El nuevo año comenzó con intensos bombardeos en la provincia siria de Idlib. Los bombardeos causaron dos muertos y 10 heridos. Se supone que Idlib forma parte de la zona de desescalada acordada por Rusia y Turquía que se demarcó como parte del alto el fuego establecido en marzo de 2020. A pesar de estos ataques, se especula con la posibilidad de un intercambio de territorio entre el régimen de Damasco y Turquía. Las conversaciones sobre dicho intercambio apoyan el bombo de la rehabilitación y reintegración de Bashar Assad en la comunidad internacional. Sin embargo, aunque existiera la voluntad política de hacerlo, Idlib siempre será una espina en el costado de tal objetivo.
Un medio de comunicación pro Irán informó la semana pasada de que se celebraron varias reuniones entre oficiales de seguridad sirios y turcos a finales del año pasado. Las reuniones estaban supuestamente destinadas a revivir el Acuerdo de Adana de 1998, que permitía a las fuerzas turcas adentrarse hasta 5 km en territorio sirio para perseguir a los militantes kurdos. El informe afirmaba que un acuerdo renovado permitiría a Turquía ampliar su alcance hasta 35 km en el territorio sirio a cambio de que Ankara entregara el noroeste del país al régimen y dejara de apoyar a la oposición. Por mucho que los medios proiraníes quieran propagar esta narrativa como preludio de la aceptación regional de Assad -incluso por parte de Recep Tayyip Erdogan de Turquía-, es difícil creer que el gobernante sirio pueda volver a la situación en la que se encontraba antes de 2011.
¿Por qué no, se preguntarán algunos? Después de todo, el ruso Vladimir Putin y Erdogan, a pesar de estar en bandos opuestos en varios conflictos desde el Cáucaso hasta el norte de África, se han acomodado mutuamente. Por eso el término “frenemies” describe con precisión la esquizofrénica relación entre ambos hombres. Hay que recordar que la incursión turca en Siria se produjo con la aquiescencia tácita de Rusia. Y los anteriores enfrentamientos entre el régimen y Turquía han sido frenados por la injerencia rusa. Los enfrentamientos entre el régimen de Assad y las fuerzas turcas en enero de 2020 se detuvieron tras una reunión entre Erdogan y Putin.
Sin embargo, todos esos acuerdos entre Putin y Turquía son ceses momentáneos y no equivalen a una solución. Los dos países tienen intereses divergentes en Siria y tienen diferentes percepciones de las amenazas, de ahí la desconfianza entre ambos.
A pesar de estar vinculados por el acuerdo de Sochi de diciembre de 2018 y el marco de las conversaciones de Astana, es difícil pensar que los dos se pongan de acuerdo en algo más allá de una desconflicción momentánea. Aunque los medios de comunicación proiraníes afirmaron que los EAU tuvieron un papel en las supuestas reuniones turco-sirias, el intento de Abu Dhabi de normalizar con Assad ha sido resistido por Estados Unidos, que no quiere ver legitimado al presidente sirio. Es poco probable que los EAU amplíen su papel de mediador entre el régimen sirio y los países árabes. La normalización con Damasco fue rechazada tanto por Qatar como por Arabia Saudí. Y el enviado de Riad a la ONU dijo claramente que Assad debía rendir cuentas por sus crímenes.
Al mismo tiempo, EE.UU. ha frenado el apetito de Turquía por una operación militar, que las Fuerzas Democráticas Sirias esperaban en octubre de 2021. La política actual de EE.UU. favorece el statu quo, pero la percepción de que EE.UU. se ha desvinculado de la región ha empujado a los diferentes actores a encontrar acuerdos entre ellos, de ahí que se especule con la inminencia de un nuevo acuerdo que dé cabida a los kurdos, el régimen, Rusia y Turquía.
Incluso si todos sus intereses se alinean y las diferentes partes llegan a un punto en el que quieren llegar a un acuerdo, la situación es mucho más compleja de lo que los medios de comunicación pro-Irán sugirieron inicialmente. Idlib no puede ser simplemente intercambiada como una ficha en un acuerdo entre las diferentes partes. Idlib tiene varias facciones de la oposición y es imposible que Turquía elimine todos los “elementos extremistas”, como se sugiere en el acuerdo sellado en septiembre de 2018 entre Moscú y Ankara.
En su lugar, Ankara se ha centrado en combatir a los elementos más radicales, como Hurras Al-Din, y trata de aislar más o menos a los combatientes extranjeros. La erradicación total del extremismo está resultando difícil a falta de una solución política definitiva. Así que, aunque quisiera, Turquía no puede neutralizar Idlib para que el régimen se haga cargo. Cualquier posible intento de hacerlo por parte de Damasco daría lugar a un baño de sangre.
De todos modos, Turquía no ha dado muestras de estar dispuesta a renunciar a Idlib. De hecho, en la última reunión del proceso de Astana, celebrada el mes pasado, Ankara esbozó cuatro condiciones imposibles de cumplir antes de retirarse de Siria. Una de las condiciones era que las diferentes partes llegaran a un consenso sobre la constitución para proteger los derechos de las diferentes facciones en Siria. Otras condiciones eran la organización de elecciones libres y justas y la formación de un gobierno legítimo. La última condición era la erradicación de todos los grupos terroristas que amenazan la unidad del territorio sirio, en alusión al YPG.
Estas condiciones son una forma indirecta de que Turquía diga que no se retirará de Siria, ya que serán muy difíciles de cumplir en un futuro previsible.
Además, lo que se ha percibido como “intercambios de tierras” en el pasado ha sido en su mayoría el resultado de operaciones militares. Por ejemplo, la oposición perdió Khan Sheikhun en el sur de la provincia de Idlib a manos de las fuerzas rusas en agosto de 2019, mientras que una incursión transfronteriza turca ganó posiciones en Tal Abyad y Ras Al-Ain en octubre del mismo año. Si estos cambios de posiciones militares en el pasado han sido el resultado de intercambios de tierras, ¿por qué han implicado una escalada militar?
La verdad es que tanto los turcos como los rusos tienen recursos limitados. De ahí que se desplieguen en las zonas en las que ven más valor estratégico y en las que es más eficiente hacerlo, mientras que desalojan las zonas de menor importancia. Esto significa que el escenario de un gran intercambio de tierras que ponga fin a la guerra y corone a Assad como ganador del conflicto sirio es muy poco probable.