Los hutíes, dominando un descomunal 80% del territorio de Yemen, se erigen como una de las más ominosas manifestaciones del terrorismo patrocinado por Irán, representando una amenaza militar constante tanto para Israel como para las fuerzas armadas estadounidenses. La administración de Biden, en un acto que raya en la negligencia, revocó la calificación de los hutíes como “organización terrorista extranjera” en febrero de 2021. Desde entonces, no solo ha evitado reinstaurar esta designación, sino que también ha fallado estrepitosamente en disuadir a los hutíes mediante la fuerza militar. Mientras tanto, el régimen iraní, con impunidad asombrosa, sigue engrosando sus arcas con ingresos petroleros y fondos descongelados, alimentando generosamente a sus siniestros apoderados terroristas.
Los hutíes, con una audacia desmesurada, han lanzado ataques aéreos contra Israel utilizando misiles y drones desplegados desde Yemen. Han puesto en la mira la navegación comercial en el mar Rojo y han osado amenazar incluso a buques de guerra estadounidenses. La respuesta de Estados Unidos ha sido, hasta ahora, meramente defensiva: derribando algunos misiles y drones hutíes. Recientemente, como se informó, un buque de guerra estadounidense abatió tres drones en un enfrentamiento que duró una hora.
A pesar de estas provocaciones directas, la administración Biden sigue mostrando una pasividad alarmante, sin tomar medidas ofensivas contra los puntos de lanzamiento de misiles y drones hutíes en Yemen ni sus emplazamientos de radares costeros. Esta omisión es aún más lamentable si se compara con las tímidas respuestas de esta administración ante los ataques a instalaciones militares estadounidenses en Irak y Siria por parte de milicias terroristas auspiciadas por Irán.
Incomprensiblemente, la administración Biden ha instado a Israel a no responder a los ataques hutíes contra su territorio y sus buques. Sin embargo, Israel, decidido a proteger su soberanía y a su gente, no se doblegará ante tales presiones externas. Tzachi Hanegbi, presidente del Consejo de Seguridad Nacional israelí, declaró en una entrevista reciente que Israel actuará por cuenta propia si la comunidad internacional no se enfrenta a la agresión hutí.
Mientras tanto, la Casa Blanca se limita a proclamar su intención de “reforzar y expandir” un grupo de trabajo marítimo multinacional, liderado por Estados Unidos, para contrarrestar los actos agresivos de los hutíes en el mar Rojo. Pero incluso esta medida parece insuficiente para disuadir a los líderes hutíes, quienes descartan cualquier amenaza de una coalición marítima contra Yemen como insignificante, según palabras de Mohammed Ali Al-Hutíes, un líder hutí del Consejo Político Supremo Hutí.
Los hutíes, en una escalada temeraria, han jurado obstruir la ruta marítima hacia Israel a través del mar Rojo. Esta amenaza, vertida por el portavoz militar hutí Yahya Sare’e, establece que cualquier embarcación con destino a Israel, sin importar su bandera, será blanco de sus ataques si Gaza no recibe los suministros necesarios de alimentos y medicinas. Esta postura, amplificada en un post en X, remarca la intención de los hutíes de convertir en blanco legítimo a cualquier navío que se dirija a Israel, en caso de que continúen las restricciones a Gaza.
Mohammed Ali al Hutíes, líder hutí, ha emitido una advertencia directa a Estados Unidos, negando cualquier “derecho” de las fuerzas militares estadounidenses, o de cualquier otra nación, a escoltar barcos hacia Israel. Si los hutíes llevan a cabo su amenaza de usar la fuerza militar para bloquear el acceso a Israel por el mar Rojo, esto se interpretaría como una declaración de guerra, exigiendo una respuesta de fuerza contundente y decisiva.
El régimen iraní, en el papel del gran titiritero, controla a los hutíes, al igual que a sus otros apoderados terroristas. Este movimiento hutí es parte de la estrategia más amplia de Irán del “anillo de fuego”, que busca aislar y eventualmente destruir al Estado de Israel y expulsar a Estados Unidos de la región, con financiación, armamento, entrenamiento e inteligencia provistos por Irán.
David Ibsen, director ejecutivo del Proyecto Contra el Extremismo (CEP), ha señalado las ambiciones regionales de Irán, evidenciadas a través de su patrocinio estatal del terrorismo, que ha causado la muerte de incontables inocentes en países como Israel, Gaza, Líbano, Siria, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Yemen. Irán aspira a dominar la región, desestabilizar a los estados moderados aliados de Estados Unidos y asediar a Israel con un círculo de terror.
Mientras tanto, la administración Biden parece estar jugando a la defensiva, en medio de un incendio descontrolado provocado por el anillo de fuego de Irán, una amenaza que se cierne sobre todo Oriente Medio bajo la atónita mirada de la presidencia de Biden. Esta situación crítica demanda una acción firme y proactiva para contrarrestar la creciente amenaza que representa este escenario para la estabilidad regional y la seguridad global.
Durante la presidencia de Donald Trump, el llamado “anillo de fuego” del régimen iraní enfrentó serias dificultades. La administración Trump implementó una estrategia de máxima presión económica sobre Irán, asfixiando sus ingresos y limitando su capacidad para financiar a sus apoderados terroristas. Esta presión tuvo efectos tangibles, como lo refleja la disminución significativa de los ingresos de Hezbolá y la necesidad de realizar drásticos recortes en sus gastos, según reportó el Washington Post en mayo de 2019.
Trump no dejó lugar a dudas respecto a su disposición a responder con fuerza al uso de apoderados terroristas por parte del régimen iraní para atacar al personal y las instalaciones militares estadounidenses. Su orden de asesinar a Qassem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, en enero de 2020, fue un claro ejemplo de esta postura. A pesar de las amenazas de venganza por parte de los líderes del régimen iraní, su respuesta fue relativamente tímida, sin atreverse a provocar una respuesta aún más firme de Trump.
Contrastando con esta táctica, la administración Biden ha revertido la política de máxima presión económica de Trump y ha retomado una estrategia de apaciguamiento similar a la de la administración Obama-Biden, con la esperanza de reactivar el problemático acuerdo nuclear con Irán. Bajo Biden, Irán ha logrado reabastecer sus arcas vendiendo petróleo a China y otros compradores, a pesar de las sanciones existentes que han sido poco aplicadas. Además, la administración Biden ha levantado sanciones para permitir que Irán acceda a unos diez mil millones de dólares en ingresos por electricidad retenidos en Irak, además de descongelar y liberar seis mil millones de dólares como parte de un rescate por la liberación de cinco rehenes estadounidenses, aunque esta decisión fue temporalmente suspendida ante intensas críticas.
La política de apaciguamiento de Biden ha permitido al régimen iraní recuperar su fortaleza financiera, proporcionando al principal Estado patrocinador del terrorismo en el mundo los medios para continuar financiando a sus apoderados terroristas. La historia sugiere que los líderes iraníes solo retroceden frente a respuestas militares contundentes que amenacen a sus líderes, combatientes y activos de infraestructura clave. Ataques menores contra sus representantes terroristas no son suficientes para disuadirlos. La única manera efectiva de desmantelar el anillo de fuego iraní es cortando su financiación y erradicándolo por completo utilizando todos los medios necesarios.