“Baja apostando, dilo cuando te quedes sin nada. Baja apostando, puede que nunca tengas que irte”. Así cantaba el grupo de jazz rock Blood Sweat and Tears en su exitosa canción del mismo nombre en 1971. Aunque Vladimir Putin probablemente nunca escuchó esa letra en particular, proporciona una buena descripción de la estrategia cada vez más frenética detrás de los esfuerzos del presidente ruso para aferrarse al poder. En pocas palabras, Putin está haciendo movimientos arriesgados en Ucrania porque son su mejor opción para ganar tiempo para mantenerse en el poder.
Por ejemplo, su reciente plan de “movilización parcial” de la ciudadanía rusa. La idea surgió de la necesidad. Tras la vergonzosa derrota de las tropas rusas en la región ucraniana de Kharkiv a principios de septiembre, existía el peligro real de que sus desmoralizadas fuerzas se derrumbaran también en otros lugares. Putin decidió levantar sus ánimos, y los de China y otros países amigos, proclamando que ampliará la fuerza de combate de Rusia en más de 300.000 hombres.
Por supuesto, Putin sabía que los beneficios de cualquier movilización serán escasos. Aunque su gobierno podría reclutar en masa, pasarían meses, en el mejor de los casos, antes de que un número considerable de tropas pudiera unirse a la lucha con un mínimo de entrenamiento. Los informes de que ya se están desplegando reclutas en Ucrania indican que el Kremlin ve a estas nuevas fuerzas como poco más que carne de cañón. Sin embargo, estos reclutas tienen otro propósito: dar esperanza a los que están en el frente de que todavía se puede ganar tiempo.
Además, el plan de Putin es políticamente arriesgado, en términos internos. Antes del anuncio, los funcionarios del Kremlin habían conjeturado que la idea sería impopular entre el público ruso. Pero la profundidad del rechazo que se observa ahora en la sociedad rusa -desde vuelos completos a localidades extranjeras hasta un atasco masivo en la frontera común de Rusia con Finlandia– ha superado sus expectativas. Además, esta situación está a punto de empeorar; a medida que las bolsas de cadáveres del frente de Ucrania sigan regresando a casa, el descontento interno no hará más que aumentar en intensidad.
Putin también está sacrificando tropas para ganar tiempo. Sabiendo que estaban atrapados y sin acceso a reabastecimiento, los comandantes de los más de 20.000 soldados rusos en la orilla occidental del río Dniéper pidieron a Putin permiso para retirarse a mediados de septiembre. El presidente ruso se negó. Como resultado, es probable que estos soldados mueran, deserten o se rindan, ya sea rápidamente o tras una cierta resistencia. Pero para Putin, era un sacrificio que valía la pena hacer para transmitir la imagen de que su ejército, aunque claramente no está prosperando, sobrevive en Ucrania.
¿Por qué apostar ahora? El cálculo de Putin puede ser que su régimen no puede sobrevivir a otra gran pérdida en el campo de batalla. También puede estar apostando a que, si consigue superar las próximas semanas que preceden a la famosa temporada de “barro” de Ucrania -un periodo en el que no es posible realizar maniobras ofensivas-, quizás la actitud de Occidente empiece a cambiar, ya que Europa Occidental y Central se enfrentan a lo que él espera que sea un invierno muy frío sin suficientes suministros de gas natural.
Sin embargo, a falta de que esto se desarrolle como él prevé, Putin podría tener que considerar la opción nuclear. Es un curso de acción que puede ser rechazado por su cadena de mando militar nuclear, y podría ser en sí mismo algo que podría llevar a su destitución. Aun así, Putin ha aumentado la posibilidad de utilizar la energía nuclear al anexionarse los oblastos ucranianos de Kherson, Luhansk, Zaporizhzhia y Donetsk, una medida que seguramente aislará aún más a Rusia en la escena mundial. La apuesta de Putin en este caso es que cualquier erosión de apoyo resultante en el país o en el extranjero valdría la pena si Occidente actúa con más cautela, y reduce su ayuda a Ucrania, como resultado.
Sin embargo, si una masa crítica de la élite rusa llega a creer que los múltiples errores de Putin solo se agravarán si permanece en el poder, se puede contar con ellos para intentar destituirlo, por la fuerza, si es necesario. La historia nos muestra que, en las últimas siete décadas, casi dos tercios de los dictadores cayeron como resultado de un golpe interno o de un asesinato. Ese puede ser también el destino del presidente hombre fuerte de Rusia.
Todo esto hace que la apuesta de Putin sea de alto riesgo.