En septiembre de 2021, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky visitó Washington. En aquel momento llegué a la conclusión de que era poco probable que Kiev se uniera a la alianza, dada la disparidad de prioridades estratégicas de Rusia respecto a Ucrania en comparación con Occidente. El argumento era que Putin considera a Ucrania como un interés estratégico básico y está obsesionado con devolver Ucrania a Rusia. Por otro lado, Occidente mostró poco compromiso con Kiev, y su respuesta a la agresión rusa de 2014 en Crimea y el Donbás dejó claro que no utilizaría la fuerza militar para defender a Ucrania. Para una alianza basada en el Artículo V, aceptar a un miembro ya implicado en hostilidades con Rusia que los aliados probablemente no defenderían socavaría la defensa colectiva de la OTAN.
Pero las cosas han cambiado en poco más de un año. Sólo un mes después de la publicación de ese artículo, el gobierno de Estados Unidos comenzó a desclasificar información de inteligencia que indicaba que Rusia estaba planeando una invasión a gran escala de Ucrania, con el objetivo de tomar la mayor parte del país e instalar en Kiev a un líder afín al Kremlin. El 24 de febrero, el Presidente ruso Vladimir Putin lanzó una invasión en tres frentes que, a la postre, resultó desastrosa para el ejército ruso. En diez meses, Rusia ha sufrido unas 100.000 bajas, y los defensores ucranianos han rechazado el intento ruso de tomar Kiev, han desbordado a las fuerzas rusas en Kharkiv y han obligado al Kremlin a abandonar Kherson, la única capital regional que Rusia había ocupado con éxito. La mayoría de los observadores, incluidos los de Estados Unidos y, evidentemente, el propio Putin, habían subestimado la capacidad militar y la voluntad de lucha de Ucrania, así como la determinación de Occidente de apoyar su defensa.
La visita de Zelensky a Washington en diciembre de 2022 representa una oportunidad para revisar las aspiraciones ucranianas respecto a la OTAN. Aunque el ingreso en la OTAN no es la principal prioridad de Ucrania ni de la alianza mientras dure la guerra, la cuestión puede cobrar relevancia en las negociaciones para poner fin a la guerra. La insatisfactoria conclusión es que, aunque Ucrania ha demostrado que merece ser un aliado de la OTAN, es probable que la política de la alianza impida la adhesión de Kiev.
Evaluaciones erróneas
Gran parte de las dudas de Occidente respecto a las aspiraciones de Ucrania a la OTAN se basaban en evaluaciones de los ejércitos ucraniano y ruso que han resultado incorrectas. Muchos analistas creían que a pesar de los importantes esfuerzos de adiestramiento realizados por Occidente después de 2014, el ejército ucraniano tenía pocas posibilidades frente a las fuerzas rusas, más numerosas y mejor equipadas, y que se derrumbaría en cuestión de días. Dado que la preocupación por el reparto de cargas ya estaba creando fisuras en la alianza, había poco interés en incorporar a un nuevo miembro que se consideraba que aportaba poca capacidad de seguridad, al tiempo que aumentaba significativamente el riesgo de guerra con Rusia.
La actuación de Ucrania en la guerra hasta el momento ha alterado drásticamente estas percepciones. Las fuerzas ucranianas se han mostrado mucho más eficaces que sus oponentes rusos, demostrando su capacidad para llevar a cabo maniobras eficaces de armas combinadas. El ejército ucraniano es ahora la fuerza más experimentada del mundo en operaciones de combate modernas a gran escala contra un oponente convencional. Aunque los aliados de la OTAN estudiarán la guerra con detenimiento, no podrán reproducir el profundo conocimiento que ahora poseen las fuerzas ucranianas. Además, con los flujos masivos de armamento occidental moderno hacia Ucrania, la diferencia de material que la separa de los ejércitos occidentales más modernos se ha reducido considerablemente. El ingreso de Ucrania en la OTAN probablemente mejoraría la capacidad militar y la seguridad de la Alianza.
También se ha demostrado que las evaluaciones sobre la capacidad militar rusa son erróneas, lo que hace más plausible el ingreso de Ucrania en la OTAN. Antes de la guerra se consideraba que Rusia tenía el segundo ejército más formidable del mundo, solamente por detrás de Estados Unidos. El pensamiento convencional asumía que las reformas militares rusas posteriores a 2008, tras sus fracasos en la guerra ruso-georgiana, habían dado como resultado unas fuerzas más profesionales y con equipos modernizados. Esta mejora quedó supuestamente demostrada por el éxito de Rusia en la toma de Crimea y su intervención de 2015 en Siria.
Sin embargo, lo que los analistas pasaron por alto en gran medida fueron los profundos niveles de corrupción en el ejército ruso que desviaron grandes porcentajes de la inversión prevista en la fuerza. Los soldados rusos han demostrado estar mal entrenados, equipados y empleados. Aunque tuvieron éxito, las operaciones rusas en Crimea y Siria fueron de alcance limitado y no fueron buenos indicadores de cómo les iría a las fuerzas rusas cuando se emplearan en operaciones convencionales a gran escala, especialmente dadas las suposiciones notablemente erróneas de Putin sobre la disposición de Ucrania a luchar.
La guerra ha resultado desastrosa para las fuerzas rusas, con numerosas bajas en algunas de sus unidades más formidables y enormes pérdidas de material. Por ejemplo, se estima que Rusia ha perdido al menos 1.500 tanques, 700 vehículos blindados de combate y 1.700 vehículos de combate de infantería, y el Secretario de Defensa Lloyd Austin ha declarado que Rusia se está quedando sin municiones. En total, es probable que las fuerzas armadas rusas necesiten ya al menos una década para reconstituir sus capacidades convencionales, y las fuertes sanciones occidentales pueden prolongar considerablemente este plazo.
Predecir cómo puede terminar la guerra en este momento es difícil, pero las aspiraciones de Ucrania a la OTAN podrían desempeñar un papel en las futuras negociaciones. Es posible que Ucrania vea pocas perspectivas de unirse a la alianza y declare formalmente su neutralidad. Pero si Rusia sigue perdiendo mucho, también es posible que Ucrania reciba otra garantía de la OTAN de que se convertirá en miembro. Incluso es posible que Kiev reciba un calendario más concreto que el que la alianza ofreció en la Cumbre de Bucarest de 2008. La OTAN puede ver una oportunidad entre el final de la guerra y la reconstrucción del ejército ruso para conceder a Ucrania un Plan de Acción para la Adhesión y darle la bienvenida a la alianza mientras Moscú está débil y tiene menos capacidad de resistencia. Algunos aliados pueden argumentar que acoger a Ucrania en la alianza y concederle las garantías del Artículo V es la mejor forma de reducir la probabilidad de futuras agresiones rusas.
La determinación de los aliados: ¿vaso medio lleno o medio vacío?
El análisis de hasta qué punto los aliados estarán abiertos a este argumento depende de la lectura que se haga de la respuesta de Occidente a la guerra. Durante los primeros diez meses, la determinación de Estados Unidos y Europa de soportar altos costes para apoyar a Ucrania ha sido notable. Occidente, con Estados Unidos a la cabeza, ha inyectado miles de millones de dólares en ayuda militar y de otro tipo a Kiev, siendo Europa la que ha soportado las mayores repercusiones económicas. Aunque ha habido cierta preocupación por la posibilidad de que la unidad occidental se fracture ante la inflación y las presiones financieras del invierno, los gobiernos occidentales parecen dispuestos a seguir apoyando a Kiev en los próximos meses.
Algunos observadores pueden interpretar este compromiso como un cambio fundamental en la priorización de Ucrania por parte de Occidente. Esta respuesta contrasta fuertemente con la tibia reacción de Occidente a la anexión de Crimea, que supuso una ayuda militar mínima y sanciones tardías. Occidente ha estado mucho más comprometido con la defensa de Ucrania de lo que Putin -e incluso muchos en Occidente- predijeron.
Bajo la superficie, sin embargo, hay indicios de que la alianza dudaría en ofrecer a Ucrania la adhesión formal. En los prolegómenos de la invasión, el presidente estadounidense Joe Biden fue inequívoco al afirmar que Estados Unidos no enviaría tropas a luchar en Ucrania, para no provocar la Tercera Guerra Mundial. A lo largo de la guerra, la principal preocupación de Occidente ha sido la escalada, una preocupación que se refleja en los límites de las armas que está dispuesto a dar a Ucrania.
Incluso cuando la guerra termine con las fuerzas terrestres convencionales rusas muy degradadas, es poco probable que desaparezca esta preocupación por la escalada. Algunos aliados pueden señalar las capacidades militares rusas que permanecen intactas -en particular su arsenal nuclear, su armada y su conjunto de capacidades asimétricas- como razones para seguir actuando con cautela en zonas sensibles para el Kremlin. Dado el deseo de evitar la guerra con Rusia por Ucrania a cualquier precio, no está nada claro que todos los aliados estén dispuestos a conceder a Ucrania la protección del Artículo V frente a futuras agresiones rusas.
En última instancia, el factor más significativo en las aspiraciones ucranianas a la OTAN no será la capacidad militar de Ucrania o si merece ingresar, sino la política de la alianza. La expansión de la OTAN ha sido un arma de doble filo. Aunque ha incrementado significativamente la capacidad de la Alianza y ha mejorado su capacidad de disuasión, también ha dado lugar a una Alianza a veces difícil de manejar. Debe reunir a sus 30 miembros (que pronto serán 32) para conseguir la unanimidad. Tomemos como ejemplo la adhesión a la OTAN de Suecia y Finlandia, que se ha visto frenada por Hungría y Turquía, a pesar de que ambas naciones nórdicas ya están bien integradas en la alianza, son militarmente capaces y corren un riesgo mucho menor frente a Rusia que Ucrania. Es fácil imaginar lo mucho más polémico que sería un debate dentro de la alianza sobre la adhesión de Ucrania. Podría resultar imposible alcanzar la unanimidad.
Ucrania ha demostrado su capacidad de combate y sólo será más formidable a medida que integre armamento occidental avanzado. Sus sacrificios harán que algunos aliados se muestren más abiertos a su eventual adhesión. Pero la guerra aporta pocas pruebas de que todos los aliados de la OTAN estén dispuestos a priorizar las protecciones del Artículo 5 para Ucrania sobre los riesgos de escalada con Rusia. Aunque han cambiado muchas cosas en el tiempo transcurrido entre las visitas de Zelensky a Washington, las esperanzas de su país de ingresar en la OTAN probablemente no han cambiado tanto como deberían.