¿Por qué los Acuerdos de Abraham están fuera de juego? Parece que el gobierno de Biden se está preparando para reabrir un consulado de Estados Unidos en Jerusalén como un medio para volver a meter a los árabes palestinos en el panorama general.
Esto no es una buena noticia. Porque es una noticia vieja.
En el pasado, antes de que Trump lo cerrara, en 2019, el Consulado General de Estados Unidos (que no debe confundirse con la actual Embajada de Estados Unidos) se convirtió de alguna manera en una sede palestina de facto.
Destinado a servir al sector árabe y a los judíos, el personal estadounidense miró a un lado cuando la Autoridad Palestina comenzó a dotar de personal al lugar con árabes palestinos que lo dirigían como una capital independiente.
Israel se encogió de hombros. Mejor tenerlos barajando papeles que lanzando cócteles molotov.
Tanto los judíos como los árabes disponían de los medios para hacer negocios municipales… incluso para expedir pasaportes… y a veces, por la puerta principal o por la trasera, los dignatarios del mundo venían a presentar sus respetos.
Así que, ahí estaba…en cierta medida una Jerusalén dividida, anatema, y contraria al hecho de que Jerusalén, toda ella, es absolutamente la capital unificada de Israel.
De vuelta al futuro… ¿estamos?
¿O es que algunos nunca se calentarán con Israel hasta que los árabes palestinos sean felices campistas?
Aunque, incluso los propios árabes palestinos no tienen prisa por recibir demasiados favores, ni siquiera de Biden. Están bien siendo miserables.
Ser miserables es lo que cuentan para darles ventaja contra los israelíes. La queja es su posición por defecto.
“Estáis aquí por error”, para citar al miembro de la Knesset Bezalel Smotrich, que evalúa la situación.
Pero Biden quiere que le toque hacer de maestro diplomático. Quiere arreglar lo que no está roto. Es su especialidad.
Sabemos que está dispuesto a llegar a los extremos para deshacer lo que hizo Trump. Trump consiguió que los árabes palestinos se sentaran tranquilamente en una esquina chupándose los dedos. Apenas han dicho nada durante cuatro años, y tampoco han hablado mucho de una solución de dos Estados. Luego cerró la oficina de la OLP en DC, y luego cerró la espita de los fondos a la AP.
Prueba, por cierto, de que el poder de la presidencia estadounidense es inmenso.
Después, con Netanyahu como socio, hizo lo imposible.
Durante años, décadas, siglos, fue un imperativo histórico que nunca pudiera haber paz entre árabes y judíos.
Desde la fundación del Israel moderno, era de conocimiento general que el mundo árabe siempre estaría en guerra con Israel… incluso con la llegada de Egipto, y a medias de Jordania.
“Entonces te diré”, dice Ibrahim Hassan a Joshua Kane en esta obra maestra. “En apariencia, por el bien de la unidad árabe, mi país está en un estado de guerra perpetuo con Israel… Sin embargo”.
Sin embargo, las cosas cambian.
Los Tres Noes de la Liga Árabe de Jartum de 1967, corrían como, ninguna paz con Israel, ningún reconocimiento de Israel, ninguna negociación con Israel.
Hace dos años, Trump consiguió los tres como sí a la paz, sí al reconocimiento y sí a las negociaciones con cuatro países árabes… los EAU, Sudán, Bahréin y Marruecos.
Dijeron que no se podía hacer. Pero se hizo, contra viento y marea, y sin interferencia ni aprobación de los árabes palestinos. No eran necesarios. No tenían nada que decir.
Esto lo conocemos como Los Acuerdos de Abraham, un avance diplomático sorprendente.
Uno pensaría que todavía se bailaría por este logro… fuegos artificiales, desfiles… discursos elevados de líderes de todo el mundo. En cambio, parece haber desaparecido.
¿Dónde está el Premio Nobel de la Paz? Arafat y Rabin lo compartieron en 1994 mientras los árabes de Arafat seguían asesinando a los judíos de Rabin. (“Sacrificios por la paz”, según Rabin/Peres).
No hubo disparos cuando en 2020 Trump hizo lo imposible junto a Netanyahu.
En cambio, la reacción varía desde el ho-hum, a los susurros, a la no gran cosa.
¿Qué no puede gustar de los Acuerdos de Abraham? ¿Qué es lo que no gusta de la paz?
A los europeos no les gusta porque viene de Estados Unidos. A los Estados Unidos de Biden no les gusta porque vino de Trump.
La coalición gobernante de Israel finge no notarlo, porque vino de Netanyahu.
Para fastidiar aún más a Trump y congraciarse con Abbas, Mahmoud o Monsour, Biden no puede deshacerlo, ¿o sí?
El novelista estadounidense Jack Engelhard, residente en Nueva York, escribe regularmente para Arutz Sheva.
Es autor del bestseller mundial “Propuesta indecente”, de la épica de la redacción “La fecha límite de Betsabé”, y de sus clásicos de la adolescencia “Las chicas de Cincinnati” y de las memorias del Holocausto a Montreal “Fuga del monte Moriah”. Por eso y por su epopeya de los años 60 “Los días del amargo final”, sus contemporáneos lo han aclamado como “El último Hemingway, un escritor sin par, y la conciencia de todos nosotros”. Página web: www.jackengelhard.com