La administración de Joe Biden ha anunciado su último paquete militar de 2.500 millones de dólares para Ucrania. Ucrania necesita desesperadamente el equipamiento que le proporcionará Estados Unidos mientras sigue luchando contra la agresión rusa.
Aunque Ucrania negó al presidente ruso Vladimir Putin la victoria relámpago que esperaba, el líder ruso sigue creyendo que puede desgastar a Ucrania (y a sus partidarios occidentales) con una guerra de desgaste. En el paquete ucraniano faltaban tanques M1 Abrams, el principal sistema que los líderes militares ucranianos decían necesitar más mientras se preparaban para la guerra urbana necesaria para reconquistar pueblos y ciudades aún bajo ocupación rusa.
Funcionarios del Pentágono -el más reciente el subsecretario Colin Kahl- sostienen que Ucrania no debería tener el M1 Abrams porque necesitaría demasiado combustible.
Aunque esta es la justificación pública para rechazar la petición de Kiev, la verdadera razón parece ser más bien la creencia de la Casa Blanca de que pueden caminar por la cuerda floja entre ayudar a Ucrania y asegurar al Kremlin que no permitirá que Ucrania sea una amenaza más allá de sus fronteras.
Es justo, pero la microgestión de la Casa Blanca en un momento de amenaza existencial para Ucrania, unida a la anterior traición de las garantías de seguridad ofrecidas a Ucrania a cambio de su renuncia a las armas nucleares soviéticas heredadas, debería cimentar el pensamiento ucraniano para el día después de que libere cada centímetro cuadrado de su territorio, desde Yalta hasta Chertkovo.
Si el mundo permite que Rusia siga siendo un Estado unitario y si permite que el putinismo sobreviva a Putin, entonces debería permitirse a Ucrania mantener su propia disuasión nuclear, tanto si se une a la OTAN como si no.
Los expertos en control de armamentos se quejarán: Con demasiada frecuencia, anteponen la teoría de la disuasión a la realidad de la amenaza que suponen los Estados delincuentes. Pero Rusia ha demostrado en repetidas ocasiones que se cebará en sus vecinos, y el mundo no debería volver a esperar que Ucrania sufra cada vez que un dirigente ruso quiera establecer un legado o distraer la atención de su propia mala gestión económica y su corrupción. Ucrania necesita la disuasión definitiva.
Una Ucrania con armas nucleares tampoco socava necesariamente a la actual comunidad de no proliferación. Los dirigentes rusos han amenazado repetidamente con utilizar armas nucleares. Ciertamente, que lo hagan refleja tanto debilidad como desesperación.
Pero, al mismo tiempo, su objetivo es obligar a los partidarios de Ucrania a autodisuadirse. Esto ha funcionado, como demuestran tanto la negativa de Alemania a suministrar Leopards como el rechazo de Biden a los Abrams.
Si la comunidad internacional demuestra que la respuesta a las maniobras nucleares de un agresor será garantizar que las víctimas de su agresión puedan, en teoría, hacer lo mismo, hasta el dictador más beligerante se lo pensará dos veces.
Considérelo Disuasión 2.0.