Las imágenes de niños famélicos resultan estremecedoras y movilizan a personas decentes a hacer todo lo posible por aliviar su sufrimiento. Ese sentimiento está detrás de la actual ofensiva diplomática contra Israel, en la que gran parte de Europa exige que el Estado judío ponga fin a la guerra contra Hamás prácticamente sin condiciones.
Existe un consenso creciente en los medios de comunicación dominantes y en los sectores responsables de la política exterior: lo que ocurre en la Franja de Gaza ha alcanzado tal nivel de gravedad que la lucha debe terminar de inmediato. Incluso algunos simpatizantes de Israel reconocen que, tras casi dos años de acusaciones inexactas —cuando no abiertamente falsas— sobre hambruna y “genocidio” en el enclave costero, por primera vez han comenzado a surgir afirmaciones creíbles sobre la expansión del hambre. Este giro ha comenzado a inclinar con mayor fuerza el escenario político y diplomático a favor de Hamás.