Imagina a un alemán que viaja a Afganistán con el objetivo de organizar una manifestación en favor de la “democracia”, la “libertad” y los “derechos”: en el mejor de los casos, lo someterían a una flagelación pública, una de las actividades más comunes en Kabul.
Por otro lado, los extremistas musulmanes pueden marchar en Berlín para exigir el establecimiento de un califato en nombre de la “democracia”, la “libertad” y los “derechos”.
Esto fue anunciado de manera precisa, aunque con cierta ingenuidad, por monseñor Giuseppe Bernardini, obispo de Esmirna, Turquía, cuando el 13 de octubre de 1999 afirmó que, durante una reunión oficial sobre el diálogo islamo-cristiano, una destacada figura musulmana declaró con calma y confianza a los participantes cristianos: “Gracias a vuestras leyes democráticas, os invadiremos; gracias a nuestras leyes religiosas, os dominaremos”.
Ahmed Mansour señala el grave paradox en el que la democracia europea se encuentra atrapada: