La instrucción de Joe Biden a la comunidad de inteligencia de Estados Unidos para que informe si el nuevo coronavirus se escapó del Instituto de Virología de Wuhan es un intento cómico de evitar ser desacreditado por la narrativa desenvuelta de que el papel de China en la pandemia es otra manifestación de racismo. Ya saben, el racismo que hace que los asiático-americanos sean golpeados en las calles por los votantes blancos de Trump insidiosamente disfrazados de demócratas negros. Habiendo invertido mucho en esa narrativa, el Partido Demócrata quiere distanciarse de su inevitable colapso.
Hay que estipular hechos básicos.
La inteligencia de Estados Unidos no posee hechos contundentes que demuestren exactamente lo que ocurrió en ese laboratorio. Si los tuviera, habría informado tanto al anterior presidente como al actual.
La inteligencia estadounidense tampoco dispone de fuentes en China, humanas o técnicas, situadas y no comprometidas, capaces de proporcionar esa información. Este no es el lugar para ensayar la conocida casi ausencia de agentes de inteligencia estadounidenses con las habilidades lingüísticas y culturales para penetrar en China, o la total falta de operativos con cobertura para hacerlo, o la mortal alergia de nuestras agencias de inteligencia a la seguridad operativa, o el éxito demostrado por el gobierno chino en corromper, intimidar, silenciar, desacreditar, eliminar y “desaparecer” activos de inteligencia, o la competencia de la seguridad electrónica de China.
O, para el caso, el éxito del gobierno chino en persuadir al gobierno de los Estados Unidos -la Administración Biden en particular y los medios de comunicación despiertos hasta ahora- en acordar una “investigación” de la fuente de COVID-19 diseñada ab initio para ocultar en lugar de revelar.
Dicho esto, siempre ha habido amplias pruebas circunstanciales de que el virus de los murciélagos procedía del laboratorio de Wuhan, sobre todo porque su capacidad de “saltar” de una especie a otra es precisamente el experimento de “ganancia de función” en el que estaba inmerso el laboratorio -pagado en parte con dinero suministrado por el gobierno estadounidense. Las pruebas de ello son documentales, totalmente definitivas, y en ellas participa nada menos que el infalible y bien remunerado Anthony Fauci.
Los archivos de vídeo e impresos de Estados Unidos están repletos de registros de las mejores, más autorizadas, más impecables, figuras del gobierno, la medicina y los medios de comunicación gritando y anulando con idénticas invectivas – “teorías de la conspiración”, “infundadas”, siendo las más suaves- a todos y cada uno de los que sugirieron la mera necesidad de tomar en serio la posibilidad de que los relatos del personal chino involucrado en el laboratorio, así como de los diplomáticos estadounidenses que lo habían visitado, sean correctos.
Habiendo servido la narrativa corrupta a su propósito electoral inmediato en 2020, y siendo imposible que absolutamente todos los medios de comunicación y el gobierno sigan prostituyéndose a ella, su desenredo era inevitable. Facebook y Twitter no tienen que explicar por qué lo que ayer estaba prohibido ya no lo está, y viceversa. ¿Pero los políticos?
Hoy en día, la dirección de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos es el grupo en el que el Partido Demócrata puede confiar con mayor seguridad para dar vueltas y masajear la realidad de una manera conveniente para sí mismo y (gracias a las reclamaciones de “seguridad”) difícil de desafiar.
Por eso, durante los 90 días prescritos al presidente Biden, la “investigación” consistirá en interminables sesiones de alto nivel, durante las cuales cada palabra del informe será sopesada y agrupada para situar a la administración Biden en la luz más favorable.
Por lo tanto, el informe se referirá principalmente a sí mismo, citando su escrutinio de información breve y contradictoria, pero luego citando un número creciente de fuentes expertas (no identificadas, secretas) que están dando cada vez más credibilidad a la “teoría” de que el virus se escapó del laboratorio (sin importar que las primeras infecciones fueron de trabajadores del laboratorio). Pero el informe no llega a acusar a China, sino que insta a una mayor transparencia mediante la “cooperación”. Las probabilidades de que este informe mencione la financiación de Estados Unidos para la “ganancia de función” son nulas.
A menos, por supuesto, que la Administración Biden decida acusar… Donald Trump por ensuciar a Estados Unidos con Anthony Fauci.