Durante meses, el presidente bielorruso Alexander Lukashenko ha intentado inundar la Unión Europea de inmigrantes ilegales. Atrajo a miles de personas de Oriente Medio, en su mayoría kurdos, para que llegaran a Bielorrusia como turistas e intentaran cruzar a Europa desde allí.
Al crear una crisis humanitaria, Minks intenta que la UE retire las sanciones que impuso a Bielorrusia tras unas elecciones presidenciales supuestamente fraudulentas y el encarcelamiento de miles de manifestantes contrarios al régimen.
Por ahora, el plan de Lukashenko no ha funcionado: Lituania y Polonia están decididas a proteger sus fronteras, pero lo más importante es que la UE no ha cedido al chantaje de Lukashenko.
Sin embargo, el mayor reto para la UE, y para Occidente en general, reside en la amenaza a Ucrania. ¿Por qué? Porque Rusia ha posicionado 90.000 soldados en la frontera con el país europeo occidental y la inteligencia militar de Kiev estima que Moscú invadirá en algún momento entre finales de enero y principios de febrero.
Por supuesto, no se puede comparar la amenaza de un ataque de inmigrantes ilegales con la de un ejército ruso bien entrenado y equipado.
El grado de compromiso también es diferente, porque Polonia y Lituania son Estados miembros de la UE, mientras que Ucrania, cuyas solicitudes de ingreso en la OTAN han sido rechazadas hasta ahora, no lo es.
Sin embargo, proteger a Kiev equivale a proteger a Occidente y a todo el orden mundial.
Defenderla reafirmará la inviolabilidad de las fronteras y los acuerdos internacionales. Rusia ha reconocido las fronteras de Ucrania hasta tres veces desde el colapso de la antigua Unión Soviética en 1991 y luego ha pisoteado esos reconocimientos invadiendo Crimea y la región oriental de Donbás en 2014.
También será una muestra de solidaridad con una nación que se ha alineado más de una vez con los valores europeos, incluso durante la Revolución Naranja en 2004 y las protestas del Euromaidán en 2013, que llevaron al derrocamiento del entonces presidente Víktor Yanukóvich.
Al proteger a Ucrania de las aspiraciones imperiales del presidente ruso Vladimir Putin, Occidente defenderá las democracias liberales de todas las naciones de la FSU. Además, la independencia y la democracia de Ucrania sirven de alternativa a la tradición autocrática de Rusia.
Pero, sobre todo, la amenaza que pesa sobre Ucrania pone en tela de juicio la voluntad de Occidente de defender los valores con los que se identifica: derechos humanos, libertad de expresión, democracia y transición pacífica del poder. Que llega un momento en que las condenas y las acciones no son suficientes. A veces, se necesita una demostración de poder.