La preocupación por un conflicto a través del estrecho no ha hecho más que aumentar en los últimos cinco años. El presidente Joe Biden ha ido eliminando la política de ambigüedad que ha regido durante mucho tiempo las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con Taiwán, lo que significa que los aspectos específicos de la disuasión han entrado en el debate.
La disuasión es algo difícil y complejo; a menudo no sabemos si un competidor ha sido disuadido, o simplemente no tenía intención de hacer lo que no nos gusta. A veces, una palabra de advertencia es suficiente para disuadir. A veces basta con una promesa de apoyo; a veces es necesaria una brigada y un escuadrón de interceptores. Hemos visto cómo se desarrolla esta dinámica en la OTAN, pues Estados Unidos ha aumentado constantemente sus compromisos con los países bálticos a medida que crecía la preocupación por la agresión rusa.
El cambio de postura de la administración Biden respecto a Taiwán suscita casi inevitablemente la pregunta de si Estados Unidos necesita finalmente preposicionar equipos y personal en Taiwán para disuadir un ataque chino.
¿Tropas estadounidenses en Taiwán? Ya ha sucedido antes
El ejército de Estados Unidos ha desplegado tropas en Taiwán en el pasado, aunque en circunstancias estratégicas y políticas muy diferentes.
Cuando el Partido Comunista Chino y sus ejércitos arrasaron la China continental en 1949, las fuerzas navales estadounidenses se interpusieron entre Formosa y el continente para evitar una invasión como la que capturó la isla de Hainan. Las primeras fuerzas estadounidenses importantes se desplegaron en la isla a mediados de la década de 1950, durante un periodo de fuerte tensión entre la RPCh y la RDCh. El compromiso militar estadounidense en Taiwán alcanzó un máximo de unos 2.000 efectivos en 1958, pero se mantuvo en miles hasta la década de 1970.
Además de las tropas, EE.UU. desplegó el misil de crucero Matador, con armamento nuclear, que tenía un alcance de casi 1.000 km y podía alcanzar muchos centros de población chinos. Con la normalización de las relaciones entre Pekín y Washington a finales de la década de 1970, Estados Unidos retiró sus tropas restantes de Taiwán y confió en una combinación de poder naval y diplomacia para mantener la seguridad de la isla.
La situación ha cambiado por diversas razones. La expansión del poderío naval y aeroespacial chino ha desplazado el equilibrio militar convencional en dirección a Pekín, haciendo que una invasión disputada sea al menos algo plausible. Los avances tecnológicos han tendido a favorecer los disparos de precisión de largo alcance, aumentando la capacidad de China para controlar el acceso a Taiwán.
Por último, la relación diplomática entre Pekín y Washington se ha deteriorado mucho. La combinación de estos factores podría hacer que el preposicionamiento de equipo y personal militar estadounidense sea una opción atractiva por primera vez en más de cuarenta años.
¿Tiene China un voto?
La reacción de China al despliegue de fuerzas estadounidenses en Taiwán en tiempos de paz podría ser extrema. Los anteriores despliegues estadounidenses se produjeron durante un periodo en el que Estados Unidos disfrutaba de una presunta superioridad convencional y nuclear sobre la RPCh. Estos despliegues terminaron cuando Estados Unidos y la RPCh entraron en su extenso período de distensión y amistad desde la década de 1970 hasta la de 2000. Volver a poner fuerzas militares consecuentes en Taiwán podría dañar irremediablemente la relación.
La probabilidad de una reacción negativa hace que el ritmo y la secuencia de un despliegue sean especialmente importantes. La noticia de un despliegue estadounidense sería contraproducente si provocara un ataque inmediato de China a Formosa. Mucho dependerá del contexto, pero el establecimiento de un cable trampa podría no ser suficiente elemento disuasorio contra un Pekín profundamente irritado por la intervención de Washington en su relación con Taipei. Si la administración Biden o una futura administración decidiera hacer esto, necesitaría una rápida transición de fuerzas militares consecuentes hacia Taiwán para prevenir un ataque chino. No sería en absoluto sorprendente que China respondiera con la fuerza, aunque a un nivel de escalada inferior a una invasión a gran escala.
La transferencia secreta de fuerzas y capacidades podría parecer ideal, pero mantener el despliegue de, por ejemplo, misiles nucleares de crucero en Taiwán en secreto para Pekín sería extremadamente difícil y prácticamente garantizaría la ira de China cuando se hiciera público. Al fin y al cabo, tenemos experiencia histórica con un intento de transferir secretamente misiles nucleares a una isla próxima a una potencia nuclear continental. Cualquier tipo de despliegue secreto requeriría un cuidado extraordinario para llevarlo a cabo con éxito.
Una relación Estados Unidos-China transformada
El despliegue de fuerzas estadounidenses en Taiwán marcaría una transformación en la relación entre Estados Unidos y China. Si Estados Unidos decidiera escalar de esta manera, debería ser mientras la atención de Washington está firmemente centrada en China; lo ideal sería que la guerra de Ucrania hubiera terminado, por ejemplo. En el lado positivo, el posicionamiento previo de las fuerzas estadounidenses eliminaría cualquier duda en la mente de Pekín de que invadir Taiwán iniciaría una guerra importante. En el lado negativo, se correría el riesgo de iniciar una guerra importante, así como de interrumpir una de las relaciones económicas más importantes del mundo.
Sólo podemos esperar que una futura administración estadounidense contemple esta medida con el mayor de los cuidados.