El Líbano está en caos. Durante más de una semana, las protestas masivas han estado bloqueando las calles y plazas de todo el país. Las multitudes exigen la dimisión del gobierno, una revisión del sistema político del país y el fin de las crecientes cargas financieras que se les imponen. El paquete de reformas económicas del primer ministro Saad Hariri, anunciado el 21 de octubre, no ha logrado aplacarlas. Sin embargo, por el momento, la perspectiva de que el Gobierno renuncie es remota, ya que contiene un fuerte elemento de Hezbolá.
Muchos creen que Hezbolá, considerada una organización terrorista por gran parte del mundo, ha creado un “Estado dentro de un Estado” en el Líbano. Muchos creen que el Estado libanés y Hezbolá son indistinguibles.
En teoría, el Líbano debería ser un modelo para un futuro Oriente Medio pacífico. Es el único país de Oriente Medio que, por su propia constitución, comparte el poder por igual entre musulmanes y cristianos sunitas y chiítas. La teoría, sin embargo, ha tenido que ceder ante la realidad práctica. El Líbano ha sido muy inestable durante gran parte de su existencia, y su singular constitución ha tendido a exacerbar, en lugar de eliminar, el conflicto sectario.
¿Qué tan completa es la integración del Estado libanés con Hezbolá? En cuanto a la economía, Hezbolá tiene grandes inversiones en el sector bancario libanés y en una amplia gama de empresas. En el frente político, es más fuerte que nunca.
El país acudió a las urnas en mayo de 2018. En las elecciones, la alianza política liderada por Hezbolá obtuvo algo más de la mitad de los escaños parlamentarios. Un factor importante en la popularidad de Hezbolá, especialmente entre la población chiíta del Líbano, es la vasta red de servicios sociales, financiados por Irán, que gestiona, que proporciona atención sanitaria, educación, finanzas, bienestar y comunicaciones. Prácticamente ha asumido la función del Estado en muchas áreas. Los organismos que proporcionan la prestación social se utilizan para difundir la ideología de Hezbolá y fortalecer su posición dentro de la sociedad libanesa.
El gobierno que finalmente se formó nueve meses después de las elecciones reflejaba la posición dominante alcanzada por Hezbolá y sus aliados. A la organización se le asignaron tres ministerios, mientras que el Ministerio de Finanzas fue a un aliado de Hezbolá. El poder tiene razón en el Líbano, y Hezbolá domina dentro del gobierno porque está respaldado por el patrocinio financiero y militar de Irán. La corrupción en los círculos oficiales y la explotación de la población son endémicas.
El distinguido comentarista sobre asuntos de Oriente Medio, Jonathan Spyer, analizó recientemente hasta qué punto Hezbolá, actuando como representante de Irán, se ha tragado al Estado libanés. La cáscara del Estado se ha dejado intacta, señaló, tanto para servir de camuflaje protector como para llevar a cabo aquellos aspectos de la administración en los que Hezbolá e Irán no tienen ningún interés. Como resultado, concluye, hoy en día es imposible determinar exactamente dónde comienza el Estado oficial y dónde termina el Estado en la sombra de Hezbolá en áreas clave de la vida libanesa.
La Alianza Libanesa del 14 de marzo es una coalición de políticos que se oponen al régimen sirio y a Hezbolá. El 14 de marzo de 2005 fue la fecha de lanzamiento de la Revolución del Cedro, un movimiento de protesta desencadenado por el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri a principios de ese año. Las manifestaciones estaban dirigidas contra Bashar Assad, presidente de Siria, sospechoso desde el principio de estar detrás del asesinato, y sus aliados iraníes en el Líbano, Hezbolá, de quienes se cree que llevaron a cabo el acto.
Los ecos de la matanza a sangre fría de Rafik Hariri han seguido resonando en la política libanesa. Hariri había estado exigiendo que Hezbolá disolviera sus milicias y ordenara a sus miles de combatientes que se unieran a las fuerzas armadas convencionales del Líbano, una exigencia que siguen haciendo los principales líderes de opinión del Líbano. Con Hezbolá luchando para apoyar a Assad, mientras que un gran segmento de la opinión libanesa está a favor de derrocarlo, el conflicto ha inflamado las tensiones sectarias.
Muchos libaneses, incluso los de persuasión chiíta, resienten el hecho de que Hezbolá, a instancias de Irán, esté luchando contra los musulmanes en un país vecino, actividades que distan mucho del propósito para el que se fundó la organización. Les molesta el creciente número de muertes de combatientes libaneses.
Los disturbios masivos han sacudido al Líbano en el pasado, en 2011 tuvo su parte de los trastornos de la “Primavera Árabe”, pero por primera vez las protestas son tan evidentes en el sur del Líbano, una zona fuertemente controlada políticamente por Hezbolá, como en el resto del país.
Que las masas libanesas puedan rebelarse contra el dominio que Hezbolá ha ejercido sobre el país es, quizás, el aspecto más esperanzador de la situación actual.