El régimen de Bashar Al-Assad, que perdió la soberanía sobre al menos dos tercios de Siria y se refugió en Damasco, sigue atacando a los militares turcos que defienden a los civiles en Idlib.
La semana pasada, las fuerzas del régimen atacaron un puesto de control turco, matando a ocho turcos: siete soldados y un funcionario. A principios de la semana, las fuerzas de Assad entraron en acción de nuevo, matando a otros cinco soldados turcos.
Ankara ejerció su derecho a un legítimo ataque de represalia. Sin embargo, la zona de bombardeo de las fuerzas de Assad se extiende más allá de los puestos de observación establecidos por el ejército turco en virtud del acuerdo con Rusia y abarca una superficie habitada por más de 3 millones de civiles.
Así pues, aunque las Fuerzas Armadas Turcas (TSK) abandonen la zona en la que se han asentado para detener los ataques terroristas y la posible afluencia posterior de inmigrantes -ejerciendo así los derechos previstos en los acuerdos internacionales-, la crisis no desaparecerá y corre el riesgo de agravarse aún más.
De hecho, la retirada de las tropas turcas de los puestos de control que protegen a millones de civiles en Idlib de las fuerzas del régimen y de los terroristas sectarios iraníes conducirá a un gran desastre.
No se trata de un pronóstico político o estratégico. Los recientes ataques de las fuerzas del régimen y los terroristas en Idlib han causado la muerte de cientos de civiles. Al-Assad ha declarado claramente su objetivo de purificar Idlib de 3 millones de civiles, a los que llama “terroristas” por su oposición al régimen, a fin de crear una población étnica y religiosamente homogénea en el norte de Siria.
La retirada de Turquía de los puestos de control conducirá a la primera etapa, en la que otro millón de sirios se trasladarán a Europa, y luego posiblemente otros 3 millones.
¿Cuánto tiempo más podrá Turquía, que protege la frontera sudoriental más peligrosa de la OTAN, soportar esta carga en nombre de la paz democrática, a pesar de Damasco, Teherán y Moscú?
No hay duda de que Turquía debe mantener la situación de facto creada por los acuerdos de Sochi y Astana para garantizar su seguridad interna y mantener el flujo de refugiados dentro de Siria, a pesar de la falta de apoyo occidental. Tras los ataques, Al-Assad Ankara demostró su determinación sobre el terreno al expresar esta posición al más alto nivel.
Hasta ahora, las declaraciones de la OTAN condenando la agresión del régimen han sido simplemente cínicas. La Unión Europea se complace en haberse limitado a susurrar como si hubiera olvidado que Turquía tiene 4 millones de refugiados sirios como presa en su frontera oriental y que ahora está en alerta máxima.
Espero que no sea demasiado tarde para que asuman la responsabilidad de establecer una zona segura en la frontera turca que pueda contener la actual ola de migración en el norte de Siria e incluso fomentar la repatriación. En cuanto a los Estados Unidos, el otro mariscal de campo sirio hizo la declaración más clara desde el comienzo de la crisis, expresando su apoyo a Turquía como aliado de la OTAN.
Es importante que los Estados Unidos, que en el último decenio han dado preferencia a su aliado leal frente a las organizaciones terroristas, hayan adoptado finalmente una posición racional.
Turquía podría recuperar la posición de Rusia en Siria a pesar de incidentes como el accidente del avión de combate ruso y el asesinato de su embajador Andrei Karlov. Pero la crisis de Idlib puede ser la última oportunidad para los Estados Unidos de normalizar sus relaciones con Turquía, a quien los Estados Unidos han empujado a Rusia. Significaría una seria pérdida de influencia y demandas de Washington, no solo en Siria, sino en todo el Mediterráneo Oriental.