Puede que el año no haya hecho más que empezar, pero las tropas estadounidenses en Irak y Siria ya han sido atacadas por drones en tres ocasiones. Cabe señalar que, en ambos países, la presencia estadounidense ha disminuido. En Siria, apenas quedan cientos de tropas estadounidenses en el noreste del país con fines antiterroristas. En Irak, el número es inferior a 2.500 y las tropas han dejado el combate activo para pasar a un papel de asesoramiento. En ambos países, el objetivo principal se centra ahora en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS), aunque la mayoría de los ataques contra ellos proceden de grupos respaldados por Irán.
La reducción del número de tropas y el cambio de sus funciones se producen en un momento en que Estados Unidos está negociando con Irán en Viena. Está claro que Teherán está dirigiendo estos ataques para impulsar su mensaje y presionar a Washington. Los mulás están convencidos de que EE.UU. no tomará represalias ni responderá con fuerza para evitar cualquier escalada. El uso de drones armados es muy eficaz por su asimetría y capacidad de crear irritación sin ser lo suficientemente importante como para provocar una fuerte respuesta militar. También es una eficaz herramienta de comunicación de Irán que subraya su capacidad de hacer llover drones y misiles y de hacer la vida aún más difícil a Estados Unidos.
Existe un creciente paralelismo entre los objetivos de los talibanes en Afganistán y los de Irán en Oriente Medio. El objetivo es ahora claramente presionar para que las tropas estadounidenses se retiren por completo de Siria e Irak. Teherán se siente cómodo pensando que, mediante la presión en las negociaciones de Viena, así como a través de las voces políticas oficiales de los gobiernos iraquí y sirio, puede arrinconar a las fuerzas estadounidenses. Estados Unidos ya se ha dado cuenta de que, desde su retirada de Afganistán, ahora tiene dificultades para evaluar los riesgos antiterroristas, especialmente en lo que se refiere a los vínculos entre los talibanes y Al Qaeda y las implicaciones para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Los militares estadounidenses entienden, por tanto, que una retirada de Irak y Siria supondría más dificultades a la hora de llevar a cabo sus misiones de contrainteligencia en ambos países. Esto se aplica no sólo a ISIS, sino también y sobre todo a todas las actividades terroristas patrocinadas por Irán. A diferencia de lo ocurrido durante las negociaciones del Plan de Acción Integral Conjunto de 2015, las declaraciones de los militares estadounidenses han sido más directas a la hora de condenar a los proxys y fuerzas iraníes, culpándoles de los ataques y advirtiéndoles de posibles represalias. Algunos expertos militares afirman que el reducido número de fuerzas estadounidenses tanto en Siria como en Irak es más un rehén que un elemento de disuasión.
El pasado mes de noviembre, un grupo bipartidista de miembros de la Cámara de Representantes planteó cuestiones legales en relación con las actividades militares estadounidenses que no implican a ISIS. Su carta cuestionaba específicamente los ataques aéreos de Estados Unidos en sitios en Siria que son utilizados por grupos de milicias respaldados por Irán. Daba a entender que el ex presidente Donald Trump y su sucesor Joe Biden estiraron las autorizaciones legales vigentes con las misiones en Siria en lugar de buscar la aprobación del Congreso. El objetivo de esta carta era evitar futuras lagunas legales que pudieran permitir más “guerras interminables.” Sin embargo, también significa que consideran que las actividades militares de Estados Unidos en respuesta a la agresión iraní están fuera del ámbito legal actual, por lo que los apoderados terroristas iraníes sí están de enhorabuena.
El objetivo de EE.UU. es continuar su retirada de la región, por lo que la pregunta sigue siendo si esto se ejecutará sin reducir la presión procedente de las fuerzas respaldadas por Irán. ¿Podría ser una nueva oleada la solución en su lugar? En 2007, el presidente George W. Bush ordenó el despliegue de más de 20.000 soldados en Irak con el objetivo de mejorar la situación general para permitir la reconciliación y un proceso de construcción del Estado. El general David Petraeus asumió el mando de la Fuerza Multinacional en Irak y logró los objetivos de su misión. Pero es muy dudoso que la actual administración estadounidense siga, o incluso pueda, esa estrategia, sobre todo teniendo en cuenta que esa misma estrategia fracasó en Afganistán. Esto deja a Estados Unidos con pocas opciones.
Esta falta de claridad -ya sea sobre el papel del ejército estadounidense o sobre el aspecto legal de sus operaciones- subraya la falta de una estrategia global, no sólo para la presencia militar de Washington tanto en Siria como en Irak, sino también sobre sus objetivos geopolíticos. Esto se ha convertido en una realidad para todo Oriente Medio, al igual que lo fue para Afganistán. El ejército estadounidense, que trata de mantener un difícil equilibrio y estabilidad a pesar de su reducida presencia, se ve obligado a defenderse de las provocaciones iraníes, especialmente en el norte de Siria, donde los papeles y las alianzas de los distintos actores están difuminados. Esta situación no es en absoluto sostenible, especialmente cuando Rusia y China se muestran más firmes en su compromiso en Oriente Medio.
Es similar a la situación en Afganistán, donde el expediente pasó de una administración estadounidense a la siguiente hasta llegar a un punto en el que nadie recordaba realmente cuál era el objetivo original y qué se podía conseguir todavía. Por lo tanto, observando los acuerdos geopolíticos en Siria e Irak, todo indica que la administración Biden persigue una salida, por lo menos, “honrosa”. La rehabilitación de Bashar Assad y los nuevos acuerdos políticos en Irak apuntan a ese objetivo. El panorama político de Washington también está orientado hacia el interior para evitar la repetición de esas guerras eternas, en lugar de mantener la seguridad regional. Sin embargo, este escenario sólo se hará realidad con un acuerdo nuclear. Teherán lo entiende y tratará de que esta salida sea tan dolorosa para Estados Unidos como su salida de Afganistán.