A primera vista, parece que al reclutar a cuatro mujeres israelíes para que espíen en su nombre, Irán no ganó mucho. Al fin y al cabo, la información que las presuntas sospechosas compartieron -fotografías de la Embajada de Estados Unidos en Tel Aviv, del Ministerio del Interior y de la Agencia de Seguridad Nacional en Holon, y disposiciones de seguridad en centros comerciales- puede encontrarse en Internet con relativa facilidad.
Sin embargo, al restarle importancia al asunto y llamarlo “la organización clandestina de las abuelas” -como se ha apodado en las redes sociales debido a la edad de los sospechosos- se pierde la perspectiva.
En primer lugar, porque Irán consiguió reclutar a israelíes con fines de espionaje, aunque se trata de una tarea compleja, especialmente cuando se trata de dos naciones hostiles.
En segundo lugar, porque las tareas simples son sólo el comienzo para los agentes recién reclutados. Éstas están diseñadas para fortalecerlos y poner a prueba sus habilidades y su disposición a asumir riesgos. En el camino, el operador también construye la confianza con los agentes, siendo el dinero un incentivo importante.
En tercer lugar, toda organización de inteligencia crea “archivos de inteligencia” sobre diversos temas. Un archivo sobre la estructura y la seguridad de la Embajada de Estados Unidos podría utilizarse en el futuro para transferir información a una organización terrorista; los vínculos estrechos con un miembro de la Knesset pueden ayudar a comprender el curso de acción del gobierno y conducir a intentos de afectarlo.
Y por último, nunca hay que subestimar a Irán. Aunque están por detrás de Israel en cuanto a capacidades operativas, son una nación importante y seria que trabaja diligentemente para alcanzar al Estado judío en todos los frentes.
Hacer que este asunto aparentemente insignificante se convierta en uno mucho más grave en el futuro. Por ello, la agencia de seguridad Shin Bet se muestra estricta cuando se trata de estos casos, también para disuadir a otros de seguir los pasos de los sospechosos.
Sin embargo, el actual asunto debe considerarse también como parte de una guerra general entre Israel e Irán.
La opinión pública israelí tiende a mirarlo a través de un solo prisma: si Teherán tendrá un arma nuclear o no. Pero esto es un grave error. Irán es una potencia regional con claras aspiraciones imperialistas que ni siquiera oculta. Invierte mucho esfuerzo y dinero para avanzar en sus objetivos, con un éxito ocasional.
En este sentido, el primer ministro Naftali Bennett y su gobierno merecen cierto crédito. En los últimos meses, han llevado a cabo debates sobre cómo disuadir a Irán, no sólo en lo que respecta al aspecto nuclear, sino en general.
Se trata de una tarea compleja que requiere la cooperación entre diversos sistemas (de inteligencia, operativos, económicos y diplomáticos) en Israel y en todo el mundo, y la comprensión de que se trata de un maratón, no de una carrera.
Esta idea debe ser entendida también por el público. Que no haya más israelíes que ignoren estas claras sospechas e intenten ayudar a Irán en el futuro.