La cumbre a tres bandas del martes en Teherán, la primera que reúne a los líderes de Rusia, Turquía e Irán desde 2019, puso sobre la mesa muchos temas comunes, pero con una agenda diversa. Tan diversa, de hecho, que las posibilidades de que Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan y Ebrahim Raisi se pusieran de acuerdo en todo, cuando los tres se enfrentan a desafíos únicos, eran, en el mejor de los casos, remotas.
La reunión de Teherán se produjo unos días después de que el presidente estadounidense Joe Biden participara en una reunión extraordinaria de alto nivel en Jeddah, organizada por Arabia Saudita y a la que asistieron los líderes del CCG, además de los jefes de Jordania, Egipto e Irak. El resultado de la cumbre de Jeddah contrastó con la declaración bilateral entre Estados Unidos e Israel firmada sólo dos días antes mientras Biden visitaba Israel.
Mientras que el principal componente de la llamada Declaración de Jerusalén era el compromiso de no permitir que Irán militarizara su programa nuclear, el mensaje de Jeddah se articuló de forma que mantiene la puerta abierta a una reconciliación árabe con Irán. No se mencionó una versión anti-iraní de la OTAN en Oriente Medio, con Israel como miembro.
Los dirigentes iraníes apreciarán el valor de los mensajes procedentes de Jeddah. El ministro de Asuntos Exteriores saudí, el príncipe Faisal bin Farhan, dijo que Riad sigue tendiendo la mano a Teherán. Los EAU anunciaron que están estudiando la posibilidad de enviar un embajador a Irán, lo que también ha sido bien recibido por Teherán.
Pero la reunión de los líderes en Teherán tenía otros asuntos que considerar. Putin quiere firmar con Irán un tratado estratégico global, cuyo principal objetivo es atenuar el efecto de las sanciones occidentales sobre Moscú y crear una alianza antiamericana. Teherán puede llegar a ponerse del lado de Putin, pero no a costa de perder una oportunidad, por débil que sea, de acabar con las sanciones petroleras occidentales.
En el caso de Irán -donde un estrecho asesor del líder supremo Alí Jamenei, Kamal Kharrazi, anunció esta semana que Teherán tenía la capacidad de construir una bomba nuclear, pero decide no hacerlo- sigue siendo posible un acuerdo de última hora para revivir el acuerdo nuclear de 2015. Una alianza antioccidental con Moscú en este momento no ayudaría a cerrar un acuerdo que Teherán desea fervientemente.
Para Putin, cualquier indicio de apoyo por parte de los Estados que tienen problemas con Estados Unidos es positivo. Pero este apoyo tiene sus límites. Para Teherán, normalizar los lazos con Riad tendría un enorme valor geopolítico. Este acercamiento podría poner fin a muchos de los conflictos de la región. A fin de cuentas, Irán es consciente de su destino geográfico como vecino de los Estados árabes del Golfo.
Para Erdogan, un líder pragmático que no tiene reparos en cambiar de bando y de posición, cimentar su presencia e influencia sobre dos países contrarios a Estados Unidos es suficiente para que Turquía siga siendo un actor geopolítico importante en la región y fuera de ella. Lleva semanas amenazando con lanzar una gran operación militar en el norte de Siria. Pero Moscú y Teherán tienen opiniones diferentes sobre dicha operación. Es difícil entender por qué Ankara quiere emprender una arriesgada aventura militar en el norte de Siria.
Irán ha declarado que se opone a cualquier operación que amenace la integridad territorial de Siria. Moscú tampoco está contento con la intromisión de Turquía en Siria, que considera una extensión de su propia influencia geopolítica en la región. El hecho de que Moscú esté atrapado en el atolladero ucraniano le hace temer cualquier cambio serio en el equilibrio de poder en Siria.
A todo esto se suma el hecho de que Israel, tras la visita de Biden, ha lanzado amenazas directas a Teherán. El lunes, el jefe del ejército israelí, Aviv Kohavi, dijo que el ejército se está preparando para la posibilidad de tener que actuar contra el programa nuclear de Irán. Israel e Irán llevan años enfrascados en una guerra indirecta. Pero el hecho de que Israel esté considerando un ataque contra Irán no agrada a nadie. Estados Unidos, los europeos y los países árabes no tienen ganas de que estalle otra guerra imprevisible en la región. Ciertamente, cuando se trata de encender potencialmente otra guerra en la región, Israel está en minoría de uno.
Aunque la cumbre de Teherán ofreció mucho en términos de una oportunidad para salir en la foto, una plataforma para algunas declaraciones ardientes y una apariencia de acuerdo, la realidad es que los tres líderes tienen menos en común de lo que parece. Sus agendas personales no están en sinergia y, aunque los desafíos conjuntos pueden unirlos por ahora, el tratamiento de los mismos deja mucho que desear.