Los historiadores suelen fechar el inicio del Holocausto en junio de 1941, cuando las tropas alemanas invadieron la Unión Soviética, identificaron a los civiles judíos, los pusieron en fila y los fusilaron por miles. Más tarde, los campos de concentración equipados con cámaras de gas elevaron la matanza a una escala industrial.
Pero ese calendario omite algo importante. Tras su llegada al poder en 1933, Hitler inició una campaña para demonizar y deslegitimar a los judíos, acusándolos de crímenes imaginarios, transmitiendo el mensaje de que los judíos son una raza vil y culpable, que merece ser castigada.
En 1935, las Leyes de Núremberg convirtieron oficialmente a los judíos alemanes en ciudadanos de segunda clase. En 1938, miles de tiendas y hogares judíos alemanes fueron saqueados y quemados en el pogromo conocido como la Noche de los Cristales. En 1939, tras la invasión nazi de Polonia, los judíos polacos fueron confinados en guetos.
Todo esto y más sentó las bases para la “Solución Final a la Cuestión Judía”, el eufemismo nazi para el genocidio de los judíos europeos.
Antes de ser derrotados por las fuerzas aliadas, los nazis consiguieron exterminar a seis millones de judíos europeos, dos de cada tres. Después de la guerra, la mayoría de los países de Oriente Medio, muchos de ellos influidos por la ideología nazi, expulsaron a sus antiguas comunidades judías.
Los refugiados huyeron o, como muchos lo vieron, regresaron a una tierra en la que los judíos habían sobrevivido durante miles de años a pesar de las múltiples conquistas extranjeras, masacres, esclavizaciones y expulsiones.
Los israelíes declararon su independencia tras la salida del Imperio Británico de los territorios arrebatados al derrotado Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial. La fundación de Israel fue, por tanto, un acto de antiimperialismo y decolonialismo.
Recordar esta historia ahora es relevante y quizás urgente. Durante décadas, la ONU ha estado al frente de una campaña para demonizar y deslegitimar a Israel. Esa campaña está ahora a punto de intensificarse.
La semana pasada, la ONU aprobó un presupuesto de 4,2 millones de dólares para establecer la llamada Comisión de Investigación (COI) – esencialmente una Gran Inquisición que apuntará y vilipendiará a Israel.
Bajo los auspicios del Consejo de Derechos Humanos (CDH), un organismo dominado por notorios violadores de los derechos humanos como China, Rusia, Cuba, Pakistán, Qatar y Venezuela, una plantilla de 18 miembros estará dirigida por Navi Pillay, ex alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, con “un historial espantoso sobre Israel”, según el ponderado juicio de Hillel Neuer, director ejecutivo de UN Watch.
El COI se “dedicará a fabricar cargos y a montar una persecución global para detener y encarcelar a los judíos israelíes”, escribió Anne Bayefsky, directora del Instituto Touro sobre Derechos Humanos y el Holocausto, en un artículo para el Centro de Asuntos Públicos de Jerusalén.
La inspiración ostensible del COI es el conflicto de 11 días iniciado por Hamás el pasado mes de mayo. Se lanzaron más de 4.000 cohetes contra ciudades, pueblos y aldeas israelíes. Los israelíes se defendieron, por lo que el COI acusará a los israelíes de crímenes imaginarios. Hamás, por el contrario, no será criticado seriamente ni por sus ataques a civiles israelíes ni por su utilización de palestinos como escudos humanos, crímenes indiscutibles tanto en el derecho internacional como en el estadounidense.
Esperen que el COI también difunda la calumnia de que Israel es un Estado de apartheid, lo que implica que Israel no tiene derecho a defenderse, de hecho, no tiene derecho a existir.
Tengo previsto hablar más sobre la falsa acusación de apartheid en futuras columnas, pero por ahora me limitaré a señalar que la minoría árabe musulmana de Israel, aproximadamente el 20 por ciento, goza de derechos y libertades que no están al alcance de los musulmanes árabes ni siquiera en los países en los que son mayoría. No se niega ningún puesto o trabajo a los ciudadanos israelíes por motivos de etnia o religión. Mansour Abbas, jefe del partido islámico Ra’am, y miembro electo de la Knesset, forma parte de la actual coalición de gobierno israelí.
Gaza, de la que los israelíes se retiraron en 2005, está gobernada por Hamás. Cisjordania está gobernada por la Autoridad Palestina. En varias ocasiones, los israelíes han ofrecido retirarse de la mayor parte de Cisjordania a cambio de un acuerdo que ponga fin al conflicto. Esas ofertas fueron rechazadas. Si los israelíes se retiraran sin un acuerdo, Cisjordania se convertiría en una segunda Gaza. ¿No es evidente?
El permanente bombo de vilipendio antiisraelí por parte del COI seguramente dará energía a la campaña económica contra Israel (haciendo eco de la campaña nazi de 1933 “No compren a los judíos”) y quizás lleve a procesar a los israelíes por la Corte Penal Internacional, una entidad politizada cuya autoridad no es reconocida ni por Israel ni por Estados Unidos.
Más preocupante aún: Las “conclusiones” de la “investigación” de la COI se utilizarán para justificar las amenazas genocidas que con frecuencia lanzan la República Islámica de Irán, su proxy con sede en el Líbano, Hezbolá, y por supuesto Hamás y la Yihad Islámica Palestina.
Podría llenar esta columna con ejemplos de este tipo de amenazas, pero dos deberían bastar. El líder supremo iraní Alí Jamenei ha llamado a los musulmanes a “eliminar la mancha negra sionista de la sociedad humana”, añadiendo que existe una “justificación religiosa para matar a todos los judíos y aniquilar a Israel, e Irán debe tomar el timón”.
La administración Trump, cuando Nikki Haley era la embajadora ante la ONU, se retiró del CDH, tras concluir que era imposible realizar reformas significativas. El gobierno de Biden volvió a ese organismo este mes, afirmando que a través del compromiso diplomático puede cambiar las cosas. Ya veremos.
La campaña de la ONU hará imposible la resolución del conflicto palestino-israelí en un futuro previsible. ¿Por qué iba a transigir ningún dirigente palestino mientras exista la posibilidad de que lo que les ocurrió a los judíos de Europa – difamación seguida de exterminio, una “solución final” – les ocurra a los judíos de Israel con el asentimiento de la “comunidad internacional”?
La ONU se creó tras la Segunda Guerra Mundial para prevenir y resolver conflictos. Hoy en día, promueve el antisemitismo y permite a los terroristas y genocidas. El reconocimiento de esta realidad debe preceder a cualquier intento de cambiarla.