El apoyo de Estados Unidos a Ucrania y las crecientes tensiones con Rusia han acercado a Moscú a Pekín. Además, la guerra entre Rusia y Ucrania ha repercutido en el principal problema del sistema internacional: La competencia entre Estados Unidos y China. La creciente implicación estadounidense en el teatro de operaciones europeo desvía la atención y los recursos de Estados Unidos para hacer frente a su rival, China.
En muchos círculos se considera que Estados Unidos es responsable, al menos en parte, de la guerra entre Rusia y Ucrania, debido a la expansión de la OTAN hacia el este dirigida por Estados Unidos, lo que perjudica su estatus internacional. Además, parece poco probable que la débil presidencia de Joe Biden permita a Estados Unidos competir con éxito con China.
Además, la guerra de Rusia en Ucrania ha puesto en marcha una serie de acontecimientos importantes que están teniendo un impacto duradero en el orden internacional. La percepción de que la guerra no tiene fin a la vista no hace sino reforzar sus implicaciones a largo plazo.
La guerra ha precipitado una crisis económica internacional, añadiendo problemas adicionales a una economía mundial que ya sufría los efectos del COVID-19. La escasez de energía y de alimentos, principalmente cereales, ha afectado a la mayoría de los países. Las repercusiones económicas de la guerra han provocado presiones inflacionistas que afectan incluso a la economía estadounidense. En muchas partes del mundo estamos asistiendo a una desaceleración económica y a temores de recesión.
A nivel mundial, han aumentado los riesgos de proliferación nuclear y de uso de armas nucleares. Las amenazas nucleares de Moscú pretendían disuadir la intervención militar de Occidente tras la invasión de Ucrania, pero también han perturbado el frágil orden nuclear. Hicieron que muchos países se replantearan el uso de armas nucleares. Por ejemplo, China podría utilizar las amenazas nucleares para disuadir una intervención militar convencional con el fin de conquistar Taiwán. No se puede descartar la posibilidad de amenazas nucleares con fines coercitivos, en contraste con la disuasión.
Muchos argumentan que aunque Ucrania estuvo dispuesta a desmantelar su arsenal nuclear a cambio de garantías internacionales para su integridad territorial al final de la Guerra Fría, siguió siendo vulnerable a su vecino con armas nucleares. Las garantías fueron insuficientes para evitar la conquista del territorio ucraniano. Por el contrario, Corea del Norte, un Estado delincuente dotado de armas nucleares, parece impermeable a la invasión.
Esto proporciona una razón de peso para que los estados amenazados se vuelvan nucleares. ¿Creerán Japón o Corea del Sur las promesas de Estados Unidos? Las recientes declaraciones iraníes subrayan la utilidad defensiva de las armas nucleares. Es probable que Turquía y Arabia Saudí sigan los avances nucleares de Irán.
Las amenazas rusas también podrían erosionar la indignación moral que impide el uso de armas nucleares. Las imágenes de Hiroshima y Nagasaki se están olvidando, y algunos dictadores con armas nucleares pueden mostrar indiferencia moral ante la destrucción masiva. Los fanáticos religiosos, como los del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, no dudarán en disparar misiles con punta nuclear contra Israel si una contrarrevolución depone al régimen islamista de Teherán.
La guerra sirvió como una llamada de atención a Europa, recordando a los europeos que la guerra sigue siendo una herramienta política en manos de los líderes políticos. La sensación de insuficiencia y la voluntad de gastar en defensa han sustituido a la complacencia ante los retos de seguridad nacional. Sin embargo, actualmente se desconoce la duración de estos sentimientos. La guerra desencadenó una nueva ola de expansión de las instituciones euroatlánticas.
La OTAN ha decidido aceptar en sus filas a Finlandia y Suecia, y las conversaciones sobre una futura ampliación para incluir a Ucrania ya no parecen irreales. Además, la Unión Europea ha concedido el estatus de candidatos a Moldavia y Ucrania, países que Rusia considera en su órbita de seguridad. Las acciones occidentales aumentarán sin duda las tensiones internacionales en Europa hasta que se asiente el polvo de la guerra.
Tras el conflicto de Ucrania, es probable que Rusia sea menos tolerante con la incertidumbre a lo largo de sus fronteras. Puede evitar que sus vecinos coqueteen con la idea de la independencia en la orientación de la política exterior. Es probable que los Estados cercanos a Rusia en el Cáucaso y Asia Central se enfrenten a una mayor presión para limitar la cooperación con Occidente que en el pasado. Los productores de energía, como Azerbaiyán y Kazajstán, pueden interesar a Moscú para aumentar la influencia rusa en el mercado energético mundial.
Implicaciones para Israel y Oriente Medio
En el patio trasero de Rusia, Oriente Medio, las nuevas circunstancias internacionales han acercado a Moscú a Irán y han reforzado las tensas relaciones turco-rusas. La cumbre de julio en Teherán, a la que asistieron los líderes de estos Estados, presagia una futura cooperación contra los intereses estadounidenses en la región, especialmente en Siria e Irak.
Los Acuerdos de Abraham se han visto reforzados por la desconfianza hacia Estados Unidos y su proclividad a capitular ante el caprichoso comportamiento iraní. Sin embargo, la escasez de alimentos perjudica la estabilidad de Egipto, un Estado fundamental en una región que ya cuenta con una plétora de Estados fallidos. La guerra en Ucrania tiene implicaciones mixtas para Israel. Durante una crisis energética, los recursos de gas de Israel tienen más atractivo para los posibles compradores. El nuevo estatus de Israel como exportador de energía también beneficia su posición internacional.
La evolución del panorama estratégico mundial probablemente beneficiará a las empresas de defensa israelíes. Éstas prevén un aumento significativo de las ventas debido a la crisis de seguridad provocada por la invasión rusa de Ucrania, ya que se dispone de más fondos para adquisiciones militares. Se espera que los miembros de la OTAN, en particular los países de Europa del Este directamente amenazados por la agresión rusa o los Estados de Europa Occidental que buscan reconstruir sus capacidades de disuasión contra Moscú, aumenten sus programas de adquisiciones militares.
Actualmente, Israel está acogiendo a un mayor número de judíos procedentes de Rusia y Ucrania en su patria. Esta es una tendencia demográfica positiva. En el lado negativo, Irán goza de mayor aceptación internacional debido al desesperado deseo de ver su petróleo en el mercado mundial. Además, la distensión irano-rusa puede poner a disposición de Teherán el sistema SAM S-400.
Por último, todos los Estados deberían recordar que viven en un sistema de autoayuda. Por ello, hay que alimentar una doctrina militar autosuficiente sin hacerse ilusiones sobre la ayuda exterior en tiempos de crisis.