Las instituciones creíbles se comprometen con la realidad tal y como es, no como quieren que sea. En este sentido, Human Rights Watch (“HRW”) es lo más alejado de una institución creíble. Su última calumnia contra Israel lo demuestra una vez más.
El martes, HRW produjo otro ataque contra el Estado judío, titulado “Gaza: La ‘prisión al aire libre’ de Israel en 15 años”. Aunque también se refiere a la frontera de Gaza con Egipto, el artículo reserva gran parte de su lenguaje más duro para Israel, pintando una imagen cliché de víctimas gazatíes a merced de israelíes bestiales cuya única motivación es privar a los palestinos de sus derechos humanos. Pero es una imagen que sólo se sostiene si se omite una serie de hechos históricos inconvenientes.
En lugar de abordar esos detalles inconvenientes y explicar de forma convincente por qué no desvirtúan las conclusiones de HRW, la organización los ignora por completo o los descarta sumariamente sin ninguna explicación adecuada.
Es necesario conocer algunos antecedentes de la historia de la Franja de Gaza.
En agosto de 2005, Israel se retiró unilateralmente de la Franja de Gaza. Todos sus residentes judíos -unas 8.000 personas- fueron obligados a abandonar sus hogares. Las sinagogas fueron desmanteladas e incluso los muertos fueron desarraigados al exhumar las tumbas judías y trasladar los restos fuera de Gaza. Todos los soldados israelíes abandonaron el territorio.
Varios meses después, la organización terrorista Hamás obtuvo la mayoría de los escaños en las elecciones al Consejo Legislativo Palestino. Las tensiones entre Hamás y el partido del líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, Al Fatah, comenzaron a crecer. En enero de 2007, figuras de Al Fatah y de la Autoridad Palestina fueron secuestradas, golpeadas y ejecutadas por Hamás. Luego, en junio de 2007, Hamás lanzó una ofensiva militar que logró capturar la totalidad de la Franja de Gaza, expulsando de hecho a la Autoridad Palestina del territorio.
Tras la toma de Gaza por parte de Hamás, el líder de la AP, Mahmud Abbas, se dirigía al Consejo Central de la Organización para la Liberación de Palestina y declaraba
“La bandera palestina ha sido pisoteada hoy bajo los pies de [aquellos] que consideran el proyecto nacional palestino -cuya bandera hemos llevado generación tras generación- como opuesto a su [propio] proyecto de oscuridad. Han sustituido [la bandera palestina] por su propia bandera, que es una bandera de división…. [Hamás] formuló un plan para separar Gaza de Cisjordania y establecer un emirato, o un mini-Estado de un solo color controlado por un único grupo de extremistas y fanáticos religiosos”.
Unos meses después, el 2 de septiembre de 2007, Abbas emitiría un decreto presidencial que dejaba sin poder al Consejo Legislativo Palestino. Desde entonces, los palestinos son gobernados por separado. Los de Gaza están bajo el control del régimen terrorista de Hamás. Los de Judea y Samaria se rigen por la división de poderes creada por los Acuerdos de Oslo entre Israel y la Autoridad Palestina. Se han hecho numerosos intentos de “reconciliación” entre Hamás y la AP. Ninguno ha tenido éxito.
Sin embargo, uno de los principales argumentos de HRW es que Israel está distanciando intencionadamente a Gaza y a Judea y Samaria, tratándolas de forma diferente con algún propósito nefasto y encubierto. Al hacerlo, HRW adopta una posición aún más anti Israel que la de Mahmoud Abbas, argumentando que el problema no es que Hamás haya arrebatado violentamente la Franja de Gaza a la AP, sino que “las autoridades israelíes emitieron una ‘política de separación’ formal entre Gaza y Cisjordania” por razones obvias.
Tal vez HRW se hubiera sentido mejor si Israel hubiera permitido que Hamás arrebatara Judea y Samaria a la AP, también.
La política de Israel hacia la Franja de Gaza cambió, como es lógico, después de que la organización terrorista designada internacionalmente y comprometida con la destrucción de Israel se hiciera con el territorio de forma violenta. En medio de continuos disparos de cohetes desde Gaza dirigidos a civiles israelíes, el gabinete de seguridad de Israel lo declaró “territorio hostil” el 19 de septiembre de 2007.
En lugar de reconocer y analizar este contexto, HRW deja de lado estos importantes acontecimientos y realidades. Al hacerlo, elabora relatos que se basan en que los lectores desconocen por completo la historia.
Veamos otros ejemplos.
Aunque el informe trata supuestamente del 15º aniversario de la conversión de Gaza en una “prisión al aire libre”, los autores decidieron retroceder aún más en el tiempo de una manera curiosa. HRW se lamenta de que mientras que entre 2015-2019 una media de 373 palestinos salieron por el paso de Erez, eso fue “menos del 1,5 por ciento de la media diaria de 26.000 en septiembre de 2000”.
¿Por qué HRW eligió la fecha de septiembre de 2000?
Resulta que el final de ese mes, concretamente el 29 de septiembre de 2000, se suele citar como el inicio de la llamada “Segunda Intifada”. En los años siguientes se produjeron sangrientos atentados terroristas contra israelíes con una regularidad enfermiza, que causaron la muerte de más de mil personas, la gran mayoría civiles. La muerte y la destrucción infligidas por los atentados suicidas palestinos sólo empezaron a disminuir cuando Israel comenzó a construir una barrera de seguridad.
HRW no menciona nada de esto. Sería como escribir un artículo sobre las estrictas medidas de seguridad en los aeropuertos de Estados Unidos durante las dos últimas décadas sin mencionar los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Gran parte del artículo de HRW se reduce a tratar de describir la frontera entre Israel y Gaza como equivalente a la frontera entre Ohio y Pensilvania, y no entre un estado soberano y un territorio dominado por un grupo terrorista dedicado a su destrucción. El artículo trata de ocultar este absurdo tras dudosas afirmaciones legales de que Israel sigue “ocupando” Gaza, a pesar de que ni un solo israelí -aparte de los rehenes de Hamás- se encuentra dentro del territorio.
Así es como acabamos con afirmaciones generales como “Israel también controla la… infraestructura de la que depende Gaza”, que suenan bastante tontas a la luz de las imágenes de Hamás desenterrando tuberías de aguas residuales en Gaza para convertirlas en cohetes destinados a matar israelíes.
También es así como terminamos con HRW atacando a Israel por no permitir un aeropuerto o puerto marítimo en Gaza. Ya en 2002, Israel ha interceptado cargamentos de armas mortales procedentes de países como Irán, como los encontrados en el MV Karine A, que llevaba 50 toneladas de armas destinadas a matar israelíes. Permitir un aeropuerto o un puerto marítimo en la Gaza controlada por Hamás supondría abrir totalmente las compuertas para que malos actores como Irán pusieran aún más armamento en manos de organizaciones terroristas como Hamás y la Yihad Islámica.
Por supuesto, si Israel controlara la Franja de Gaza -como pretende HRW- podría instituir medidas de seguridad más específicas para controlar la importación y exportación de mercancías hacia y desde esos puertos de entrada y salida. El hecho de que esto requeriría que Israel reconquistara el territorio expone lo absurdo de la sugerencia de que Israel “ocupa” y tiene el control efectivo del territorio. Irónicamente, si Israel fuera realmente la “potencia ocupante” de Gaza, el artículo 43 de la Convención de La Haya de 1907 exigiría efectivamente a Israel hacer precisamente eso: reconquistar la Franja de Gaza. Sin duda, HRW no está abogando por otra operación militar israelí.
En resumen, afirmar que Israel es la “potencia ocupante” de un territorio controlado por una organización dedicada a su destrucción es tan risible como afirmar que el gobierno iraquí tenía el control efectivo de Mosul en 2015, a pesar de la bandera negra del Estado Islámico (ISIS) que ondeaba sobre la ciudad.
Aparte de eso, los Estados soberanos tienen derecho a decidir quién y qué entra en su territorio. Además, como ha admitido incluso Naciones Unidas, el bloqueo de Israel a la Franja de Gaza, dada la extraordinaria amenaza a su seguridad, es totalmente legal.
La realidad -con la que HRW mantiene una tenue relación- puede ser bastante incómoda y complicada. Pero si HRW pretende mantener una pizca de credibilidad como institución imparcial y basada en hechos, no puede simplemente barrer estos factores complicados e inconvenientes en pos de una narrativa partidista.