Durante las dos últimas décadas, las principales organizaciones judías han dado la voz de alarma sobre el aumento exponencial del odio a los judíos en Estados Unidos y en el mundo. Han pedido a sus miembros que les apoyen económicamente en la lucha contra el resurgimiento de esta enfermedad centenaria.
Pero aunque se están canalizando muchos más dólares filantrópicos a la organización del legado con el fin de luchar contra el odio a los judíos, es innegable que el antisemitismo sigue creciendo en Estados Unidos. Según los informes sobre delitos de odio de la ADL y el AJC, 2019 y 2020 fueron, respectivamente, los años más altos y el tercero más alto registrados en cuanto a casos de vandalismo, acoso y agresión contra judíos en Estados Unidos desde 1979.
Durante generaciones, las organizaciones judías tradicionales se han centrado en el desarrollo de programas eficaces para promover la continuidad judía, la educación, el liderazgo, el compromiso comunitario y muchos otros proyectos sociales y culturales. Pero dado el aumento de los incidentes de odio a los judíos en Estados Unidos, cabe preguntarse si son tan eficaces en la lucha contra el antisemitismo, y si no lo son, por qué.
Para estas grandes organizaciones, es difícil cambiar y adoptar nuevas estrategias para combatir el antisemitismo. Muchas de ellas no están de acuerdo en lo que se considera antisemitismo y lo que no. Por ello, tienen dificultades para acordar políticas y planes de acción para combatir este mal.
Los grupos heredados han creado una redundancia increíble, con docenas de organizaciones prácticamente idénticas que operan en silos, sumidas en conflictos de intereses y en la competencia por los donantes.
¿Por qué iban a cambiar las grandes instituciones si muy pocos de sus donantes les exigen que hagan las cosas de otra manera? La mayoría de los donantes, grandes y pequeños, dan para sentirse bien, para pertenecer a una red social, para interactuar con socios relevantes, para recibir oportunidades de nombramiento y para obtener honores, respeto e influencia. Conseguir un impacto con sus donaciones es una prioridad secundaria para ellos.
Por eso es tan importante que complementemos lo que hacen las organizaciones heredadas con enfoques nuevos y diferentes. Tenemos que luchar contra el odio a los judíos pasando a la ofensiva, denunciando y responsabilizando a los antisemitas, y también tenemos que convencer a los donantes judíos de que apoyen proyectos orientados al impacto, ideas innovadoras e iniciativas novedosas que puedan mover la aguja.
Aunque no hay soluciones milagrosas, durante las dos últimas décadas de lucha en las trincheras, conocí la visión única de la filantropía estratégica de riesgo, un modelo de colaboración de múltiples redes que genera sinergias entre los filántropos y las organizaciones pequeñas y medianas más eficaces, similares a una startup, para efectuar un cambio real.
He aquí un ejemplo: Cuando el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) surgió en los campus estadounidenses hace unos 15 años, presentándose como una organización de derechos humanos, muchas organizaciones judías ignoraron el hecho de que el objetivo de este movimiento era erradicar el Estado de Israel y matar a su población judía. Proporcionaron a los líderes del BDS una plataforma comunitaria para difundir su odio y los invitaron a participar en un discurso cuestionable. Al hacerlo, en realidad potenciaron el antisemitismo en lugar de derrotarlo.
Por el contrario, un grupo de filántropos de riesgo ha encargado varios proyectos de investigación en profundidad sobre los orígenes del movimiento BDS, los antecedentes de sus líderes, su financiación y sus métodos operativos. Uno de los proyectos descubrió que el movimiento BDS fue creado en 2001 por las principales organizaciones terroristas palestinas como un “frente no militar” para destruir el Estado de Israel, basándose en los métodos que provocaron el colapso del régimen del apartheid en Sudáfrica.
Otro proyecto de investigación analizó el impacto del movimiento BDS y demostró cómo representa la más reciente iteración del antisemitismo. Promueve el odio contra los judíos dondequiera que se encuentren porque el pueblo judío está intrínsecamente vinculado a la patria del pueblo judío, el Estado de Israel. La investigación demostró que el BDS radicaliza a todos los demás grupos de odio, de extrema derecha, de extrema izquierda y a los islamistas radicales, y promueve la violencia física contra los judíos.
Una vez completadas, las partes procesables de los proyectos de investigación se facilitaron a las instituciones gubernamentales, y se recurrió a la red de organizaciones sin ánimo de lucro, en los medios de comunicación, jurídicas, grupos de reflexión y sobre el terreno, dispuestas a trabajar en la misma misión, creando sinergia y multiplicación de fuerzas. Como resultado, el movimiento BDS es conocido hoy como una red afiliada al terrorismo y el principal promotor del Nuevo Antisemitismo. Los líderes del BDS no suelen ser invitados a las universidades, han perdido enormes fondos gubernamentales y de ONGs, y muchas plataformas de recaudación de fondos los han cancelado.
La filantropía estratégica de riesgo permite a los filántropos, a menudo líderes de sus sectores, aportar su propia visión, conexiones y experiencia únicas para contribuir con mucho más que un simple cheque. El poder de cada filántropo se incrementa exponencialmente a través de un modelo de colaboración multirred, como en el Foro de Impacto con sede en Los Ángeles, que establecimos en 2017. A través del Foro de Impacto, la fuerza filantrópica combinada se aprovecha para potenciar una red de pequeñas y medianas organizaciones sin ánimo de lucro, cada una de las cuales da un puñetazo sustancialmente por encima de su peso al crear sus propias sinergias para amplificar su impacto.
A medida que el antisemitismo empeora ante nuestros ojos, debemos complementar la filantropía tradicional, basada en las instituciones, que “sabe lo que es mejor”, con nuevas ideas proactivas fuera de lo común, potenciadas por filántropos estratégicos de riesgo, dispuestos a invertir su experiencia, conocimientos, tiempo, conexiones y dólares de filantropía para mover la aguja.