Los tambores de la guerra en el Golfo Pérsico fueron reemplazados esta semana por los sonidos de las explosiones reales. El domingo, misteriosas explosiones abrieron agujeros en cuatro barcos, incluidos dos petroleros sauditas atracados en los Emiratos Árabes Unidos, y el martes, drones armados impactaron en los oleoductos saudíes al oeste de Riad.
Los rebeldes hutíes respaldados por Irán en Yemen se jactaron de su exitoso ataque a los oleoductos y prometieron que seguirían con más; ningún grupo ha asumido la responsabilidad de bombardear los barcos. Irán se apresuró a denunciar los ataques, diciendo que debían ser investigados.
Irán, sin embargo, es el principal sospechoso en ambos casos, y las huellas dactilares en cada escena del crimen llevan a Teherán. Sin el apoyo masivo de Irán, los rebeldes en Yemen no podrían haber volado cientos de kilómetros de aviones no tripulados armados para atacar con precisión un oleoducto en Arabia Saudita. No podrían haber saboteado cuatro buques petroleros, sin dejar evidencia, sin entrenamiento y orientación de expertos iraníes.
La sospecha de la participación iraní se ve reforzada por el hecho de que ambos ataques, en el oleoducto y los petroleros, estaban dirigidos a objetivos saudíes directamente relacionados con su capacidad para producir y entregar petróleo. En las últimas semanas, incluso antes de que Irán y Estados Unidos intensificaran su reciente ataque de sables, los iraníes advirtieron que si se les prohibía exportar petróleo desde el Golfo debido a las sanciones, “nadie podrá exportar petróleo desde la región”. Este mensaje, para Washington y Riad, no fue difícil de entender.
Además, los iraníes parecen haber hecho un esfuerzo para asegurarse de que el daño de los dos ataques fue mínimo. Un tipo de señal de advertencia, o mensaje incendiario para los Estados Unidos y sus aliados, para decir: Es cierto que nosotros, los iraníes, no queremos la guerra, pero mira lo que podemos hacer si actúas contra nosotros. Esta es también la razón por la que, en ambos casos y similares a muchos otros en el pasado, los iraníes optaron por perpetrar los ataques a través de representantes leales, para prevenir una situación en la que Teherán podría ser responsabilizado directamente.
El público iraní está muy preocupado por un enfrentamiento militar con los EE. UU., de ahí que el líder supremo del país, el ayatolá Ali Khamenei, haya declarado apresuradamente que no cree que estalle una guerra. Al mismo tiempo, sin embargo, también dijo que nunca aceptaría renegociar el acuerdo nuclear. Mientras tanto, la transición de Irán de las palabras a los hechos es, en sí misma, una escalada e inflama aún más las tensiones en el Golfo. Si el ataque a los petroleros o campos petroleros sauditas hubiera sido más destructivo, podría haber encendido instantáneamente una conflagración.