Menos de una semana después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, abandonara Oriente Medio tras una visita centrada en la alianza informal entre israelíes y árabes suníes en la región, el presidente ruso, Vladímir Putin, se embarcó en un avión con destino a Irán, líder del eje chií opuesto. El presidente turco Recep Tayyip Erdogan se unió a la cumbre de Teherán.
Los tres regímenes representados en Teherán no son amigos de Occidente. Rusia está inmersa en una guerra brutal contra Ucrania y lanza amenazas a los países europeos cada semana. Irán financia a proxys terroristas en todo Oriente Medio, tiene un sólido proyecto de armamento nuclear y ha declarado en numerosas ocasiones que busca la aniquilación completa de Estados Unidos e Israel. Por último, Turquía ha demostrado ser un socio poco fiable de Occidente en cuestiones fundamentales como las sanciones a Rusia, el uso de sistemas de defensa rusos, el apoyo a las actividades malignas de Irán y otras.
La cumbre de Putin tiene implicaciones preocupantes para Oriente Medio. Parece que se está formando una alianza antiestadounidense a instancias de Rusia y China, que incluye a Irán y a sus proxys terroristas. Como resultado, Irán podría encontrarse pronto exportando cómodamente petróleo y armas y atrayendo inversiones extranjeras, a pesar de las sanciones occidentales. Podría llegar a ser autosuficiente dentro de su bloque de aliados, dejando a Occidente incapaz de presionar a Irán sobre su programa nuclear y otras fechorías.
El asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, reveló la semana pasada que Irán ya se siente lo suficientemente envalentonado como para enviar sofisticados sistemas de armamento a Rusia. Putin dijo la semana pasada en Teherán que las relaciones entre Rusia e Irán “se están desarrollando a buen ritmo”, y añadió que los países pueden “presumir de cifras récord en términos de crecimiento comercial, incluido el fortalecimiento de la cooperación en cuestiones de seguridad internacional”.
Este tipo de declaraciones son realizadas por líderes que no se dejan intimidar por Occidente.
Cuando se le preguntó sobre la posibilidad de que se vendieran armas avanzadas iraníes a Rusia, el Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, dijo esta semana: “Aconsejaríamos a Irán que no lo hiciera”. Y añadió: “Creemos que es una muy, muy mala idea”.
Esto no es suficiente. Cuando Irán se envalentona lo suficiente como para transferir sofisticados vehículos aéreos no tripulados a Rusia e intentar meter a Turquía en su órbita, Occidente debe ver a Irán como lo que es y lo que intenta hacer: conquistar la región en nombre de la revolución islámica. Los líderes iraníes lo dicen a diario. Sólo tenemos que escuchar.
Hay que hacer entender a Irán que no puede seguir expandiendo su influencia y su agresión en la región, desvinculando a Turquía de la órbita occidental o encontrando nuevas formas de evadir las sanciones occidentales. Ahora mismo, parece que, aunque Occidente envíe estos mensajes, a Teherán no le importa especialmente.
La mejor manera de hacer que a Irán le importe es creando una alianza fuerte y concreta contra el eje que Irán está intentando construir. Estados Unidos ya es el líder del bloque que se opone a Irán, y debe hacer todo lo posible, en cooperación con sus numerosos aliados, para detener la agresión de Irán en la región, así como su programa nuclear.
Por último, al igual que los países de Europa del Este que se enfrentan a la agresión rusa en su región, no se puede esperar que Israel permanezca pasivo ante la agresión iraní en Oriente Medio. Israel debe estar preparado para utilizar todos los medios a su alcance para detener esta agresión y garantizar su propia seguridad.