El presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan abrió el camino el 26 de diciembre para una intervención militar directa en Libia. Anunció una votación parlamentaria a principios de enero sobre el envío de tropas para apoyar al gobierno de Trípoli respaldado por la ONU contra el general Khalifa Haftar. Los instructores, el equipo y las fuerzas especiales turcas ya están operando en Libia junto con las milicias progubernamentales. Erdogan dijo que Turquía también estaría dispuesta a enviar ayuda aérea y naval si las circunstancias lo requieren.
El envío de tropas turcas complicará la situación en un país ya frágil, desgarrado por la disidencia interna desde el derrocamiento y asesinato del dictador Muammar Gaddafi en 2011.
El mapa de la intervención extranjera en Libia es importante: en el este del país, las fuerzas de Arabia Saudita y Egipto apoyan al general Haftar, el separatista que dirige el Ejército Nacional Libio, no el ejército nacional del país. En su contra se encuentran Turquía y Qatar, que apoyan al reconocido gobierno encabezado por Fayez al-Sarraj, pero su gobierno no cuenta con el apoyo de la legislatura. Luego está Rusia. Ha enviado milicias conocidas como el Grupo Wagner, que ya han llevado a cabo operaciones en Siria, y que también están operando en varios países africanos, apoyando y ayudando a las fuerzas de Haftar. Francia se ha unido al grupo de países que apoyan al general rebelde, mientras que Italia respalda al reconocido gobierno de Sarraj.
Al igual que en Siria, Estados Unidos se ha abstenido hasta ahora de cualquier intervención. En cambio, Estados Unidos se ha aferrado a la posición de un observador externo, dispuesto a ofrecer asesoramiento y asistencia diplomática para resolver la crisis de Libia. Turquía, que firmó un acuerdo militar y económico con el gobierno libio en noviembre, podría privar a Grecia y a los grecochipriotas de grandes extensiones de sus áreas de exploración de petróleo y gas y obligar a Egipto e Israel a negociar con Turquía sobre la construcción de gasoductos de gas natural hacia Europa.
Libia es ahora uno de los principales ejes de las futuras operaciones de ISIS, para compensar la pérdida de terreno en Siria. El ISIS en Libia financia sus actividades mediante robos, secuestros con rescate, extorsión de ciudadanos libios y contrabando transfronterizo de artefactos y otras mercancías.
El diario tunecino Al-Chourouk citó declaraciones de Ahmad al-Mesmari, portavoz de las fuerzas con sede en Libia Oriental, en las que afirmaba que había “líneas abiertas” para proporcionar armas y combatientes de Turquía y Malta al gobierno de Trípoli. El embajador turco en Túnez, Omer Faruk Dogan, ha negado la afirmación.
El impacto que la crisis libia ha tenido en los vecinos es de gran alcance y significativo. Egipto, uno de los principales receptores de ayuda militar y económica de Estados Unidos, no puede permitirse el lujo de que la inseguridad se extienda desde Libia. Además, el movimiento de migrantes a través de África hacia Egipto y Libia y hacia Europa es una preocupación importante para los países del sur del Mediterráneo. Los tunecinos constituyen uno de los grupos más grandes de combatientes extranjeros en Irak y Siria, y la inseguridad en Libia ofrece un refugio seguro para los extremistas que podrían tratar de fomentar la radicalización en el vecino Túnez. La amenaza que representan los extremistas en Libia y Túnez no es algo que los europeos puedan ignorar, como lo demuestra el ataque a los turistas británicos en Susa y el más reciente ataque del tunecino Anis Amri en Berlín.