La exitosa aprobación del presupuesto estatal 2021-2022 a principios de este mes ha abierto una ventana de oportunidades para celebrar un debate serio sobre los desafíos estratégicos a largo plazo de Israel.
Obviamente, y con razón, lo primero que viene a la mente es la cuestión de la seguridad.
A lo largo de los años, el país se ha acostumbrado a ver la seguridad como la herramienta más crítica para su supervivencia.
Pero ahora podría ser el momento de desviar nuestra atención hacia otras cuestiones, ya que la pandemia de coronavirus demostró que hay otros asuntos que son tan cruciales, si no más, como la seguridad. Israel debe ampliar su definición de seguridad nacional para incluir otras amenazas potenciales que podrían poner en peligro nuestro bienestar y forma de vida.
La pandemia nos enseñó una valiosa lección sobre la importancia de contar con un sistema sanitario fuerte y estable, que se enfrenta a una serie de otras amenazas además del coronavirus, como el envejecimiento de la población, el aumento de las enfermedades crónicas, los ciberataques y las catástrofes naturales.
Estamos acostumbrados a quejarnos de la saturación y las colas en hospitales y clínicas, pero el COVID ha sido probablemente la mayor prueba a la que se ha enfrentado nuestro sistema sanitario en la historia reciente, e Israel ha funcionado de forma excelente, atrayendo la atención internacional por su excepcional capacidad para hacer frente a la pandemia.
La lección más importante que debemos llevarnos es que todo lo que no funciona correctamente en tiempos de calma, no lo hará en las emergencias.
Al final, todas las estructuras organizativas que construimos desde cero para las pruebas e investigaciones epidemiológicas no justificaron los cientos de millones de shekels invertidos en ellas, porque hemos conseguido frenar la pandemia solo gracias a nuestros fondos sanitarios, hospitales, laboratorios y, por supuesto, al Ministerio de Sanidad.
Ahora -mirando hacia el futuro- tenemos que seguir aumentando la preparación del sistema para los retos a los que sabemos que nos enfrentamos, así como para los que actualmente no. Ningún país puede estar preparado para todas las amenazas. Ciertamente no Israel, donde el mapa de riesgos es más desafiante que el de cualquier otro país desarrollado.
Pero si reforzamos los cimientos del sistema sanitario mediante recursos adecuados para acomodar los posibles retos, conseguiremos mejorar su funcionamiento cotidiano, así como durante las emergencias.
Esto debería ser el comienzo de un proceso de replanteamiento de nuestra percepción de la seguridad nacional. Ahora solo queda esperar que la importancia de la cuestión se refleje también en la planificación a largo plazo del Estado y en la asignación de recursos presupuestarios.