Fuentes oficiales sirias atribuyen a Israel un ataque en su territorio, el cual Israel, a diferencia de la práctica de los últimos meses, no confirma ni desmiente. Nuevamente la conocida dinámica. Lo que cambian son los detalles: ¿fueron aviones que sobrevolaron territorio sirio y atacaron el blanco elegido o fueron misiles disparados sea desde territorio israelí, o quizá desde territorio del vecino Líbano? Esto nos lleva a otras complicaciones y quejas, que no son tema de esta nota. Según el gran analista militar israelí Ron Ben-Yshai, el blanco atacado fue una base de la Inteligencia siria en Tel el-Hara, ubicado en el punto más alto del llamado Golán sirio, o sea el lado sirio de la estratégica meseta. Desde allí, aprovechando la topografía, explica Ben-Yshai en una columna publicada en el portal Ynet, Siria puede observar tierra adentro lo que ocurre en Israel y recabar información. Eso, claro está, lo hacen todos los ejércitos de países en conflicto. También Israel. La observación de lo que ocurre del otro lado de la frontera, cuando la frontera es señal de conflicto, es un punto clave, siempre, en cualquier estrategia nacional. Pero aquí la gran preocupación es lo que hay detrás de Siria, o mejor dicho, en Siria.
El régimen de Bashar el-Assad, un déspota sanguinario, no tiene un interés directo en un choque contra Israel, en el que sabe que llevaría las de perder. Siria es una escala para los iraníes en camino hacia la búsqueda de un frente directo con Israel. Durante muchos años, las armas y misiles iraníes volaron desde el aeropuerto de Teherán hasta el de Damasco y de allí, por tierra, hacia Líbano. Assad mantenía tranquila la frontera con Israel, pero permitía al proxy de Irán, su brazo ejecutor, Hezbolá, prepararse para la guerra contra Israel.
En los últimos años, durante la guerra, el mosaico se complicó mucho más aún, dado que Irán y Hezbolá están dentro de Siria. Sin ellos, y sin el apoyo de Rusia, probablemente Assad ya habría caído. Claro que cuando hablan de “ayudar a Siria”, eso nada tiene que ver el bienestar o seguridad del pueblo sirio, al que han estado ayudando a matar, sino a la preservación de un régimen que sirve a sus propósitos, como parte del eje del mal en la zona.
Recordemos un viaje que realizamos hace unos años a Turquía, a la frontera con Siria, para entrevistar a refugiados sirios que habían pasado a territorio turco. La guerra había comenzado unos meses antes. En aquel momento, cuando veía a los refugiados bajar por las montañas, familias enteras con bolsos y paquetes buscando la salvación, nadie imaginaba que esa guerra duraría tanto. Y uno de los sitios en los que realicé entrevistas, fue una clínica en la que atendían a heridos de la guerra. Un joven con muletas, que parecía un adolescente, contó quién lo hirió: “Los recuerdo claramente cuando los vi apuntando. Le dije que somos todos sirios. Pero ellos no lo eran. Hablaban en persa. Eran iraníes, matando dentro de mi país”. Hace unos años, los rebeldes de Jabhat el-Nusra, una organización musulmana sunita radical afiliada a Al Qaeda, tomaron control de esa zona de la frontera entre Siria e Israel. También de Tel al-Hara. Cuando el régimen de Assad recuperó ese territorio, los rusos, dueños y señores de mucho de lo que acontece en Siria, impusieron un acuerdo: solamente el ejército sirio puede controlar ese puesto, no fuerzas extranjeras. Según estima Ron Ben-Yshai, es muy probable que miembros de Hezbolá e iraníes hayan vuelto al lugar. El ataque atribuido a Israel, comenta, puede haber sido un mensaje a Moscú, para que ponga orden en la zona. El equilibro es delicado. Lo seguro es que lo que hay allí, lo que ha llevado a innumerables ataques israelíes en territorio sirio, que sí han sido confirmados y reivindicados, no ha sido un intento israelí de intervenir en la guerra en Siria, sino de hacer lo máximo para que los ayatolás de Teherán no logren instalar bases de avanzada en territorio sirio. Su único objetivo sería preparar una agresión contra Israel. No tiene otra cosa que hacer en Siria. Israel no lo puede permitir.