregando pasaportes rusos, Rusia planea convertir a sus cautivos en rusos permanentes. En Crimea, hay informes de que la minoría étnica tártara está siendo reclutada de forma desproporcionada para luchar contra la nación a la que llaman hogar. Putin ve esto como un retorcido ganar-ganar, o los tártaros huyen de Ucrania o son enviados al frente.
La comunidad internacional es responsable de llamar a las acciones de Rusia lo que son, un insulto al mundo moderno. Europa tiene la obligación de separarse de la esfera de influencia de Rusia. Sin embargo, no puede hacer mucho cuando Putin puede apagar las luces, por lo que resulta chocante ver que Europa no toma las medidas necesarias para pasar a otros proveedores o generación de combustible. Dentro de Europa, hay algunos puntos brillantes en este esfuerzo.
Suecia e Italia
En Suecia e Italia hay un nuevo liderazgo, ya que ambos países vienen de una ola de victorias electorales de la derecha. Giorgia Meloni y su partido Hermanos de Italia y los Demócratas de Suecia no coinciden en todo, pero ambos son partidarios de la energía nuclear. Si consiguen asociarse con otras naciones pro-nucleares dentro de la UE, Europa podría cambiar su rumbo.
No es una tarea imposible. Francia ha anunciado la apertura de varias instalaciones nucleares nuevas; el país obtiene actualmente alrededor del 70% de su energía de la generación nuclear. En este caso, Francia puede servir de modelo para la dirección de la independencia energética. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha sido un duro crítico de la invasión de Putin, y su capacidad de no necesitar combustible ruso ayuda a esa capacidad de expresión.
Europa se dirige hacia una encrucijada, y puede que sea demasiado tarde para evitar un duro invierno. Si los rusos estrangulan el poder que aún permiten en Europa, la UE no tendrá a nadie a quien culpar por sus luchas sino a sí misma.